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Azogues, ciudad hecha en piedra, celebra hoy fiesta de independencia

Azogues, ciudad hecha en piedra, celebra hoy fiesta de independencia
04 de noviembre de 2012 - 00:00

Bajo la mirada de la Virgen de la Nube, colocada entre el cerro Cojitambo y el Abuga, se encuentra la ciudad de Azogues, una urbe llena de tradiciones y encantos que hoy celebra sus 192 años de independencia.

La capital de la provincia del Cañar, con sus 70.910 habitantes, posee una arquitectura histórica caracterizada por su estética única donde se levantan sus más de 135 edificaciones en el centro urbano. Esta zona fue declarada el 31 de octubre de 2000 Patrimonio Arquitectónico, Urbano y Cultural del Ecuador.

La ciudad posee infinidad de atractivos turísticos, pero uno de los más sobresalientes, por ser una urbe religiosa, son las grandes iglesias hechas con enormes piedras. La de San Francisco se ubica en la parte más alta del cantón y ofrece a los visitantes los mejores ángulos para apreciar su edificación hecha a base de piedra  extraída desde los cerros Cojitambo y Abuga, al igual que otros templos. 

Cada 1 de enero, miles de personas visitan a la “Patrona de los Migrantes”, como un acto de agradecimiento por mantener a sus hijos con salud fuera del país. La majestuosidad del Complejo Arqueológico de Cojitambo lo  convierte también en un escenario representativo de Azogues.

Desde 2006 la imagen de la Virgen protege a los azogueños desde lo más alto del cerro Abuga. Con una altura de 25 metros, hoy en día se ha convertido en uno de los lugares más visitados por los foráneos.

4-11-12-regsur-artesanoHábiles artesanos

Sus hijos talentosos demuestran la constante lucha que ha vivido la ciudad para evitar que tradiciones tan representativas de la zona se pierdan con costumbres de afuera. Las obras más simbólicas de la ciudad surgen desde las manos de los hábiles artesanos que dan forma a la materia prima y la convierten en piezas para construcciones. 

A diario hay una lucha para que no vayan desapareciendo frente el crecimiento industrial y la migración de su gente.
Allí están los picapedreros de Rumihurco, quienes desde las 08:00 empiezan a dar forma a las rocas que son extraídas desde el Cojitambo.

Los grandes bloques llegan a sus talleres para que los hábiles artesanos se encarguen de transformarlas en hermosa piezas decorativas. Con cincel y martillo en mano, los constantes golpes van dando forma a un pequeño bloque de piedra que después de 30 minutos se convierte en un pequeño mural que será puesto en la terraza de alguna vivienda de la urbe.

Carlos Cordero lleva más de 30 años convirtiendo enormes bloques de piedra en interesantes formas decorativas solo con un martillo y cincel. “No necesitamos más para nuestro trabajo”, afirmó.

En Azogues, la plazoleta central, las paredes de algunos edificios, los bolardos del  coliseo, las veredas y columnas de las iglesias donde reposan imágenes, son algunos de los trabajos que se pueden visualizar en la ciudad y que han sido realizados por las manos de los picapedreros de Rumihurco, como se los conoce.

Pero sus trabajos no solo adornan las plazas, jardines y casas de Azogues, también estas obras están en las calles y parques de Cuenca y Guayaquil. Según Cordero, el paso del tiempo ha generado enormes cambios en esta labor. “Antes los primeros labradores utilizaban la piedra del cerro Abuga, que fue con la que formaron la mayoría de las iglesias de Azogues, después se prohibió y empezamos a utilizar la piedra del Cojitambo y ahora cada vez nuestro trabajo es menor por las industrias”, dijo. Sin embargo aseguró que mientras existan personas que aún valoren su trabajo, ellos continuarán  con su cincel y martillo dando forma a las piedras.

4-11-12-regsur-temploSituación parecida viven los herreros de la parroquia Javier Loyola, ubicada a 11 km de Azogues, quienes desde las 06:00 hasta las 14:00 labran el metal hasta formar  picos, palas, lampas, puntas, barretas y más.

Marcelo Quintero, quien lleva más de 30 años en esta labor que aprendió de sus padres, sale todos los sábados a Azogues y a Cuenca a los talleres mecánicos en busca de resortes y ejes de carros, con los que a fuego y golpes, en su pequeño taller, forma todo tipo de herramientas para trabajar la tierra.

Añora los tiempos cuando existían más compañeros que se dedicaban a esta labor y donde sus trabajos eran más apreciados. “En cada cuadra había un taller y antes las personas compraban más, pero desde que empezaron a llegar picos y palas más económicas nuestro trabajo disminuyó”.

En el mes vende entre 10 a 20 herramientas y en años anteriores producía más de 100 piezas. Quintero considera que esta labor es única y espera que los dos talleres que aún quedan en la zona no desaparezcan, pues los jóvenes ya no sienten interés por aprender.

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