87 internas cuidan a sus hijos durante 3 años en los CRS
El llanto de Nikki despertó a Johana, quien, aún con sueño, tomó a la niña entre sus brazos para amamantarla. La joven madre acarició con sus dedos el rostro de la bebé, quien le devolvió una sonrisa.
El martes último fue un día especial para madre e hija. Johana recuperó su libertad, tras permanecer once meses en el Centro de Rehabilitación Social (CRS) de Chillogallo, al sur de Quito.
En diciembre de 2015, ella llegó al CRS de Chillogallo, con cuatro meses de embarazo, para cumplir una sentencia de dos años de privación de la libertad por asesinato.
En los primeros meses de gestación, Johana sufrió violencia intrafamiliar. En un acto de defensa mató a su esposo.
Durante su permanencia en la cárcel encontró nuevas amistades, que le ayudaron con la crianza de su niña, pues sus compañeras de celda también eran madres de dos y tres niños.
La joven manifestó que la vida en el CRS fue buena. “Me sentí privilegiada, pues en mi encierro cuidaba de mi hija. Empezaré la vida desde cero con mi madre y mis dos hijas, regresaré a Guayllabamba y pararé mi propio negocio”.
En los centros penitenciarios, las mujeres privadas de la libertad permanecen junto con sus hijos de hasta tres años.
Para cambiar esta realidad, hace dos años el Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos implementó un proyecto con el objetivo de respetar el derecho de los niños y el vínculo materno-afectivo.
Proyecto para madres
La ministra de Justicia, Ledy Zúñiga, explicó que para garantizar la atención prioritaria a las progenitoras, mujeres en estado de gestación y a los menores, cuentan con “un proyecto específico en el CRS Femenino de Quito, donde brindan atención especializada a niños y niñas. En los demás centros a escala nacional existen espacios adecuados para el efecto, que permiten aplicar el modelo de atención especializada a hijos de las mujeres privadas de libertad”.
Previo al ingreso de las madres en estos centros, se efectuaron estudios jurídicos, sociales y familiares. Además, Zúñiga señaló que los centros cuentan con equipo humano técnico y especializado en atención psicosocial y pedagogía.
La funcionaria mencionó que en los centros de rehabilitación social femeninos del país hay 87 mujeres que viven con sus hijos e hijas; y 25 embarazadas. Ellas tienen servicio médico y formación educativa.
Casa de Chillogallo
El centro está conformado por cuatro pabellones, donde habitan 56 reclusas y 36 niños. Según Soledad Chamorro, directora de la Casa, el lugar recibe detenidas o internas con sentencia por delitos como tráfico de drogas, asociación ilícita u homicidios.
Zúñiga dijo que entre los resultados obtenidos el más importante fue el de fortalecer la lactancia materna y disminuir los índices de desnutrición. “El proceso une el vínculo afectivo entre madres e hijos. El espacio garantiza y supervisa el pleno respeto de los derechos de las y los niños, quienes son el rostro oculto de la población penitenciaria”.
Nora lleva un año y medio en la Casa de Atención, vive con su hijo de 2 años, desde hace cinco meses. El niño se encontraba bajo el cuidado de su abuela materna, quien estaba enferma.
Además, el padre sufre de alcoholismo y no se preocupaba del menor. A través de trabajo social, el niño fue entregado a su madre, quien lo cuida con esmero.
Antes de las 08:00, Nora arregla al pequeño, para luego dirigirse al comedor del Centro Infantil del Buen Vivir (CIBV). Ahí desayuna, almuerza y se entretiene hasta las 16:00. Mientras se dirige a sus clases para concluir el bachillerato.
Las madres del centro cumplen actividades escolares y recreativas. Trabajan en la confección de sobres de regalo, que son entregados en tiendas y por ello reciben un monto.
La atención a las madres y niños es integral, pues instituciones como el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y de Salud dan cuidados médicos, talleres sobre lactancia, estimulación temprana para los niños...
Luz P., tiene dieciocho semanas de embarazo, fue detenida en período de gestación por el delito de asociación ilícita.
Ella considera que no todo es “bonito” en la Casa de Atención, por el hecho de cumplir una pena y exponer a los niños a ese ambiente. Sin embargo permite una vida más llevadera con los pequeños y la alimentación en el lugar es nutritiva.
Ella está preocupada porque hace cuatro meses, los médicos no le practican un eco y quisiera saber el estado de su bebé. “En Latacunga es un sitio más duro, mientras que en la Casa de Acogida tenemos oportunidades”.
Tras cumplir tres años junto con sus madres, los menores son enviados a sus familiares.
Mayra Chamorro, psicóloga de la entidad, señaló que ocho niños fueron entregados a sus parientes. Durante un año, los ministerios de Justicia y de Inclusión Económica y Social hacen un seguimiento de los menores. Las madres son trasladadas a la Regional Cotopaxi. (I)
En el CIBV los hijos de las privadas de la libertad realizan actividades recreativas y de aprendizaje. Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO