Plan de Bachillerato Internacional opera en 266 planteles
El objetivo es el mismo: ingresar a la universidad para formarse en lo que aspiran a ser o en lo que descubrieron que son buenos o hábiles.
En el camino hacia esa meta, los adolescentes del sistema público -664.646 que, en la actualidad, cursan el primero, segundo y tercer año de la secundaria- tienen la opción de graduarse en tres tipos de bachillerato: General Unificado (BGU), Técnico e Internacional (BI).
Los dos primeros están al alcance de todos, pero para el último programa los alumnos deben ganarse su cupo.
¿Por qué? El BI demanda exigencia y dedicación de los alumnos y una inversión adicional para el Estado.
Cada año, el Ministerio de Educación (MinEduc) destina $ 5 millones para la ejecución de este programa, en 199 instituciones.
El BI llegó a Ecuador en 1981, cuando la Academia Cotopaxi, uno de los 67 centros de estudios privados que ofertan este tipo de bachillerato, fue la primera institución acreditada. En ese establecimiento la pensión mensual llega a los $ 1.700.
31 años después, 17 colegios públicos contaron -por primera vez- con BI. Como la malla pedagógica de este programa tiene estándares reconocidos mundialmente, el MinEduc provee de dos kits que incluyen textos que bordean los $ 100 y materiales para los laboratorios a cada uno de los centros, informa Gabriela Vivar, coordinadora del BI del MinEduc.
Es jueves y por los pasillos de madera del Colegio Nacional Mejía, una de las instituciones emblemáticas de la capital, caminan Carla Silva y Lenin Puma; ambos son parte de los 21 alumnos que cursan el segundo año del BI. Es decir, tercero de bachillerato (sexto curso).
Cuando eran parte del décimo año de Educación Básica recibieron charlas de lo que era el BI y al finalizar el primer año del BGU se prepararon, voluntariamente, para rendir exámenes de conocimiento y, al aprobarlos, se ganaron un cupo en el BI.
Lo que más les llamó la atención de ese programa de estudios fueron las ventajas. La principal: desarrollar habilidades esenciales para ingresar a la educación superior y tener éxito en el transcurso de su carrera.
Esa premisa es real. Datos del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval) sobre los resultados de las pruebas de ingreso a la universidad (Ser Bachiller) señalan que, en el período 2017-2018, 3.428 alumnos del BI pusieron a prueba sus conocimientos. Ellos alcanzaron un promedio de 9,8, mientras que la calificación de los adolescentes del BGU fue de 7,78 y los del Bachillerato Técnico llegaron a 7,45.
El Mejía hace un seguimiento de sus graduados. Gonzalo Araque, coordinador del BI de ese colegio, informa que el 80% está en la universidad. “El 20% sobrante no está en un pregrado, no porque no logró ingresar, sino por diversas situaciones familiares o personales”.
Carolina Pinzón es rectora y coordinadora del BI del colegio particular Letort. Aunque no maneja un porcentaje sobre la cantidad de graduados que van a la universidad, está segura de que la mayoría logra ese propósito y lo hace de forma acertada. Aquella certeza se basa en que en esa institución los alumnos inician, desde octavo de básica, un trabajo de orientación profesional y vocacional llamado “Proyecto de Vida”.
En el primer año de bachillerato se aplican varios test para conocer la vocación de los alumnos, y en los dos últimos años de formación trabajan en pruebas relacionadas con las universidades y la Ser Bachiller.
Patricia Zurita tiene 18 años y ha estudiado en el Letort desde la primaria. Ese centro educativo cuenta con los tres componentes del BI; el primero corresponde al de la Escuela Primaria y el segundo es el Programa de los Años Intermedios.
En Ecuador, según la Asociación Ecuatoriana de Colegios con Bachillerato Internacional (Aseccbi), de los 266 colegios que ofertan el BI, 17 establecimientos cuentan con el programa de Años Intermedios y 14 con la oferta de Escuela Primaria. Todos son centros privados.
Paty, como la llaman sus amigos y docentes, ha desarrollado tres videojuegos y varias páginas web. Este año se graduará y quiere ser ingeniera en software. Lo tiene claro y asegura que el BI le ha dado una ventaja por encima de sus amigos que se graduarán en el BGU.
Camila Mena también se graduará este año en el BI. Lo hará en el colegio Luis Napoleón Dillon, y al igual que Paty está segura de lo que quiere estudiar en la “U”. Su anhelo es ser psicóloga clínica y asegura que, gracias a las destrezas que ha desarrollado, conseguirá un cupo en la Universidad Central.
Los adolescentes de los centros fiscales confiesan que, debido al cambio del modelo de enseñanza, las exigencias del BI y la falta de recursos, algunas veces sintieron ganas de abandonar el programa. Sin embargo, sus profesores y padres de familia los apoyaron y continúan en el camino para diplomarse internacionalmente.
Gabriela Lascano, una de las coordinadoras del BI del Dillon, informa que en el primer año de implementación del programa el nivel de deserción fue del 30%. Esto motivó la implementación de un Pre-BI que se da en el primer año de bachillerato. A ese curso ingresan 40 alumnos y solo 25 acceden al BI.
El programa también demanda preparación de los docentes. Ellos deben cumplir con una certificación internacional. Adicionalmente, Aseccbi brinda talleres a los centros asociados, mientras que el MinEduc lo hace con los fiscales. En 2018, 884 profesores fueron capacitados. La preparación de cada uno costó $ 600, indica José Flores, director de Estándares Educativos del MinEduc. (I)