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Un hecho oscuro en la historia de la ciudad

La muerte del cirujano Jean Seniergues, miembro de la Misión Geodésica

Toda la comitiva francesa que se encontraba en Cuenca fue invitada a una corrida de toros que tuvo lugar en la plaza de San Sebastián (Foto). Foto: Fernando Machado/El Telégrafo
Toda la comitiva francesa que se encontraba en Cuenca fue invitada a una corrida de toros que tuvo lugar en la plaza de San Sebastián (Foto). Foto: Fernando Machado/El Telégrafo
25 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Cuenca. Cátedra Abierta de Historia Universidad de Cuenca

En 1739, la Misión Geodésica se encontraba en Cuenca realizando algunas investigaciones y mediciones que necesitaban para lo que se trasladaron desde Quito. A la ciudad llegó primero el doctor Jean Seniergues por lo que tuvo tiempo de familiarizarse con su gente; lo que le traería problemas.

En su oficio de médico, que con presteza proporcionó en la ciudad, tuvo la oportunidad de conocer a Manuela Quesada cuando atendía a su padre que se encontraba enfermo; luego de visitar varias veces su casa —más de las debidas según el pensamiento de la sociedad cuencana— empezaron a correr rumores de una relación amorosa indebida entre el caballero francés y la dama cuencana. Manuela Quesada, que pasó a la posteridad como la ‘Cusinga’, había estado comprometida en matrimonio con don Diego León, quien rompió su palabra al abandonar a Manuela para casarse con la hija de un alcalde movido por razones de conveniencia a lo que Manuela interpuso una oposición pues León había dado su palabra, este último ofreció pagarle a la familia Quesada cierta cantidad de dinero para que le dejasen casarse pero cuando consiguió su objetivo no pensó cumplir con el compromiso.

El conflicto lo conocía toda la ciudad incluido Jean Seniergues quien pidió explicaciones del proceder de don Diego León al enterarse de un agravio cometido por una esclava de este que se había presentado en la casa de Manuela, tratándola mal, para pedir la devolución de unas joyas que León le había obsequiado durante su noviazgo, pero el caballero negó que su esclava actuara de tal modo y rehusó orgulloso a castigarla lo que provocó la ira de Seniergues.

Estos sucesos llevaron a que León, con una pistola cargada, se enfrentara con Seniergues quien respondió el ataque con sable en mano en plena calle sin haber mayor infortunio para ninguno de los dos. Cuando las cosas estaban ya en este estado, un sacerdote jesuita tomó a su cargo la reconciliación de ambos personajes pero en realidad empeoró la situación ya que dicho sacerdote sería uno de los principales calumniadores del doctor francés acusándolo de amancebamiento público con Manuela Quesada y abriéndole proceso criminal por esta razón. Tal reconciliación no llegó a cumplirse nunca pues un hidalgo de apellido Neira que se había comprometido a llevar a León a la cita para llegar a dicha reconciliación no cumplió y tampoco se excusaron lo que provocó que la querella no tuviese un final distinto.

La sociedad cuencana no aprobaba este tipo de comportamiento y era ya un escándalo que en una ciudad tan pequeña era conocido por todos. Cuando toda la comitiva francesa estuvo en Cuenca, fueron invitados a una corrida de toros que tuvo lugar en la plaza de San Sebastián; durante el quinto y último día de la celebración todos los involucrados en el escándalo se encontraban en dicha plaza. Seniergues, que estaba ofendido por el proceder de Neira y León, que no se presentaron al encuentro, cometió quizá la peor de las imprudencias al mostrarse en público con Manuela Quesada; después de pasear por los palcos ingresó en el que se encontraba dicha dama con su familia, por supuesto con el reproche de los presentes.

