Bebidas curativas trabajadas por manos religiosas
No hay necesidad de caminar largas horas o grandes trechos para encontrar bebidas y brebajes curativos. En el monasterio de las madres Carmelitas hay varios a precios accesibles y elaborados por las religiosas.
Esta “botica” está en el centro de Cuenca, junto a la Plaza de las Flores, es decir en el centro histórico de la ciudad.
La vivienda donde se hacen estos productos, situada en el mismo lugar en el que actualmente funciona el monasterio, fue donada por don Pedro Pérez Hurtado de Tapia y sirvió como convento para las monjas.
Ante la creciente postulación de novicias y el deseo de iniciar una Fundación Carmelitana, decidieron crear un monasterio y una iglesia de mayor envergadura.
Fue inaugurada en 1782, al cumplirse un siglo de la llegada de esta orden religiosa a la ciudad. Es de señalar que la mano de obra indígena fue determinante para la consolidación de este proyecto.
Cientos de albañiles, carpinteros y maestros de obra participaron en mingas o bajo contratos de trabajo con escasas remuneraciones.
Aunque en los primeros años se destinó el espacio de una manzana a las religiosas, con el paso del tiempo la extensión de los predios se redujo; no obstante muchos de ellos aún conservan el estilo arquitectónico del monasterio, tal es el caso del Salón del Pueblo, administrado por la Casa de la Cultura Benjamín Carrión.
El agua que cura los nervios
Decenas de personas diariamente y de manera “obligada” se acercan donde Francisco Quizhpe para comprar un vaso de agua de pitimas, una bebida de color rojo, también hay de color blanco.
Su nombre se deriva de la palabra quichua “piti” que quiere decir “poco”, y “más”, que significa “un poco más”.
Debido a que su venta comenzó hace más de 70 años, en ese entonces se utilizaban términos quichuas y españoles. El agua de pitimas, más que una tradición, es el resultado de años de experiencia de las religiosas de la iglesia del Carmen, quienes cultivaban plantas medicinales y flores en los jardines interiores para luego usarlas para infusiones que aliviaban sus dolencias.
Al notar los buenos resultados decidieron venderlas al público, que las aceptó con agrado y tienen gran acogida desde hace años, según consta en el blog aguas-pitimas.blogspot.com
“Yo vengo cada semana a tomar una vasito de agua, me pone bien de salud”, señala José Tenesaca, quien llega cada miércoles o jueves desde la parroquia El Valle, en las afueras de Cuenca, para calmar su ansiedad.
Unos metros más adentro, al ingreso mismo del claustro, está una pequeña tienda donde se venden productos que las madres elaboran al interior del monasterio.
Diana Cárdenas trabaja en este sitio por más de 15 años; ella sabe al pie de la letra el precio de cada uno de los productos y para qué sirven.
“Las madres elaboran vino tinto, vino blanco, vino de mora y de maracuyá, que sirven como reconstituyentes y tienen pocos grados de alcohol”, manifestó.
Las monjas que viven en el Monasterio, que en total suman 19, trabajan en la elaboración del famoso jarabe de rábano, el mismo que sirve para curar tos, gripe, problemas de amígdalas y cuyos ingredientes son zumo de rábano, miel de abeja y yodo.
El jarabe multivitamínico que preparan, en cambio, contiene miel de abeja, leche y huevos. Este brebaje es recomendado para el estrés, pero también para el cambio hormonal.
En esta tienda también se vende una loción para los dolores musculares hecha con hierbas remojadas en alcohol. “Es muy cálida y por lo tanto para uso externo”, señala Cárdenas.
Una de las más vendidas es la gelatina de pichón, considerada como medicina natural para la anemia y que puede ser usada tanto por los niños como por los adultos.
La crema de limón, en cambio, cura las manchas de la piel que son producidas por el sol. Las religiosas también elaboran tortas y bocaditos. (I)
Francisco Quizhpe trabaja desde las 7 de la mañana, hasta las 19:00, y vende todos los días el agua de pitimas. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo