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¿Decidimos con la cabeza o guiados por las emociones?
Aunque todavía hay interrogantes sobre cómo funciona el cerebro humano, lo que sí parece claro es que este órgano es un fabricante inagotable de decisiones; un circuito que permite a las personas evaluar, a cada instante, todas la opciones disponibles.
Lo que resulta interesante, a todas luces, es que la mayoría de las decisiones que tomamos no se basan en un razonamiento consciente, sino inconsciente.
Según un estudio desarrollado por un equipo de investigadores de la Universidad de Rochester en Nueva York, tanto hombres como mujeres no deciden, de forma consciente, parar en un semáforo rojo o conducir alrededor de un obstáculo que encuentran en el camino.
“Cuando empezamos a analizar las decisiones que el cerebro hace sin nuestro conocimiento, se descubre que, con cierta regularidad, llega a la determinación correcta”, sostiene una parte del estudio.
Cuando los científicos intentan explicar el papel que juegan las emociones en este tema, hay quienes sostienen que estas son determinantes a la hora de decidir. Por esta razón, se cree que es mejor hacerlo con la cabeza fría, porque, de lo contrario, es muy probable que la persona se arrepienta de haberla tomado.
Aunque hay académicos que defienden este argumento, investigaciones recientes desarrolladas por el neurocientífico Antonio Damasio señalan que una decisión tomada sin emoción es altamente probable que sea equivocada, es decir, todo lo contrario de lo que se piensa.
Si bien las interrogantes sobre este tema no se han zanjado, Damasio llegó a la conclusión de que uno de los elementos que más pesa a la hora de decidir es el conocimiento así como un conjunto de procesos entre los que se encuentran la memoria, la organización misma del entendimiento y la capacidad de abstracción. También se contempla el razonamiento basado en la posibilidad de manipular la información aprendida y que, además, forma parte de la base del conocimiento.
Para indagar más sobre todos los componentes que intervienen (incluidas las emociones) en el cerebro humano, se realizó una investigación con la técnica denominada magneto-encefalografía, a través de la cual se halló que las emociones no son necesariamente enemigas de la razón.
“Se consideraba que si alguien utilizaba sus emociones para tomar decisiones o, a su vez, optaba por una actitud puramente racional, no estaba realizando su trabajo de forma adecuada. Lo que hoy sabemos es que quienes son hiperracionales e intentan razonar sus decisiones sin ningún componente emocional son incapaces de alcanzar decisiones correctas”, advierte Damasio en una de sus publicaciones.
Sobre este tema el médico neurólogo Eduardo Arízaga indica que las decisiones dependerán, en gran parte, de la formación del individuo. “Si este ha tenido una formación honesta y una moral cimentada, las determinaciones estarán dirigidas en este camino e irán acordes a sus pensamientos e ideas. Eso significa que el individuo actúa de acuerdo con esa circunstancia”.
Según el especialista, en muchas ocasiones, las personas entran en conflicto cuando se contraponen sus intereses y su estructura moral. Añade que incluso los trastornos mentales influyen en las determinaciones. “Si el buen juicio está alterado, entonces las resoluciones serán equivocadas”.
Para Arízaga en el ámbito de la política, las resoluciones están influidas por las pasiones y agrega que “la gente se enceguece por el odio y la indignación; es un hecho que en este caso influyen las antipatías y las simpatías que despierta tal o cual candidato”.
Según Arízaga, médico del Hospital de los Valles, el tema emocional es muy básico. “Las personas no pueden fundamentarse en circunstancias tan individuales y básicas como son las emociones personales. Puedo decirle que a mayor educación, mejores decisiones. Cuando un ser humano tiene profundos conocimientos de la historia y de las condiciones geopolíticas, además de una importante formación en el campo social, tendrá más elementos para decidir acertadamente”.
La razón o las emociones, ¿cuál pesa más?
El ecuatoriano Alejandro Cruz, especialista en Neurociencia e investigador de NeuroLogic International, un centro especializado en estudios neurológicos, indica que desde la época de los griegos se creía que era necesario separar la razón de las emociones para tomar la mejor decisión, pero —según señala— hoy en día, se ha constatado que el cerebro no funciona así y que las decisiones siempre tienen un alto componente emocional. “Incluso en las más trascendentales, siempre hay un componente emocional”.