En ese instante Manuela reconoció a su padre en medio de una contienda que se desarrollaba en la plaza mientras llevaba puesta una capa escarlata que le pertenecía a Seniergues quien se la había prestado; Neira insultaba a Quesada por lo que Manuela empezó a gritar que mataban a su padre, entonces Seniergues, creyendo que Neira confundía a Quesada con él, bajó a la plaza a defenderlo pero cuando llegó ahí se dio cuenta de que se trataba de una mofa por lo que regresó a su puesto en donde se encontraba en compañía de los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

Neira, quien se había declarado enemigo mortal de Seniergues por ser amigo de León y de su suegro, el alcalde Serrano, se acercó al palco de la comitiva e insultó al médico francés acusándolo de no permitir que la corrida se desarrolle en paz provocando pleitos innecesarios, pero Seniergues, sintiéndose aún más ofendido, le respondió y amenazó a Neira quien se retiró con dirección a sus compañeros, a quienes dijo que Seniergues había querido matarle y que amenazó también con matar a todos por lo que se debía suspender la corrida de toros.

Esta situación fue suficiente para enfurecer a la gente que se encontraba en San Sebastián, sobre la cual Charles Marie de la Condamine se referirá en cartas personales como “la plebe” quienes rodeando a Neira empezaron a gritar “¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno! ¡Mueran los franceses!” y otros gritos sediciosos en contra no solamente de Seniergues sino de toda la comisión.

Las gentes que apoyaban a Neira se acercaban al palco de Seniergues pero este creyó que no era alarmante tal situación y se lo comunicó así al capitán Jorge Juan quien le dejo solo pensando que el alboroto que se escuchaba al otro lado de la plaza era porque se disponían a soltar a un toro pero en realidad era el populacho dirigido por Neira y por el alcalde Serrano gritando “¡favor a la justicia!”; pero este último se retiró junto con su yerno y envió solamente al alcalde de refuerzo permaneciendo lejos del disturbio que habían incitado. Mientras tanto, Seniergues, al observar que la situación estaba comprometida, decidió retirarse, pero la multitud lo había alcanzado ya, así que decidió defenderse con su sable de los ataques y los varios golpes que le propinaban.

De este modo llegó a un lado de la plaza de toros bajo las constantes pedradas las cuales le habían derribado las armas y de las cuales se defendió con las manos, en un último intento de huir trató de abrir una puerta que cerraba la barrera pero dejó medio cuerpo afuera ya que no logró abrirla por completo convirtiéndose en blanco fácil de sus perseguidores quienes aprovecharon este contratiempo para al grito de ¡matadle! Cayó Seniergues acribillado recibiendo la estocada final, según la gente, del propio Neira. Corrió en su ayuda el capitán Jorge Juan pero fue detenido pues pensaban que se exponía demasiado. El resto de la comitiva, conformada por La Condamine y Antonio de Ulloa, que se hallaba en otro palco también fue atacada a pedradas y en seguida se vieron con las espadas en el pecho. (O)

Un hecho que no fue esclarecido con rapidez

El asesinato del médico que acompañaba a la Misión Geodésica que provenía de Francia es uno de los episodios de la historia cuencana que se recuerda con cierto recelo por parte de quienes conocen el suceso ya que fue un hecho de violencia que no se esclareció con rapidez y que aún hoy sigue planteando dudas sobre lo que realmente sucedió. Lo que sigue es un recuento de los hechos desde cómo lo observaron los miembros de dicha Misión, en especial Charles Marie de la Condamine además de datos proporcionados desde cómo se ha contado el hecho desde la visión de los cuencanos.

Era el año 1735, el Rey Felipe V permitió que en sus dominios en América se realizaran investigaciones por parte de la Misión Geodésica Francesa que fue enviada a varios lugares del mundo para realizar algunos trabajos y mediciones que permitieran determinar la forma de la Tierra, cuánto mide y algunos puntos estratégicos como el mismo centro de la Tierra que resultó estar en la ciudad de Quito, capital de la Real Audiencia de Quito en medio de la infranqueable Cordillera de los Andes y donde el tiempo pasaba lento y la vida era un tanto monótona a donde llegaron en 1736.

En esta comisión se encontraba el geógrafo Charles Marie de la Condamine, el físico Pierre Bouguer, el astrónomo Louis Godin, el doctor Jean Seniergues y los españoles Antonio de Ulloa y Jorge Juan. (O)

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