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Las curanderas atienden solo los martes y viernes
El ‘Chuca-chuca’ una vieja tradición que se mantiene en Azuay
Viernes al mediodía en el centro de Cuenca: caos vehicular, el calor del sol andino, el olor a refrito indicando que se acerca el almuerzo. Parece imposible escaparse del corre corre de una ciudad ajetreada, hasta que se ingresa al mercado 10 de Agosto.
Entrar a este sitio es como escaparse a otra realidad, una con gente más atenta a las necesidades, con soluciones para cualquier problema y con una sonrisa persistente. En la cultura del mercado hay una dimensión especial, la de las limpias.
Una madre se abre paso con un bebé colgado en la espalda y otro de la mano que no para de llorar. “¡Guambra malcriado!”, dice la madre mientras se abre paso entre los puestos de venta y se dirige hacia las curanderas, que están sentadas en bancos, rodeadas de hortalizas. Seis mujeres atienden a diferentes clientes, la mayoría bebés o niños que lloran mientras les pasan un huevo por todo el cuerpo.
“¿Cuánto cuesta, mi seño?”, pregunta la mujer. “Tres dolaritos”, le responden. Doña Rosita, la curandera, le pide al niño que se ponga de pie. Con una rama de hojas fragantes comienza el azote. Hace el signo de la cruz con las hierbas, mezclando la superstición con el catolicismo. La curandera mira hacia otros lados mientras fustiga a su paciente, pero a la vez lo hace con toda su fuerza. Se agacha luego a coger un huevo de una funda negra y empieza a sobarlo por todo el cuerpo del niño, especialmente en los hombros y la cabeza, mientras recita algunas frases inentendibles.
La parte más temida se acerca: la escupida. Doña Rosita acerca a su boca una botella de Gatorade llena con un líquido amarillento, aprieta los labios y escupe con todas las fuerzas hacia la cara, una vez más en la espalda y otra en el estómago.
Al lado de doña Rosita, la señora María también ejerce de curandera, con un carácter similar al de su vecina. Sentada en medio de montañas de plantas fragantes, como si fuesen un fuerte blindado contra las malas vibras, María utiliza en sus curaciones perfume con agua bendita en vez de aguardiente como doña Rosita.
Ambas son frías y cortantes al momento de buscar una conversación con ellas. El carácter fuerte y frío de doña Rosita y de María, y en general de todas las curanderas, juega un papel importante en la limpia. Es imprescindible que las operantes se comporten de esta manera para que “los espíritus nocivos les teman y las respeten”.
En el libro sobre supersticiones y costumbres en Ecuador, Oswaldo Encalada cuenta cómo, en la Costa ecuatoriana, para curarse de la picadura de una culebra, la gente recomienda hacer una infusión de una flor que se parece a la cabeza de una culebra.
Es ahí donde se crea una conexión metafórica entre la culebra y la flor; por más que no exista ningún componente químico que pueda curar la picadura, sí existe la conexión mental entre lo uno y lo otro. “La mente juega un papel poderosísimo. Aunque somos cuerpo físico, también tenemos que recordar que somos cuerpo mental y espiritual”, explica Encalada.
Marcelo Naranjo, antropólogo, establece 2 tipos de enfermedades: las enfermedades de Dios y las que se dan en el campo.
Existe así una fusión de dos creencias y una amalgama de varios elementos y símbolos. (F)