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American College trata de rescatar las costumbres de este barrio cuencano

El Chorro: de la callecita de lastre y las veredas angostas solo quedan recuerdos

Desde el barrio El Chorro se puede divisar el centro histórico de Cuenca. En el sector aún se conservan las viviendas que son parte del patrimonio de la ciudad. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo
Desde el barrio El Chorro se puede divisar el centro histórico de Cuenca. En el sector aún se conservan las viviendas que son parte del patrimonio de la ciudad. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo
16 de noviembre de 2014 - 00:00 - Alberto Machuca. Colaboración Especial

El Chorro es uno de los barrios tradicionales de Cuenca. Su nombre se debe a una caída de agua en la parte alta de la ciudad, que cruzaba por la calle Antonio Borrero hacia las calles Pío Bravo, Vega Muñoz y Sangurima.

Saúl Chalco Quezada define al barrio de antaño como “la callecita de tierra lastrada, con 2 veredas estrechas que afanosamente diariamente la vigilan, de grises adoquines, un foco lánguido en las noches remeda a la barriada alumbrar. Se llaman sus calles Presidente Antonio Borrero Cortázar, entre Vega Muñoz y Pío Bravo, se alarga por arriba hasta la subida del Cuartel, en donde brota y persiste el Chorro de agua de donde proviene su nombre”.

La lista de personajes tradicionales comienza con el ‘Pacharaco’, que fue un justiciero criollo, conocido como el defensor del pueblo. Castigaba, con látigo en mano, siempre a carreras, a todos los ociosos y corruptos de las calles y mercados; persiguiéndolos hasta darles su paliza. Se lo encontraba por las callejuelas angostas y adoquinadas, vestido siempre con un uniforme militar que había encontrado coincidentemente. Con su infaltable látigo correteaba, a los niños que no iban a la escuela, a los ociosos, a los chismosos, mentirosos y corruptos. Frecuentaba el barrio de El Chorro y el Mercado Municipal 9 de Octubre. Su barba mal cortada era parte esencial del diario transcurrir de la barriada.

Igual importancia, en su categoría, tiene Luis ‘el Betunero’, cuya característica era su rengura al caminar, llevaba cada día a cuestas su cajón de tinta y bacerola; de sonrisa fácil, era muy peculiar por silbar melodías de las canciones de su época. El ‘Suco de la Paja’, llegaba cargando un costal de restos de paja toquilla y listo para contar sus historietas a quien lo solicitara, anécdotas de grandes estrategias de guerra, de grandes victorias frente los peruanos, de lugares en donde se llevaron a cabo heroicos combates, matizados de rato en rato sus relatos con pausas para sorber profundamente un cigarrillo envuelto en papel amarillo.

El ‘Barrabás’, era el zapatero del barrio, de nombre Jaime Bustamante, voluntario del Cuerpo de Bomberos de la ciudad, entusiasta para organizar los años viejos junto con don Lucho Vivar, apodado ‘Gagarin’, como el astronauta, hábil carpintero, siempre alegre, siempre silbando, de vez en cuando tan alegre, cuando venía libando. El ‘Legionario’, personaje joven de aquel entonces, alegraba el barrio en los partidos de indor con sus charlas y sus carcajadas.

En el barrio El Chorro estuvieron las primeras tejedoras de sombrero de paja toquilla, al igual que la primera empresa exportadora de este producto ecuatoriano. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo

Casitas y familias del recuerdo

En la esquina de la calle Vega Muñoz, la casa señorial pintada siempre de celeste con blanco de doña Fila Merchán; más abajo, la tienda de las Villacís, lugar imprescindible para comprar los muchachos del barrio el pan de huevo, las costras, los delicados, y las muchachas, las guaguas de trapo, el dulce de higos, las vinchas, los imperdibles, los automáticos, el resorte. La tienda de abarrotes de doña María, más conocida con mucho cariño como la ‘mama Suca’. Mama Suca era una respetable anciana, de cabellos canos, bolsicón y pollera, es decir, el símbolo de la cuencanidad, de sonrisa buena, amable, arrendaba la tienda a la familia Hurtado Álvarez.

Estaba también la familia Díaz Orellana, sus hijos Jail, Galo, Hernán y Ruth; y la familia Barros: don Luis, marmolista, de grueso bigote y dientes adornados con chispas de oro. La familia Chávez, su jefe de familia: don Rección, extraño nombre, era de profesión hojalatero, vestía terno negro algo usado y manchado, infaltable chaleco, sombrero, muy encorvado, caminaba con sus manos atrás, inducía respeto. La casa de ‘mama Michi’, pequeñita, muy pobre, en su cuartito oscuro vivía con sus nietos el Bosco, el Mushuco, el Luis, la guagua Michi, nieta consentida, y el gato negro. La puerta de su cuarto permanecía cerrada, de vez en cuando se observaba que tejía un sombrero de paja toquilla, para ganarse quizá unas monedas para la mantención.

Siguiendo la ruta, una casa muy grande, con un gran callejón, patio de césped, patio trasero, de 2 pisos, imponente, la llamada la Casa Brando, de un gringo exportador de sombreros de paja toquilla. Aún quedan ciertos rezagos de esa empresa con algunos empleados que azocan y planchan. A propósito de la mención de esta empresa exportadora, es necesario destacar la actividad de las familias del barrio El Chorro que se dedicaban unas al tejido de los sombreros de paja toquilla, otras al azoque, que es la técnica mediante la cual se aprietan los remates a cabos de los sombreros para que el tejido no se abra.

Más vecinos del El Chorro

Una casita de un piso —con alero característico— arrendaba don Macario Peña, joyero. Su característica especial: alegre, infaltable silbido de melodías románticas, gran conversador, le encantaba narrar historias de miedo y de suspenso que relataba a sus amigos y compadres en las noches de barrio, amenizadas con uno que otro drake, taza de café o té con galletas. Y la escena inolvidable: los muchachos regateando por no ir a dormir por el pánico a los cuentos escuchados: del perro negro, de los gagones, del cura sin cabeza, etc. La tienda de doña Rosa de los pájaros, tienda de habitación peculiar, en donde vendía carbón, todo amontonado, alrededor jaulas con sus pájaros. El esposo, don Ramón, tenía un estilo propio de vestir, lucía un saco de tela algo gris, algo celeste, por lo muy usado, saco de cintura, pantalón alto hasta los tobillos, zapatos de talco alto, sombrero como de torero, algo redondeado, de estatura pequeña.

American College rescata tradiciones

El Instituto Tecnológico Superior American College, con el propósito de incentivar las opciones de carreras con alta formación tecnológica y humanitaria, para obtener el título de Tecnólogo en Administración Turística. Carrera de Técnico Superior de Guía de Turismo, pudo rescatar costumbres y tradiciones del emblemático barrio cuencano: El Chorro; cuyos moradores, en su mayoría, fueron hábiles artesanos en el tejido de sombreros de paja toquilla, en la década de los años 50 y 60, que se dedicaron a esta actividad manual y que fuera muy apreciada a nivel nacional e internacional. Además de que en este barrio tradicional estuvo asentada la Empresa Exportadora de Sombreros de paja toquilla, llamada Casa Brando. Por este motivo se realizaron alegorías y socio-dramas en relación al tema. El personal docente y administrativo coordinó todas las actividades y contaron con el apoyo del Departamento de Cultura y Turismo del Municipio, el MIES y la Universidad del Adulto Mayor, según dio a conocer la Rectora del Instituto, Magister Sandra Salazar.

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