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Los extranjeros se acoplan a Cuenca y tratan de ser morlacos

Los extranjeros se acoplan a Cuenca y tratan de ser morlacos
14 de abril de 2013 - 00:00

La cultura cuencana cada día es asimilada por los extranjeros, en especial los norteamericanos que llegaron a vivir a la ciudad. Para ellos ir de compras a un mercado sigue siendo un problema por el regateo.

El escuchar piropos lanzados desde un carro puede asustar o hacer sonreír a las mujeres estadounidenses, pero el aceptar la invitación para comer un cuy sí es algo que les hace pensar dos veces.   

Patricia Milligan llegó de Estados Unidos hace cuatro meses a través de un programa de intercambio. Para ella lo más complicado fue aprender el idioma y   relacionarse con la familia donde actualmente vive.

El peligro al que están expuestos lo peatones en las calles fue otro aspecto que, según ella, no comprendía cuando recién llegó a la ciudad. “Porque para los carros la gente no es importante”, dijo.             

Entre risas contó que los piropos lanzados, en especial por los jóvenes, desde los vehículos, suelen resultarle incómodos. Ella al principio tenía miedo, pero comprendió que esa es una forma de enamorar.    

De igual manera, ir a una tienda y no poder tocar algún artículo para probarlo también le fue incómodo. Ahora conoce que se debe esperar a que un vendedor le atienda.   

Algo parecido sucedió con su compañero de clases, Peter Collins, a quien se le hizo difícil adaptarse a la comida. “La carne es muy indispensable en la comida de acá  y no estaba acostumbrado a eso”, dijo.

Explicó que le tocó irse adaptando, poco a poco, sin embargo  se asombró cuando le pusieron un cuy completo sobre la mesa. “Comer esto es muy raro porque el animalito está entero”, dijo Collins. Añadió que preferiría que se lo dieran en “pedacitos”.

A todo esto se suma los inconvenientes que tuvo con el transporte público, comenzando por los horarios de los buses y por el pasaje. Para él, las paradas no son exactas y en los primeros meses desconocía cuánto se debía pagar. “Yo pagué un dólar, pero en las clases aprendí que es solo 25 centavos”, dijo.    

Estas dificultades y otras también vivió Regina Potenza, quien residía en Monterrey (México) y en un viaje repentino conoció Cuenca y decidió convertirla en su hogar. “Cuenca le habló a mi corazón”, dijo

Ella indica que a veces las personas no entienden su forma de hablar, sin embargo, “yo sé que les doy una explicación chistosa, pero todos son amables y me ayudan”, aseveró entre risas. También le fue difícil comprender que en Cuenca “una chompa es un suéter; las frutillas, fresas; un guagua, un niño, y un cuy, un hamster”.    

Algo que le gusta mucho de la urbe es tener que ir a comprar a distintas tiendas.
“Es necesario ir donde el señor  para comprar pollo y con otro para las verduras, pero prefiero eso y ya no ir al supermercado”, explicó.

Desde que llegó a Cuenca, Regina prefiere andar bien preparada para los cambios de clima. Lleva un saco, una bufanda o un impermeable para recibir las cuatro estaciones en un mismo día, cosa que le parece divertido. Estos y otros detalles tuvieron que aprender a superar los extranjeros que viven en Cuenca.

En Cuenca, ciudad a la que consideran hermosa, viven más de 4.500 norteamericanos y para muchos de ellos este pedacito del Ecuador se ha convertido en el “sueño cuencano”.

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