Rodolfo Pérez Pimentel / Cronista vitalicio de la ciudad
“Guayaquil se está volviendo cada vez más cosmopolita”
Rodolfo Pérez Pimentel, es de esos guayaquileños de buena conversa. De aquellos que han hurgado en la historia y en la vida de su gente. Por ello conoce, casi al dedillo, personajes y circunstancias de la urbe
Su amor por la historia le viene por las venas. Dice que el nació predestinado para tal actividad. Su padre era buen lector y dos tíos muy cercanos a él estaban vinculados con la historia. Jorge Pérez Concha era especialista en la época republicana; mientras Julio Pimentel Carbo, había estudiado en Sevilla y su especialidad era la colonia. A esos vínculos se sumó la curiosidad innata que aún tiene.
A más de esa afinidad con la que nació, ¿cómo fue forjando al historiador que ahora es?
En mi casa se hablaba mucho de historia. Transcurrían los años 1945 y 1946 y se mencionaba al general Eloy Alfaro como algo muy cercano. Yo siempre estuve ahí escuchando todo y muchas veces hasta preguntaba.
En especial a Julio Pimentel Carbo quien era muy afín a mí. Además era primo en segundo grado de Pedro Robles Chambers, quien era el único que había estudiado todos los archivos de la provincia del Guayas. Un día me llevó a su casa que más bien parecía un museo. Parece que le caí bien y me convertí en una especie de secretario Ad honorem.
Robles fue muy generoso. Me daba buenos datos y me enviaba pequeños trabajos de investigación. “Vaya y hable con tal o cual persona”, decía. Así inicié mi recorrido por la historia. Además tuve algunas amigas de buena conversa que me contaban cosas. Así hilvanaba pequeños detalles. Todo sin dejar de lado la intensa lectura.
Luego de acumular conocimientos, ¿cómo se hizo conocer?
Un día se me ocurrió hacer una aclaración en el periódico. No utilicé mi nombre sino el seudónimo de José María Heródoto. La aclaración fue válida y eso generó que siga escribiendo. Así empecé a darme a conocer.
Ya en 1968 don Francisco Pérez Castro, quien era amigo de mi mamá y me conocía desde pequeño, me pidió que escriba unas crónicas del Guayaquil antiguo para El Universo.
Esas crónicas las recopilé luego en los cuatro tomos del Ecuador Profundo, una obra que ahora la veo como primeriza. En mí influyeron autores como Gabriel Pino Roca, Carlos Saona y Ricardo Palma de Perú. En mi obra nunca profundizo en nada. Yo no lo sé todo. Quien profundiza en esos aspectos es Julio Estrada Icaza
Usted ha sido testigo de la evolución de la ciudad y de los guayaquileños.
Guayaquil era una ciudad muy pequeña. En 1950 tenía 265.000 habitantes. Y 10 años antes apenas 200.000 personas. Con el boom bananero arribaron personas de la Sierra y de otras provincias de la Costa. Así la ciudad empezó a poblarse y a crecer.
Nació Urdesa fuera del casco urbano de la ciudad, el barrio Garay de 1938 y el Orellana de 1945 ya eran parte de la urbe.
Yo tenía una enamorada en 1957 que vivía en Urdesa y para llegar hasta allá había que pasar por una calle oscura. En esa urbanización solo existían seis casas. He tenido la suerte de vivir en una ciudad antigua y hoy en una urbe moderna. Soy historiador y me interesa la ciudad como tal y su gente.
Ahora vemos una urbe en donde la gente vive bien y está en su derecho, en donde el rtimo de vida es agitado. La ciudad crece y está muy bien que lo haga. Que tenga infraestructura, que le dé bienestar a su gente, pero también se debe fomentar la cultura en los seres humanos.
¿Después de Rodolfo Pérez Pimentel, quién contará la historia de la ciudad?
A mí me tocó seguir el legado de Pino Roca y Carlos Saona. Creo que Jorge Martillo Monserrate está llamado a tomar la posta. Él es el cronista del Guayaquil moderno. Él conoce los recovecos de esta ciudad y de sus personajes. Creo que tiene buena pluma, aunque le faltan los contactos para conocer más de la gente.
El Diccionario Biográfico del Ecuador es un texto muy importante para conocer a nuestra gente. ¿Va por una nueva edición?
Voy por la tercera edición porque considero que es una obra única en el país. Mi diccionario toma en cuenta a las grandes figuras y también a las medianas. Porque a veces no son los presidentes los que gobiernan sino sus ministros. Yo voy a seguir trabajando en mi obra. (O)