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Diversos actores y estilos de vida se presentaban en este trabajo
En Azuay se desarrolló una intensa historia de contrabando de alcohol
En la Administración del presidente José María Placido Caamaño, en 1924, el alcohol y otros productos como el tabaco, entraron en el ramo de los artículos controlados por el Estado y se promulgó la Ley de Estanco de Alcoholes, para ello se formó un organismo burocrático dependiente del Ministerio de Gobierno.
Los productores de alcohol de caña de azúcar (cañicultores), debían someterse a una reglamentación que autorizara producir alcohol con un cupo regulado: una hectárea de caña de azúcar podía producir 3 mil litros.
La Ley de Estanco de Alcoholes fue creada no con la finalidad de controlar la producción de alcohol, sino, como reseña la prensa de la época, (Diario El Mercurio, miércoles 15 de junio de 1932), con el fin de acaparar ingresos para un Estado débil y endeudado, en el fondo, perjudicando al cañicultor; algo que creó fuerte resistencia en los esforzados agricultores de la caña de azúcar.
El muy apetecido cargo de Gerente de Estancos del Azuay y Cañar de ordinario recaía en un adepto al gobierno de turno. El Gerente percibía un sueldo nada despreciable; además de las comisiones, tenía a su cargo a inspectores, oficinistas, bodegueros y numerosos guardas. En Azuay y Cañar el alcohol producido llegaba a las bodegas de Cuenca y se centralizaba en Durán, donde se producían alcoholes rectificados para la industria, sobre todo médica, algunas empresas y tintorerías, al igual que para bebidas alcohólicas certificadas.
Las provincias de Azuay y Cañar, en el año de 1925, producían aproximadamente el 60% del alcohol a nivel nacional; solo este dato revela, la trascendencia del cargo de Gerente de Estancos del Azuay y Cañar y, por otro lado, las fuertes presiones que había sobre la producción del alcohol.
Esta coyuntura sumió a los pequeños cañicultores en la pobreza. Los productores, que antes tenían libre venta de alcohol, para disponer de un mejor ingreso debían producir mayor cantidad de la señalada por el cupo, en componenda con los guardas de estanco, muchos de ellos empleados pobres que subsistían cumpliendo su deber con sueldos bajos. Los guardas eran quienes controlaban los sellados tanques de alcohol que iban al estanco regional.
El contrabando del alcohol evadía el “estricto control” y el cañicultor podía tener un ingreso extra, que era participado con el guarda de estanco.
Otros actores del contrabando
Aparte de los productores se crean “gremios de contrabandistas”. Aparece un nuevo actor social: el marginal negociante de alcohol, el contrabandista, que a base de no poco esfuerzo comerciaba el producto de manera ilegal. Cuenta don Julio Jiménez quien vive en Guagualcay, anejo azuayo de la zona del Cajas, —una de las rutas que los contrabandistas del alcohol usaban— que: “sí valía el negocio del contrabando; a veces, con mucho riesgo debíamos torear a los guardas y demás autoridades evadiéndolos para que el traguito no sea confiscado […] el aguardiente lo llevábamos en las perras de caucho de don Cedillo, que eran confeccionadas en Baños; cada perra tenía una capacidad de 40 litros y 2 de ellas se montaba en las mulas para su traslado”. El cargamento era rentable cuando la recua tenía 5 caballos (400 litros en total), o más. Este debía llegar al negociante del alcohol, quien lo entregaba al dueño de la cantina. Así se cerraba el círculo del aguardiente de contrabando, que era consumido por los clientes, algunos alcohólicos consuetudinarios —de allí la fama de la región sur del Ecuador—.
El gato, el ratón: una tragedia sangrienta
La persecución por parte de los inspectores y su cuadrilla de Guardas de Estanco a los contrabandistas da para tejer infinidad de relatos con tintes épicos y hasta a veces trágicos. Recuerda don Julio Contreras de Sayausí: “una sola vez me agarraron, pero en 10 ocasiones pude entregar el alcohol”, acostumbraba entregar en Checa y “de allí llevaban a Cuenca”.
Don Julio hace memoria del acontecimiento ocurrido el 5 de junio de 1932: los 9 Guardas comisionados y su inspector, sin mediar razón, ni explicación, destruyeron algunas moliendas con sus destilerías, mataron animales domésticos para servirse de ellos, e incluso quisieron abusar de las mujeres. Los productores de Sanaguín, hastiados de los abusos se organizaron y dieron muerte a 9 de ellos, incluyendo al Inspector Jefe de la Comisión de Guardas de Estanco. Los culpables que pudieron ser apresados y acusados de criminales, pagaron con la pena máxima en el Penal García Moreno de Quito. Doña Estrella Contreras con mucho orgullo dice: “mi abuelo fue valiente y nunca se dejó doblegar por la tortura del presidio, cuando salió, volvió a ser un honorable agricultor, hasta su muerte en Sanaguín”.
Cuenta don Jesús Gutiérrez que: “en lo más alto del páramo del Cajas aparecieron, en medio de una densa neblina, 2 guardas. Él con su recua de 6 acémilas cargadas de alcohol invocó la protección de la Santísima Virgen y el ¡milagro se hizo!; cuando los guardas revisaron el contenido, las perras se habían transformado en inmensos zapallos”. Todo un milagro.
Si la confiscación se hacía, todo el contrabando era requisado, incluidas las acémilas —las más estimadas eran las mulas por su gran aguante en los lodazales y a la fatiga. Todo iba a parar al Estanco, las bestias eran rematadas y no podían ser recuperadas por sus dueños—.
La producción de alcohol de la provincia del Azuay del valle de Yunguilla venía por Girón; la de los valles de Paute y Gualaceo salía por el Descanso o por las alturas de San Cristóbal, Challuabamba y, sobre todo, la de Sanaguín, Taquiculebra y Chaucha, por el Cajas y Soldados. De la provincia del Cañar procedía el aguardiente de las zonas de Shucay, Ocaña y Gualleturo. Rutas para extraer legalmente el producto eran también usadas para el contrabando. (I)
Una ley para que el Estado tenga sus ingresos
Creada durante la presidencia de José María Plácido Caamaño (1920-1924), la Ley de Estanco de Alcoholes provocó el aumento en el contrabando de alcohol y el hábito alcohólico, además de una notable burocracia, según notas de prensa de la época. En la capital residía la Gerencia General de Estancos, un puesto de gran influencia; en las provincias se encontraban las Gerencias Regionales que alcanzaron un poder político y económico notable; se completaba el cuadro con los inspectores y los guardas de Estancos, nombrados del común de las personas, quienes cometieron atropellos detonantes del rechazo de los pequeños productores.
Las Gerencias Regionales eran ocupadas por personas de la élite con mucha influencia en las autoridades regionales, pero su cargo duraba dependiendo del gobernante electo y casi siempre eran removidos al final de un período gubernamental. El gerente nombraba a inspectores regionales y a guardas de estanco. El Gerente de Estanco debía mantener buenas relaciones con sus subalternos, quienes llevaban una vida social activa, sobre todo en festividades como onomásticos, navidades, carnavales, entre otras.
El Inspector tenía jurisdicción regional en el control del alcohol; estaba bajo su mando, numerosos Guardas de Estanco conformaban patrullas de control regional. Los guardias de estanco controlaban las moliendas de caña, por regiones productoras. Debían permanecer en ellas durante la producción. (I)