El legado de Obama 'deshiela' el telón de acero con Rusia
Si la presidencia de Barack Obama tiene un epílogo está escrito con la misma tinta gris acerada que EE.UU. y la ex-Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) utilizaron para redactar los episodios más amenazadores de la Guerra Fría.
Es como si el armisticio firmado en 1991 entre las 2 superpotencias tras el derrumbe soviético se hubiera convertido en polvo en el camino, 26 años después y el deseo de Vladimir Putin de devolver a Rusia a su gloria de antaño fuera la gran mancha del legado del primer presidente afroamericano.
Fue el propio Obama quien enarboló los principios de la Guerra Fría al término de la reunión del G7 celebrada en 2009, cuando recomendó al líder ruso reflexionar sobre si quería aislar a su país más de lo que ya estaba tras las sanciones impuestas por anexionarse Crimea a su territorio “solo por el deseo erróneo de recuperar el esplendor del Imperio soviético”.
La prensa alemana ventiló meses después que la idea de endurecer las sanciones que hoy pesan contra Rusia fueron una exigencia expresa de Washington a sus socios europeos para dañar el comercio de la Unión Europea con la Federación rusa para beneficio de las empresas estadounidenses.
Unas sanciones que podrían haber obligado a Moscú a desembolsar 150.000 millones de euros ($ 159.000 millones) y que el Kremlin manejó con astucia para vender propaganda sobre su fortaleza financiera y bursátil, ya que pudo solventar con relativo éxito, a pesar de la depreciación del rublo, las consecuencias de tan duro castigo.
Desde entonces, la escalada de hostilidades verbales entre Rusia y EE.UU., entre Obama y Putin, aumentaron. Con observar una de las fotografías de sus escasos encuentros bilaterales se puede calibrar el grado de aspereza que siempre ha existido entre ambos mandatarios.
En una de ellas, se ve a ambos mandatarios entrecruzando miradas afiladas como 2 duelistas dispuestos a saldar cuentas pendientes al amanecer.
El telón de acero se ha levantado de nuevo sobre las fronteras europeas que emergieron en 1991.
La mayor preocupación de Obama en los últimos meses ha sido demostrar al mundo que los rusos vuelven a ser malísimos porque, entre muchas cosas, se entrometieron, como así ha dicho, en los comicios presidenciales a través de una red de espionaje informático para favorecer a Donald Trump. Y es que si por algo será recordado el líder afroamericano es por su resistencia a las pasiones políticas, ni bajas ni altas.
Por eso ha perdonado a Chelsea Manning, condenada a 35 años de cárcel en 2010 por filtrar secretos de Estado a WikiLeaks, pero no a Edward Snowden, a quien Rusia ha prorrogado su visado de estancia protegida otros 2 años más, o indulta al independista puertorriqueño Óscar López Rivera, que a sus 74 años lleva 35 en prisión. (I)