Telemix
Jorge González, líder de Los Prisioneros, aprende a cantar con ayuda de sus amigos
Pensaron que se trataba de una simple gripe, nada de gravedad. La noche del 8 de febrero de 2015, hace poco más de un año, Jorge González, exlíder de Los Prisioneros, se subió al escenario para dar un concierto en la ciudad de Nacimiento, en el sur de Chile, pero todo salió mal. Nadie, ni siquiera sus fieles compañeros de banda, imaginaron que Jorge estaba tan enfermo. De hecho, algunos asistentes pensaron que el cantante estaba borracho. Todo cambiaría minutos después, con un accidente cerebrovascular en su cabeza a punto de estallar.
Pocos días antes del show de Nacimiento, en otra presentación en el marco de esa gira por el sur de Chile y mientras el exprisionero interpretaba ‘Amiga mía’, el tercer tema de su popular repertorio, vino la primera gran alarma. En ese concierto, en Pichidegua, Jorge González se detuvo y le dijo a la audiencia: “No puedo. Estoy haciendo el loco mal. Perdónenme. No puedo cantar. Buenas noches”.
En Nacimiento, González se movía de manera errática de un lado a otro, casi sin poder sostenerse ni cantar, solo secundado por su banda y sus fans más incondicionales. Las rechiflas del público alcanzaron un nivel ensordecedor y González decidió dejar de tocar. “No más”, les dijo a sus músicos, mientras interpretaban los últimos acordes de ‘Tren al sur’. Entonces se bajó del escenario en compañía de su novia y de Gonzalo Yáñez. Ocurría que el exlíder de la banda de rock más emblemática de Chile y conocida en toda América Latina llevaba más de una semana con un accidente cerebral a cuestas.
“No nos dimos cuenta de nada. Estábamos de gira por el sur y Jorge venía de Alemania. Pensamos que era una gripe. No pudimos ver la realidad. Nosotros, antes que su banda, somos sus amigos”, rememoró Yáñez, el guitarrista, en diálogo con EL TELÉGRAFO.
El músico, de origen uruguayo, continuó: “En el cuarto o quinto show Jorge se quiso bajar. Recién ahí le tomamos el peso. Luego ocurrió lo de Nacimiento”.
En su hogar
Jorge González se recupera hoy en su casa en el barrio de La Reina de Santiago, muy cerca de la cordillera de los Andes. Yáñez y otros amigos, entre ellos varios músicos, como el grupo La Ley, lo visitan casi a diario. En las fotos que su equipo sube a su página en Facebook o su cuenta en Instagram se le ve sonriente. Pero la realidad es otra: no se tiene la certeza de que se recupere completamente, si podrá tocar el piano nuevamente.
En palabras de Claudio Vergara, periodista y crítico musical de diario La Tercera, de Chile: “Jorge lucha por su vida”. Desde su accidente cerebral, González ha otorgado solo dos entrevistas, a Vergara de La Tercera y a Televisión Nacional de Chile (TVN).
En noviembre del año pasado, González fue directo, fiel a su estilo sin filtro: “No tengo problemas en morir”. Acerca de qué ha sido lo más complejo en el duro proceso de rehabilitación, el exlíder de Los Prisioneros respondió tajante: “Aprender a caminar”.
En la entrevista con TVN, en diciembre, González también fue escueto en sus respuestas, algo opuesto a su particular estilo. “He estado muy enfermo. Ha sido muy difícil”. Las sinceras palabras de González calaron hondo entre sus seguidores, pero también entre muchos otros chilenos que, si bien siempre respetaron al exprisionero, lo observaban con distancia. Para otros, simplemente darse cuenta de que González se encuentra delicado de salud es algo demoledor. “Fue un terremoto para todos”, dijo su mánager, Alfonso Carbone.
