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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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En el barrio las casas se hizo una socialización para permitir que los vecinos acepten la incorporación de inquilinos transexuales

60% de quiteños, tolerante con minorías

Grupos GLBTI buscan el reconocimiento de sus derechos y la erradicación de la discriminación. Ecuador reconoce la unión libre desde septiembre 2014. Foto: Álvaro Pérez.
Grupos GLBTI buscan el reconocimiento de sus derechos y la erradicación de la discriminación. Ecuador reconoce la unión libre desde septiembre 2014. Foto: Álvaro Pérez.
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Cada fin de semana, cientos de personas consultan periódicos y sitios web en busca de anuncios de renta de viviendas.

El proceso de arrendamiento, complicado de por sí, ¿podría enredarse más para alguien que abiertamente se declare homosexual o integrante de alguna minoría?

Diario EL TELÉGRAFO realizó un sondeo telefónico para constatar qué tan fácil es rentar un departamento en Quito para quienes se identifican como gays, lesbianas, transgénero, transexuales, travestis o intersexuales.

En el 55% de los casos, los arrendatarios denotaron apertura y se mostraron respetuosos hacia los grupos con orientación sexual diversa. El 5% no se negó a aceptarlos, aunque sin ser totalmente tajantes, mientras que el 40% de dueños de casa se negó de forma rotunda.

Estas cifras coinciden con las que maneja el colectivo En Quito Vivo, en la Encuesta de Percepción sobre la Calidad de Vida en la capital. El estudio señala que el 59,8% de quiteños sí arrendaría una vivienda a personas del colectivo GLBTI, mientras que el 40,2% no lo haría.

Mauricio Erazo, de 31 años, es Shirley Stonyrock cuando se desempeña como artista drag queen. Asegura que no ha tenido malas experiencias buscando vivienda y tampoco ha recibido agresiones en su hogar. “Como ya conocen mi trabajo, más bien creo que se admiran cuando he salido transformado de mi casa”, contó.

No obstante, y aunque reconoce que hay avances y más respeto hacia los grupos diversos, dice que aún hay que trabajar en educación para erradicar cualquier tipo de discriminación. “Somos personas comunes que trabajamos, pagamos nuestros gastos, nos educamos y somos lo suficientemente solventes para tener una vida independiente”, dijo.

Esa, precisamente, es una de las razones para que —sobre todo en el norte y centro de la capital— el arrendador no muestre incomodidad cuando recibe la visita de parejas del mismo sexo. “Para mí, que tengan una inclinación sexual que no es la habitual no representa inconveniente, porque son seres humanos que, a veces incluso, son más buenos y solidarios que los llamados normales”, comentó Patricia Iturralde, quien es propietaria de un edificio de 3 pisos en el barrio El Edén, en el norte de la ciudad.

Para asegurarse de la procedencia de sus futuros inquilinos, ella pide los documentos de identidad y cartas de referencia. “Con el número de cédula puedo saber en qué trabajan y sus verdaderas posibilidades económicas”, indicó.

Similar criterio maneja Olga Pazmiño, quien posee una casa en el sector de La Villaflora. “Para mí está bien cualquier persona que se interese por el departamento, siempre y cuando sea responsable; pero sobre todo que se muestre dispuesta a colaborar y sepa respetar en su casa y a los vecinos”.

Jorge Jácome, en cambio, no se muestra muy abierto a aceptar inquilinos GLBTI. “Es un tema bastante complicado que realmente me costaría aceptarlo; sobre todo, por mis hijos pequeños”, reconoció.

Paula S., quien se autodefinió como lesbiana desde su juventud, tiene una relación que dejó de esconder hace 5 años. “No he tenido lío para buscar casa. Claro que nunca me presento como lesbiana sino como mujer y profesional. No tengo porqué revelar mi vida personal. Un par de veces sí he dicho que soy lesbiana y, aunque al principio suene raro, luego la gente lo acepta”. Asegura que ninguna de sus amigas lesbianas ha sufrido algún desaire o dificultad para acceder a un arriendo por su orientación sexual.

Pero también hay casos como el de Álex Guayasamín, quien se define como transmasculino. Cuenta que, antes de legalizar su compromiso tuvo muchas trabas en las entrevistas con los dueños de casa. “Me solicitaban los documentos y al ver que en la cédula constaba mi antiguo nombre de mujer —cuando mi apariencia era masculina— se negaban a arrendarme”, recuerda.

Para Álex, las excusas eran siempre las mismas. Le decían que el departamento ya se arrendó, que el espacio era muy pequeño o que ya tenían otra oferta. Afortunadamente, ahora es diferente. Con su pareja, Janeth López, no ha tenido dificultades para arrendar, pues pasan como una pareja heterosexual. Además, tiene una nueva cédula de identidad en la que consta el nombre que a su juicio es el real: Álex.

Los medios han contribuido a superar varios tabúes

La Constitución garantiza los derechos de todas las personas sin importar su orientación sexual o ideológica. El artículo 67 reconoce la diversidad de familias y el 68 señala que “la unión de hecho generará los mismos derechos y obligaciones que tienen las familias constituidas mediante matrimonio”.


Roberto Bravo tiene 27 años y se reconoce como gay. Tiene un programa radial llamado La nota fuerte, en el que aborda diversas temáticas relativas a los grupos GLBTI. A lo largo de su experiencia profesional ha detectado que aún hay problemas de discriminación en ciertos espacios; sin embargo, cree que cada vez hay más respeto, especialmente en las nuevas generaciones del país.

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