Dos institutos públicos con la modalidad inclusiva serán repotenciadas en el país
Cada salón de la unidad Manuela Espejo tiene máximo 15 alumnos
El aula de terapia física de la Unidad Educativa Especializada Manuela Espejo parece un salón de juegos. Cada objeto tiene una función que ayuda a los menores a desarrollar sus destrezas.
Por ejemplo, un cubo grande que permite abrochar botones y subir el cierre trabaja en la motricidad fina de los pequeños.
Los estudiantes llegan a este salón por lo menos una vez a la semana, pero la docente Magda Jiménez evalúa si alguno -de acuerdo el diagnóstico del médico- debe acudir más veces a las sesiones de terapia.
“La parálisis cerebral requiere más trabajo, dependiendo el lado que le afecte al cerebro, hay parálisis cuadripléjica en donde solo están inmóviles los brazos o las piernas; depende de eso para hacer las terapias”, explicó.
La Unidad Educativa Manuela Espejo se convirtió en la primera institución fiscal repotenciada de la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón) que atiende de manera exclusiva a niños con discapacidad cognitiva.
La institución anteriormente ocupaba aulas en otros planteles que tenían doble jornada. El año pasado se encontraba en el colegio Rita Lecumberri, por lo que este año las autoridades del Ministerio de Educación decidieron construir las instalaciones permanentes junto al colegio Vicente Rocafuerte.
La meta de la cartera de Estado es construir una unidad de este tipo por cada distrito, es decir 140 a nivel nacional.
María Verónica Morales, directora de Coordinación Educativa de la Subsecretaría de Educación Guayaquil, señala que en la ciudad ya había instituciones públicas con la misma oferta educativa.
Una de ellas es la Unidad Educativa Anne Sullivan, ubicada en vía a la Costa. “Ahí estaba la mayor población de niños con necesidades especiales y es por eso que la institución es especializada en la tarde y en la mañana es ordinaria inclusiva”.
Los planteles La Floresta, al sur de Guayaquil, y Fernando López Lara, en Durán, también ofertan educación especial y son las próximas en ser repotenciadas y consolidadas en este tipo de formación.
La educación especial y la inclusiva tienen diferencias
La Unidad Educativa Manuela Espejo atiende a una población de 340 estudiantes en sus 2 jornadas. Cada salón admite solo un número de 12 a 15 alumnos y eso tiene un motivo.
Morales explica que tal cantidad de menores en un aula permite tener una atención personalizada, de acuerdo a las necesidades de cada estudiante, como el tema de esfínteres y de situaciones médicas.
“Además, la parte pedagógica es fundamental porque requiere la formación de rutinas que en la educación ordinaria ya están desarrolladas. Se manejan con mayor fuerza los hábitos de orden, del saludo, que son los que logran desarrollar la funcionalidad de las personas”, indicó Morales.
En cambio, la oferta educativa inclusiva es para aquellos niños cuyas necesidades especiales les permite integrarse con otros niños en una clase ordinaria.
Así ocurre en la Unidad Educativa Particular Delfos, en donde se han graduado estudiantes con diferentes necesidades desde 2004.
Uno de los próximos en culminar una de las etapas académicas es Roberto Chon, de 19 años, quien tiene autismo y trastornos de conducta.
En su curso también está Guillermo Castillo, quien tiene problemas de aprendizaje, producto de la dislexia y memoria a corto plazo.
Cada aula del centro tiene a una terapista que ayuda a los estudiantes de inclusión, de acuerdo a sus condiciones.
La terapista de Roberto y Guillermo, Larissa Chávez, detalla que en la mayoría de las materias se les disminuye la cantidad de contenido educativo. “En matemáticas y en inglés bajamos el nivel porque ocupan libros de primaria”.
La rectora del plantel, Sara Garaicoa, señaló que, para lograr que los menores salgan adelante en un entorno regular, en el aula solo deben existir máximo 3 alumnos de inclusión.
Añadió que lo más importante es potenciar la socialización con el resto de compañeros, indicándoles que son alumnos normales, como los demás. (I)