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Ecuador, 02 de Febrero de 2025
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El Telégrafo
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Fiesta por la democracia a favor de quien sería uno de los presidentes de la república

La campaña por la candidatura de Antonio Borrero convocó a cuencanos de todas las clases

Un monumento al expresidente de la República Antonio Borrero se levanta en la avenida Fray Vicente Solano de la capital azuaya. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo.
Un monumento al expresidente de la República Antonio Borrero se levanta en la avenida Fray Vicente Solano de la capital azuaya. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo.
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El día 16 de octubre de 1875, Cuenca vivió una gran fiesta cívica, de la cual nos queda como memoria histórica el hermoso relato escrito e impreso en Cuenca, en forma de carta dirigida a los miembros de la Sociedad Patriótica de Loja, por parte del lojano Francisco Muñoz M., miembro de esta Sociedad.  

Este breve relato nos permite conocer los sucesos de la aclamación y de la aceptación de la candidatura a la presidencia de la República, así como parte del discurso del ilustre cuencano y azuayo Dr. Antonio Borrero Cortázar. Muñoz Inicia su relato diciendo: “Recordados amigos: cuando partí de mi país para esta ciudad, les ofrecí comunicar cuanto aquí ocurriese favorable a la causa que sostenía la sociedad que formamos, y en cumplimiento de esta oferta les he remitido varios impresos y por las mismas le dirijo esta que se concentra a instruirles de lo ocurrido el día sábado [16 de octubre]”.

A través de esta carta deseaba Muñoz que los pueblos de las provincias y Loja tengan conocimiento de los honores tributados por los liberales a su candidato y trata de brindar un recuento fidedigno de los sucesos del día 16 de octubre, vividos como una verdadera fiesta cívica.

Siguiendo las palabras de Muñoz: “La mañana del sábado 16 del presente era risueña deliciosa; y, a la vez que el sol bañaba ya con su dorada lumbre las lejanas colinas de los montes, movíase el pueblo en grupos más o menos numerosos, y con noble afán volaba en pos de su engrandecimiento y al encuentro de su libertad. En todos los semblantes se había estampado la esperanza de un futuro feliz, de una era de emancipación. Los respetables ancianos, los jóvenes y los niños de las diversas clases de la sociedad cuencana sin distinción de puestos ni de alcurnia, como debe ser en un pueblo ilustrado y republicano, ocupaban en masa las calles de la ciudad y presentaban a mi vista un conjunto variado y majestuoso. Dando a mi imaginación un ideal sublime de la soberanía de un pueblo. En el mayor número de las casas se habían expuesto al público el signo de su regocijo; el pabellón de la República pendía de los balcones, lujoso en competencia y marcado con las inscripciones que el genio y la verdad de la causa había inspirado a los liberales”.

Ese día comenzó la movilización de los ciudadanos que deseaban mostrar su apoyo, patriotismo, regocijo y respeto a su candidato. Hacia las 11 de la mañana, cruzaron por la calle más de 200 caballeros bien montados, que se encaminaron hacia la casa de la Sociedad Patriótica Azuaya, de donde salió una numerosa y populosa comitiva que, de manera armoniosa, ordenada y simbólica, fue precedida por su presidente el doctor Manuel Vega, quien portaba la bandera nacional y se dirigió hacia la plaza.

Desfile cívico de los miembros de la Sociedad Patriótica del Azuay

El desfile cívico estaba presidido por la banda de música, cuyo director, a caballo y terciado de una banda púrpura, llevaba su respectiva bandera. Según las palabras de Francisco Muñoz: “Los músicos que eran 20, hacían brotar de sus instrumentos una melodía capaz de mover al alma a distintos afectos, como la movían las líricas notas del inmortal Paganini. Ellos llevaban al costado izquierdo del pecho una rosa de cinta tricolor y sobre ella el retrato del señor doctor Antonio Borrero”.