Los críticos chilenos sitúan al músico a la altura de Violeta Parra y Víctor Jara. Por eso su enfermedad genera un impacto social. Hubo días en que Los Prisioneros, a fines de los 80, era la banda más famosa del país, con su música y actitud únicas, además de su discurso contra el sistema y anti-Pinochet. Eran tiempos difíciles en Chile y la agrupación liderada por Jorge González, secundado por Claudio Narea y Miguel Tapia, era la voz de los sin voz. Y más aún: sus canciones repercutieron en Ecuador, Colombia y Perú.
Una canción de despedida
El 27 de noviembre apareció una luz de esperanza. Ese día, Jorge González reapareció en los escenarios, en una suerte de show de despedida en un repleto Movistar Arena de Santiago. En un concierto con el concepto de ‘Nada es para siempre’, su último single, los más importantes músicos chilenos (Los Jaivas, Illapu, Inti Illimani), pero también la nueva generación de cantantes locales (Gepe, Javiera Mena) homenajearon al artista.
El propio González se subió a cantar un par de canciones de su último álbum Trenes (2015), como ‘Nada es para siempre’ y ‘Trenes, trenes, trenes’, pero con evidente dificultad, tanto para cantar como para caminar.
En la última canción apareció en el escenario el baterista de Los Prisioneros, Miguel Tapia, para sellar una lacrimógena reconciliación con González tras un distanciamiento de 10 años. Claudio Narea, el guitarrista de la exbanda chilena no apareció y aún no habla con González.
Aquella noche fue mágica. “Todo estuvo emotivo, hermoso, mágico”, rememoró Camila Sepúlveda, fan de González.
“González es un valiente. No vaciló en ningún momento. Tampoco cayó en un discurso temerario ni se echó a morir. Y lo más importante: intentó hasta el final mantenerse vigente, al presentar los temas de su último disco”, acotó Fernando Salas, otro seguidor de Los Prisioneros.
“El homenaje en el Arena ha sido uno de los espectáculos más conmovedores que he presenciado, sensación compartida con la mayoría de los presentes que estuvieron esa noche. No era un concierto de música; era el último intento de un ser humano por hacer lo que siempre amó, por demostrar que, incluso en su hora más oscura, se puede tener clase, talento y energía para hacer el trabajo de toda la vida”, manifestó Vergara, quien entrevistó a González antes de ese show.
“Si no fuera por ellos (su banda de músicos) estaría muerto. Lo que no está tan mal. Me convertiría en una camiseta”, expresó el propio González, en una de sus escuetas frases para su público.
Nada es para siempre
González disfruta por estos días las tardes de sol. Aunque aún no puede tocar ningún instrumento sí canta y se deleita con los discos en vinilo de The Beatles. Gonzalo Yáñez cuenta que los ensayos siguen, aunque sin shows en el horizonte.
Claudio Vergara, el comentarista musical, señaló: “Es realmente conmovedor pensar en la imagen del autor de los mayores himnos rockeros creados en Chile aprendiendo a cantar y tocar guitarra de nuevo, ayudado por sus amigos y por su familia, como si Bob Dylan olvidara escribir de un momento a otro. Ya no habrá más Jorge González tal y como lo conocimos, en cualquiera de sus fases y discurso, y eso es aterradoramente triste y conmovedor”.
“Jorge se merecía algo así (el homenaje del Arena). Ahora estamos tirando para adelante. En verdad no sabemos hasta dónde se pueda recuperar. No queremos pensar en el fin. Seguimos ensayando, para nada en particular, solo porque a Jorge le sirve y le hace bien”, indicó el guitarrista al hablar de su amigo.
Marcelo Contreras, un crítico musical de Chile, resumió de esta manera el legado de González: “Ha sido la mejor encarnación posible del rockero nacido en Latinoamérica, alguien que no trató de parecer gringo ni sofisticado con letras crípticas ni haciendo pasar por propios los sonidos de otros, sino quien reconvirtió la amargura de nuestros años más grises en canciones inolvidables que bailamos, escuchamos en la soledad de un dormitorio adolescente o rumbo a clases con audífonos maltrechos, con unas letras precisas”. (I)