Familia de cóndores levanta su vuelo por los cielos azuayos
Tres cóndores fueron avistados el último año en la provincia del Azuay. aparentemente los únicos que habitan en esta región. El sitio donde se los observó se mantiene en reserva por cuestiones de seguridad para los animales.
Fausto Cardoso y Gustavo Landívar, dos cuencanos, hicieron un seguimiento el año pasado a estas especies en peligro de extinción. En enero de 2012, ambos llegaron hasta el lugar donde uno de ellos tenía su morada.
Según Cardoso, es un espacio agreste y en algunos tramos con precipicios muy peligroso. Allí hay una flora llena de cactus, bromelias, acacias y también existen otros animales como pequeños ratones de monte, serpientes, arañas, guatusas y zorrillos. Desde el poblado principal se necesita recorrer dos horas a pie para llegar a los nidos.
Es necesario tener capacitación especial para avanzar entre los peñascos por la dificultad del terreno. Tras haber divisado al primer cóndor, Cardoso y Landívar le pusieron el nombre de Soraya para poder identificarla.
Cuando llegaron al sitio vieron que el ave se posaba en una pared de unos 250 metros de altura. Con el paso de los días notaron que algo más existía en el lugar hasta que descubrieron, -casi por casualidad-, a un ave que se movía muy torpemente en el piso. Lo identificaron y comprobaron que se trataba de un polluelo de color gris que casi se perdía entre la tierra.
Tras este hallazgo, los excursionistas lo llamaron Arturo. Según Cardoso, el polluelo pudo haber nacido entre el mes de diciembre del 2011 y enero de 2012.
Durante ese año no le quitaron la vista de encima y vieron cómo iba cambiando su plumaje hasta lograr el primer vuelo.
Desde enero hasta agosto, el polluelo se movía lentamente y tenía la asistencia de su madre. “Cada vez iba tomando forma ese peluche”, dijeron. En octubre, el ave comenzó a ensayar sus primeros vuelos. “Extendía sus alas y luchaba contra el viento”, recordaron.
En noviembre pasado, el pequeño cóndor alzó vuelo y se fue a lo más alto de la montaña. En el mismo mes, apareció su padre, al que luego le llamaron Manuel. Los tres en varias ocasiones levantaron vuelo y surcaron esos lugares.
Para los azuayos, este lugar no debe ser delatado públicamente porque la familia corre el riesgo de ser cazada, aunque el lugar es de difícil acceso. “El convivir con los cóndores sin duda es una de las mejores experiencias”, dijo Gustavo, quien comparó a las aves con un escenario donde los espectadores esperan a los artistas para aplaudirlos. “Así nos hacían esperar por horas hasta verlos”, dijo.
Ernesto Arbeláez, miembro del zoológico Amaru, dijo que estas son aves que en pocas horas pueden moverse desde los valles interandinos y subir hasta los páramos sobre los 4 mil metros de altura en busca de alimento. De igual forma, indicó que quizás estos son los últimos lugares que tienen los animales para anidar y levantar vuelo sin molestias.
El cóndor es indispensable para el ecosistema del páramo y a pesar de su tamaño no es un animal peligroso ni para el humano ni para el ganado.