Seguían a la banda, marchando a pie, el cuerpo de artesanos; “enseguida y a caballo el apreciable cuerpo médico; después… el respetable cuerpo de abogados; uno y otro con sus respectivas banderas, y a continuación ostentaba su cara batiéndose orgullosa, la bandera de la Sociedad patriótica, honrada de sus miembros que igualmente a caballo, con suma elegancia, daban a su estandarte un carácter de magnificencia. Como el último de los grupos, además de los señalados, marchaban a pie un gracioso cuerpo de niños secundando con su débil, pero ferviente voz, las vivas y aclamaciones de los cuerpos precedentes. Éste cuerpo llevaba también su bandera, sencilla como su alma y sin embargo honrada con la que con el acompañamiento de no poca gente que lo rodeaba”.

El desfile dio vueltas a la plaza y luego se dirigió cantando vivas, hacia la casa del Dr. Borrero, donde fue saludado y se entonaron 3 himnos: el nacional y 2 de los dedicados a este personaje por parte de los profesores Morocho y Rodríguez. En su casa, el candidato pronunció un discurso de agradecimiento y ofreció un gobierno de paz. Luego la marcha cívica continuó por la carretera de San Sebastián recibiendo en el tránsito algunas coronas de los balcones. En la plaza de San Sebastián dio vivas por Guayaquil y en el puente del Vado por Loja; y volvió el punto primero dando también en la calle que conduce a Quito vivas por la capital, como también por otras provincias. Por la noche “más de 500 cirios conducía el pueblo en las manos, acompañados por la bandera liberal llevada por los liberales que apoyaban la candidatura de Borrero”, y se dirigieron hacia la plaza para escuchar nuevos discursos, los cuales fueron pronunciados desde el balcón como tribuna, dispuesto por el Señor Mariano Moreno en su residencia. Finalmente, terminados los discursos los participantes volvieron la bandera a la casa de la Sociedad Patriótica. Mujeres, niñas y jovencitas también formaron parte de esta armoniosa fiesta cívica, en la que manifestaron su interés y esperanza por la felicidad de la patria.

Finalizado el día escribe la carta el señor Muñoz, invitando a los lojanos de la Sociedad Patriótica a realizar o imitar la fiesta cívica en su ciudad. Este relato nos permite entender las propuestas políticas de los liberales y las esperanzas de los pueblos de las provincias de Azuay y Loja que habían puesto en el cambio político que significaba la presencia de Borrero en la presidencia, que quedó trunca con el golpe de Estado que arrebató el poder a quién lo había ganado en justas y populares elecciones.

Un discurso cargado de emociones

Recuento de Francisco Muñoz M. sobre el discurso cívico de Borrero: Con la sonrisa de un amoroso padre para sus leales y nobles hijos, se dirigió al pueblo así: “Desde el Carchi al Macará, y a pesar de mi oposición para elevarme al poder, se ha invocado mi oscuro nombre en las provincias de la República; y, a la vez que me llena de gratitud, me avergüenza también la firme constancia de mis favorecedores. En vosotros, cuencanos el entusiasmo es grande, es quizás sin rival, os lo agradezco de corazón, porque para vosotros no puede haber de mi parte otro mérito que el vínculo que me une como azuayos; mas, permitidme que en este solemne día, sin duda de vuestro aniversario, extienda mi gratitud profunda a las provincias de Loja y Guayaquil, donde, sin recomendación alguna ha sido sostenida con valeroso honor mi candidatura. Venero, pues, altamente el augusto nombre de la libertad que proclamáis con nobles fines. Mi vida será corta para manifestar a estas provincias, a vosotros, azuayos, y a las demás secciones de la República mi agradecimiento. Mi misión, si la Providencia me ha destinado para que en este periodo gobierne la Nación ecuatoriana, será de paz; os lo prometo.” Terminó la alocución con infinitos vivas para Borrero y para las provincias de Azuay, Guayaquil y Loja; y luego regresó el concurso de la plaza, donde se entonó por segunda vez el himno en el punto en que se había colocado la tribuna.

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