En la parroquia Jima se realizó el 25° festival
Ni el paso del tiempo logra que la chicha se pierda en Azuay
Serpenteando un camino lastrado, malo en casi todo su trayecto, así se llega a la parroquia Jima, desde la Panamericana Sur, un sector distante a 48 kilómetros de Cuenca.
Desde la parte alta de la montaña se divisa a lo lejos la iglesia de la parroquia. Todos saben que está de fiesta y que hay que ir al festival de la chicha (bebida hecha a base de maíz). En el trayecto se huele el aroma del evento, se mira a los habitantes con su mejor traje y con sus máscaras, preparándose para las danzas y como dirían sus habitantes, “todos los caminos llevan a Jima”.
A la distancia se escucha al animador apresurando a las 22 comunidades que llegarán a la plaza mayor con su mejor producto.
La misa ha comenzado. Para muchos, primero está Dios, luego la diversión. Su patrona la Virgen del Rosario, también llamada la ‘Churonita’, convoca a cientos de fieles a la iglesia principal, pero todos comentan que la chicha hay que ir a tomar, luego de que el padrecito dé la bendición.
Los cohetes anuncian que el festival comenzó, apresurada, Jesús Fernández, ayuda a sus compañeras a preparar la comparsa, quieren ganar el festival, ella y sus acompañantes escogieron sus mejores polleras y blusas blancas, también ayudó a preparar la chica a sus vecinos de la comunidad de Guabisay, un sector que está a 10 minutos de Jima, pero la distancia no fue un obstáculo para llegar con un cántaro de este delicioso producto elaborado con maíz morocho, “este maicito cultivamos y tenemos listo para esta gran fiesta”, dijo la mujer.
Una bebida que no se pierde, aunque el tiempo pase
Dicen que la chicha fue la bebida de los incas, ahora sigue siendo la de los moradores de Jima y de muchos de la provincia del Azuay. Este sector es rico en agricultura, sus habitantes siembran maíz y, sobre todo, frutales, su manzana, en especial, es la más codiciada. Por Jima se puede llegar al cantón Gualaquiza, en la provincia de Morona Santiago, atravesando el Moriré, un sector de difícil acceso. Uno de los habitantes nos recuerda que Jima pertenece al cantón azuayo de Sigsig, pero que más cerca está Cuenca en sus distancias.
Ya en el festival, poco a poco se van agrupando los representantes de diversas comunidades, cada uno carga un cántaro de barro, en su interior llevan la chicha para brindar con quienes llegaron hasta Jima.
Elvia Alvarado dice que la bebida fue tomada por sus antepasados y que ahora la toman sus hijos en las festividades. “Nuestros padres tomaron la chica de jora y no dejaremos que se pierda esta tradición”, indicó la mujer que vestía uno de los mejores atuendos para la fiesta y que dejó todo en su hogar para ir a compartir con los visitantes y sus amigos.
Elvia recordó que esta bebida es preparada para no tomar gaseosas en las fiestas de la familia o de la parroquia, pero se consume más cuando se celebran los tradicionales carnavales o la fiesta de la “mamita Virgen” patrona de la parroquia. “La chichita y el cuicito no pueden faltar en nuestros hogares cuando hay fiesta”, manifestó esta habitante de Jima, acotando que para la fiesta de la Virgen llegan familiares que se fueron al extranjero y regresan para dar gracias por los favores recibidos.
“En tiempo de siembras no puede faltar la chichita, eso da fuerza para sembrar el maíz”, dijo, mientras añadía que cuando esta bebida está muy madura quien la toma corre el peligro de quedar dormido, “por la borrachera” que le habrá causado este producto fermentado. “Antes madurábamos mucho a la chicha, pero ahora ya no tanto, en la actualidad más es una bebida”, agregó Gabriel Zhuñio.
Preparación que toma no menos de un año
La preparación de la chicha no se hace de un momento a otro, el ‘punto’ de bebida tarda por lo menos un año. Todo comienza con la siembra del maíz, que se produce durante estos meses, luego viene la cosecha, para inmediatamente iniciar con la selección de los granos que se utilizarán para la chicha.
Según Víctor Marín, vicepresidente del GAD Parroquial de Jima, las mujeres, una vez que tienen el grano, ponen en el proceso sus secretos para elaborar el producto.
“Se pone el maíz a remojar, de 3 a 4 días aproximadamente”, dijo Marín, para luego tenderlo (esparcirlo) en una especie de ‘cama’ para que se seque durante otros 8 días. Una vez que la jora está seca y en sus mejores condiciones, va la preparación en vasijas de barro que es, según sus habitantes, uno de los secretos mejor guardados en estos sectores azuayos. Al tomar un vaso de esta bebida se siente en el paladar el maíz fermentado con un aroma muy agradable.
Para Luis Morocho, la chicha es parte de la tradición e indicó que el trabajo de los padres está enfocado en que esta se mantenga y que la conserven los hijos en los años venideros. “Ahora ellos se enfocan en la ‘comida chatarra’ y saben muy bien que eso es dañino para la salud”, dijo, agregando que junto con esta bebida se deben conservar el mote, los porotos y las legumbres del campo pero no sin químicos.
Luego del mediodía los participantes reparten la chicha de jora a quienes llegaron a la fiesta. La música, los fuegos pirotécnicos interrumpen, de rato en rato, la repartición del producto, “hay que bailar también, hay que disfrutar de esta chichita”, decía Jaime Regalado quien llegó a Jima para ser parte de este festival, “ojalá nunca se pierda esto que es nuestro”, agregó.