“Al ser humano, en general, no le gusta decidir, porque al hacerlo asume riesgos y eso lo sitúa en una situación por demás compleja”.
La toma de decisiones, como señala Arízaga, pone en juego numerosos procesos cognitivos, entre ellos, el procesamiento de los estímulos presentes en la tarea, el recuerdo de experiencias anteriores y la estimación de las posibles consecuencias de las diferentes opciones.
Por otro lado, no constituye un mero proceso racional de contabilizar o comparar las pérdidas y ganancias que resultan de una elección determinada.
Más bien parece ocurrir que los aspectos emocionales, derivados de la experiencia de situaciones parecidas, y aquellos aspectos asociados con las consecuencias o con el contexto en el que se da la decisión, desempeñan un papel importante.
De alguna manera, el afecto o desafecto guía la toma de decisiones, simplificando y acelerando el proceso, reduciendo la complejidad de la decisión y atenuando el posible conflicto entre opciones similares.
Para Lucía Halty, psicóloga Analista de Inteligencia de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, las emociones no siempre tienen una acción positiva. “Solo se sugiere que determinados aspectos del proceso del sentimiento son indispensables para la racionalidad”.
Además, la emoción y el sentimiento, junto con la maquinaria fisiológica oculta tras ellos, nos ayudan en la intimidadora tarea de predecir un futuro incierto y de planificar nuestras acciones.
Ante este nuevo enfoque, las emociones, lejos de ser un obstáculo para la toma de decisiones adecuada, como se ha considerado en el marco del pensamiento racionalista, son un requisito imprescindible para la misma. De alguna manera, la investigación neurobiológica actual está confirmando lo que de forma intuitiva describió Pascal en su famosa afirmación de que “el corazón tiene razones que la razón ignora”.
Las personas más honestas toman las mejores decisiones
El científico italiano Alessandro Villa, investigador de la Universidad de Lausanne, en Suiza, analizó las ondas cerebrales que reflejan la actividad eléctrica producida por el cerebro y que son diferentes según el perfil de cada persona.
Según señala esta investigación todavía no saben por qué el cerebro toma decisiones erróneas, pero parece que no evalúa bien la información de la que dispone. Es así que realiza construcciones imaginarias que no se corresponden con la realidad.
Por ejemplo, las personas tienden a sobreestimar las posibilidades reales que tienen de ganar en un juego de azar.
En general, no hay prototipos de personas que toman mejores o peores decisiones, aunque Alessandro Villa revela una observación interesante: “Hay cuestionarios previos que nos permiten medir si un individuo es honesto y humilde. Las personas que tienen una buena cantidad de puntos en estas calificaciones son las que, en un promedio, ganan más, porque tomaron mejores decisiones”.
Dicho de otra forma, cuando 2 personas que son poco honestas se enfrentan a 2 honestas al final ganarán las honestas.
La fuerza de las emociones
De acuerdo con la edición electrónica de la BBC de Londres, se cree, casi de manera generalizada, que los mejores jefes conocen bien su propia mente y escogen el camino apropiado con rapidez. Este es el tipo de persona que se supone debe estar a cargo de una empresa, un ministerio o incluso de un equipo de fútbol. ¿Qué ocurriría si esta opinión está equivocada? ¿Sería realmente mejor poner a cargo a alguien que aplaza la toma de decisiones?
Esa es precisamente la opinión del psicólogo empresarial Adam Grant, que explora el tema en su libro Originales: ¿cómo ven el mundo los no conformistas?
Grant, de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, dice que, por lo general, “la dilación permite disponer de tiempo para que sus ideas se filtren...”.
La opinión del profesor Grant es que los líderes empresariales deben “explorar nuevas ideas temprano, pero retrasar la ejecución de las mismas por un tiempo”.
Como en el caso de la red social Facebook si se aguarda, en vez de apresurarse a entrar, se puede ver cómo evoluciona el gusto del usuario. (I)
DATOS
Hay muchas personas que temen tomar decisiones incorrectas y al hacerlo perder dinero, amigos, estatus, entre otras consecuencias.
El córtex prefrontal permite que se evalúen y controlen sus deseos instintivos basándose en la experiencia y el contexto.
Elegir entre varias opciones puede ser una tarea simple, pero a veces es tan difícil que se convierte en una preocupación importante.
El psicólogo Joseph Ferrari dice que posponer la toma de decisiones puede ser destructivo.