México se levanta, altanero y deslumbrante
“Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños, pinté mi propia realidad”, decía Frida Kahlo en alusión a su obra, cuya naturaleza mística, viva, lúgubre, dramática le es inherente a México, colosal país que con sus sempiternas dicotomías: completo y roto; tradicional y cosmopolita; fúnebre y festivo, doblega a sus visitantes. Su geografía, cual lienzo variopinto, se ve tachonada por impresionantes templos (pirámides de Teotihuacán), imponentes edificios (Palacio de Bellas Artes) o deslumbrantes cuevas (grutas de Cacahuamilpa). Pero es su gente (su calidez, su albur, su donaire) el regalo más preciado de su vasto patrimonio. (F)