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La memoria de un tiempo de explotación campesina

Huasipungueros y huasicamas, voces invisibilizadas de la parroquia Tarqui

Huasipungueros y huasicamas, voces invisibilizadas de la parroquia Tarqui
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Con el inicio de la época republicana, el sistema de huasipungos se extendió hacia la región de la Sierra sur y, puntualmente, a algunos territorios rurales de la provincia del Azuay, incluyendo Tarqui.

Simultáneamente, con la implementación del huasipungo surgieron otros sistemas de explotación parecidos; en el caso de Tarqui, y con base en la información obtenida de nuestros informantes, la huasicamía era otro de ellos. Comúnmente este sistema se utilizaba en esta parroquia desde inicios del siglo XX hasta la década de los setenta cuando se aplica la segunda Ley de Reforma Agraria.

En este sentido, es importante distinguir las dinámicas que presentaban estos 2 sistemas de dominación de origen colonial. “El sistema del huasipungo consistía en la cesión de una pequeña parcela de tierra que hacía el patrono al trabajador agrícola para que este levantara en ella su vivienda —generalmente una choza—, la cultivara con su familia y se pagara con sus frutos las horas de labor que entregaba al dueño de la hacienda. […] Por lo general el huasipungo se afincaba en suelos poco fértiles situados en las alturas de los páramos. A cambio de su permiso para cultivarlos y de un mísero salario adicional, el indio y su familia entregaban mano de obra casi gratuita al dueño de la heredad” (Borja, 2012:1.030).

Por otro lado, los huasicamas eran empleados que además de trabajar varios días a la semana en las tierras de su ‘amo’ en pago por el uso de su parcela, debían realizar otras actividades relacionadas al cuidado de la hacienda, como recolectar leña, pastar cabezas de ganado en los páramos, ordeñar a las vacas, limpiar y arreglar las casas de las haciendas, cocinar para los hacendados, todo esto de forma rotativa y periódica; es decir, los indígenas tenían que movilizarse por un período de 15 o hasta 30 días a la casa del huasipungero para realizar las actividades mencionadas, abandonando sus tierras.

La explotación y humillación que vivieron varios de los padres y abuelos —e incluso gran parte de nuestros entrevistados— todavía se mantienen latentes en las memorias de los habitantes de Tarqui. El dolor y la indignación se hacían presentes cuando se topaba el tema de la tierra y el huasipungo; sin duda, rememorar estos momentos negros para la historia de los pueblos indígenas y campesinos resulta incómodo, pero es totalmente necesario.

En el caso de la parroquia Tarqui, y de acuerdo con la memoria histórica de sus habitantes, los campesinos e indígenas debían primero trabajar en actividades de huasicamías y después de varios años de servicio, el huasipungero entregaba a los peones, como ‘recompensa’, los terrenos ubicados en las partes más altas de una loma, estos terrenos se denominaban huasipungo. Todo este sistema de dependencia del campesinado serrano, si bien variaba de un territorio a otro, era reconocido por la corona española como huasipungo.

Uno de los líderes comunitarios que trabajó en el sistema de haciendas en Tarqui y que además participó en la defensa de la propiedad de la tierra en la década de los años sesenta y setenta fue don Alberto Zhingri Tenemea; este actor local, perteneciente a la comunidad de San Francisco de Totorillas, recuerda claramente su vida en los huasipungos: “Antes, eran haciendas, no propiedades como ahora. Los terrenos eran solo de los hacendados, Vélez, Moscosos, Burbanos, Álvarez, Paredes, eran algunos; unos tenían más haciendas otros menos. En las haciendas trabajábamos nosotros, el patrón tenía su peón, entonces, daba una parcela de terreno para que trabaje, le daba unas 5 hectáreas o menos. Ellos [los patrones] decían: ‘Vos: ocupa esto. Tienes que trabajar 3 días: lunes, martes y miércoles en la tierra y el resto del día en la hacienda, sirviendo al patrón’, cuidábamos ganado, antes era huasicama cada peón cuidaba su ganado de la hacienda del patrón. Cada 15 días pasaba el cuidado a otro peón, nos turnábamos, toda la gente pobre de esta comunidad trabajamos en las haciendas”.

Otra información importante es la que proporcionaron los miembros de la comunidad de Atucloma, quienes, en medio de una conversación, comentaron: “En la época de la existencia de las haciendas, las personas trabajaban en los terrenos desde tempranas edades y se distinguían 3 jerarquías en los trabajadores: la primera era el mayordomo, que era el segundo jefe después del dueño de la hacienda y era quien controlaba a los trabajadores; la segunda era el huasicamero, que estaba encargado de cuidar la hacienda y los animales; y, finalmente, estaba el cuentayo que era la persona que se quedaba a dormir entre los animales en las noches para evitar que el ganado se pierda o lo roben. Las personas trabajaban 2 días seguidos para obtener un pedazo de hierba para sus animales; en el año después de haber trabajado continuamente se obtenía de 80 a 90 sacos de maíz para consumo propio de los huasipungueros, ese maíz se consumía durante todo el año en mote, máchica, mazamorra y chicha. Las propiedades de las haciendas se repartieron a los servidores cuando se aplicó la Ley de la Reforma Agraria”.

En conclusión, el sistema de huasipungos y sus modificaciones, como las huasicamías, si bien fueron ampliamente visualizados en la Sierra norte del Ecuador, también tuvieron sus réplicas en territorios australes y puntualmente en la provincia Azuay, en donde todavía se pueden revivir estas dolorosas experiencias en cada uno de los testimonios de los pobladores de Tarqui. (O)

Una reflexión sobre nuestros indígenas

Es importante aproximarse a la historia económica y de vida de los indígenas y campesinos de nuestra región, a la explotación que ellos vivieron en las haciendas y a su propio imaginario sobre el poder —ejercido en muchos casos de manera vertical—, que mantenía además un etiquetaje étnico cuyas consecuencias aún se pueden sentir en la división social, pero ante la cual hay nuevas perspectivas más críticas de rechazo. Se trata no solo de una historia de la época colonial que se podría percibir como distante, sino de una mirada a buena parte del siglo XX.

El presente artículo forma parte de un proyecto mayor en el que un equipo de la Universidad de Cuenca trabajó, mediante etnografías y levantamiento de material documental, para dar la voz a aquellos que han sido silenciados. Este se sitúa en Tarquí, una de las 21 parroquias rurales del cantón Cuenca, provincia del Azuay, que cuenta con una superficie aproximada de 15.100 hectáreas.

Su pasado cuenta una serie de sucesos y momentos importantes para la historia local y nacional, por ejemplo, la llegada de la Primera Misión Geodésica Francesa, que eligió el cerro Francés Urco, también conocido como Puguín, para finalizar sus mediciones en el continente Americano; sin embargo, han existido otros procesos de luchas sociales que por situaciones coyunturales han sido invisibilizados, tal es el caso de la presencia de las huasicamas y los huasipungos en estas tierras. (O)

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