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El Telégrafo
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Los tradicionales bordados de Zuleta tienen más de 60 años de antigüedad

Las mujeres que ahí laboran aseguran que los bordados tienen un origen precolombino. Se confeccionaban con lana de alpaca o llama. En esta localidad se ofertan manteles, tapetes, toallas, blusas, vestidos, camisas y otros artículos.
Las mujeres que ahí laboran aseguran que los bordados tienen un origen precolombino. Se confeccionaban con lana de alpaca o llama. En esta localidad se ofertan manteles, tapetes, toallas, blusas, vestidos, camisas y otros artículos.
Foto: Andes
18 de abril de 2018 - 00:00 - Agencia Andes

Diseñar paisajes, flores, aves, indígenas con ropa tradicional es una habilidad innata y más común de lo que se cree en Zuleta, una comunidad ubicada en el suroriente de la provincia de Imbabura, en el norte de Ecuador, donde sus mujeres han conservado por años la tradición del bordado con hilo a mano.

Allí el hábito de bordar nació en 1940 en la hacienda del mismo nombre, de la mano de Avelina Laso, madre del expresidente Galo Plaza (1948-1952).

Ella trajo la técnica desde España y se la mostró a todas las mujeres de la comunidad. Desde entonces, más de seis generaciones lo han practicado y logran obras de arte con sus manos.

Teresa Casa Ponce es una de ellas. Su abuela le enseñó a bordar cuando tenía 10 años y ahora, 48 años después, su técnica se ha perfeccionado e incluso da trabajo a otras mujeres de las comunidades cercanas a Zuleta.

“Contaba mi abuela que en ese entonces los bordados eran considerados prendas de lujo porque no cualquier zuleteña las podía adquirir y cuando no había la capacidad de pagarlas en efectivo se hacía trueque con ganado, chacras de tierra o animales domésticos”.

Manteles,  tapetes, toallas, blusas, vestidos, camisas y otros artículos bordados con hilo fino, traído desde Francia, reposan en su pequeño taller Catelina y son muestra de su trabajo.

Teresa Casa recuerda con afecto a Adela Carrascal, una profesora de Quito, que trabajaba en la escuela de Zuleta y era quien motivaba a las más pequeñas para tomar la posta en el oficio a sus abuelas y madres, y quien además descubrió en ella su habilidad por el dibujo.

La mujer es la responsable de que las camisas con bordados a mano obtuvieran fama internacional. Sentada en el patio de la casa de sus padres recuerda cuando vio por primera vez al entonces presidente Rafael Correa usar una de sus prendas. El pedido fue secreto y no supo para quién bordaba, sino unos días antes de su posesión en 2007.

Asegura que en 10 años confeccionó 40 camisas, en varios colores y diseños, para el político. Pero además hizo 400 más que el Gobierno anterior entregó a personalidades como regalos oficiales.

Su trabajo fue reconocido con una esquela firmada por el exmandatario que guarda como una reliquia junto a una caja de madera que también llegó desde la Presidencia.

“Eso permitió que el bordado se impulse más y fue bueno porque sus trabajos la posicionaron a nivel mundial”.

Añade que además eso generó mejoras en las condiciones de vida de la comunidad.

Pero no solo ha fabricado prendas para el expresidente, sino también para el papa Francisco.

Junto con su familia, en un grupo de 35 personas y por turnos, bordaron en cuatro días el mantel que se usó en la misa campal del Parque Bicentenario, en junio de 2015. Para ella ese trabajo fue el “más importante” de su vida.

La innovación como herramienta para no perder la tradición
Hace cinco años Teresa junto con su hija Laura Sánchez decidieron emprender un negocio propio denominado Catelina, en el que han empleado a más de 70 mujeres de la zona en la labor de los bordados.

Catelina abrió no solo para ser una fuente de empleo, sino también para que la tradición no se pierda. “Cuando las zuleteñas empezaron a vestir con bordado computarizado pensábamos que la tecnología iba a desaparecer la tradición entonces trabajamos más e innovamos y hemos hecho productos nuevos”, manifiesta Casa.

Sin embargo, lo que más la motiva es generar pequeñas pero importantes plazas de trabajo, especialmente para la mano de obra no calificada de las mujeres del sector.

Según datos de la Prefectura de Imbabura, en las parroquias de Angochagua y La Esperanza hay aproximadamente 500 bordadoras.

María Icaho trabaja hace 20 años en el negocio de Teresa. Ella asegura que entró en este comercio porque el salario que recibía en su trabajo no le permitía subsistir así que decidió llevarse las costuras a su casa. “Lo que trabajo me alcanza para las colaciones de mis hijos y para la escuela”, dice mientras termina uno de sus pedidos.

Ahora el negocio ha crecido y los productos se ofertan en ciudades como Quito, Guayaquil Cuenca y también en Galápagos.

“Además se ha optado por el comercio electrónico a través de la plataforma Sense-ec  con la que han entrado a mercados como el estadounidense y el europeo”, explica Sánchez.

“Muchas mujeres son como diamantes escondidos porque hacen cosas hermosas, pero la gente casi no conoce, por eso la intención es que nuestro mercado esté no solo en la gente que va a Zuleta, sino en todo el Ecuador”.

La línea de productos que más se ofrece a los mercados internacionales es la de hogar, moda, blusas para mujer, ropa de niñas, bisutería y accesorios, entre otros. 

El bordado de Zuleta es considerado uno de los mejores de Iberoamérica, lo que le significó a Laura Sánchez una mención en el texto “Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica”.

Ahora su reto es hacer que sus nietas se involucren también en el bordado para continuar con la tradición que ella heredó de su abuela y que se ha convertido en un referente de vida en la comunidad. (I)    

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