A un mes del desastre en Bella Rica persiste el miedo en mineros
Hoy se cumple un mes de la tragedia que enlutó al cantón Camilo Ponce Enríquez (Azuay), donde murieron sepultadas 11 personas a consecuencia de un deslave en un campamento minero de la sociedad Pueblo Nuevo, a un kilómetro de Bella Rica.
Cinco trabajadores peruanos, una madre y sus tres hijos (oriundos de Huaquillas) que se dedicaban a vender comida son las víctimas, el guardián y el administrador de la mina son las víctimas del deslizamiento ocurrido el pasado 24 de enero.
El incidente se produjo luego de una torrencial lluvia que se prolongó varias horas, lo que causó que una parte de la montaña cediera y sepultara cinco viviendas en las que dormían, aproximadamente, 40 personas dedicadas al trabajo minero, la mayoría era de nacionalidad peruana.
Las instituciones de rescate, estuvieron una semana en la zona buscando los cuerpos por aire y tierra. El jueves 31 de enero dieron por concluidas las labores, debido a que no había reportes de más personas sepultadas.
Sin embargo, llegaron desde Perú los familiares de personas que no aparecían. Funcionarios de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR) lograron dar con el paradero de los obreros para que se reencuentren con sus familias, ya que afortunadamente no se encontraban laborando en Pueblo Nuevo.
Uno de los últimos cuerpos rescatados fue el de Carlos Cárdenas Delgado, guardián de la mina, quien, según algunos sobrevivientes, dio la voz de alerta para que más de 30 trabajadores que se encontraban dormidos se salvaran. “Él quiso salvar a los niños, pero no pudo, a pesar de eso ayudó a los demás”, expresó Martha Cecilia Delgado, madre del celador.
El cuerpo fue encontrado detrás de una retroexcavadora. Un metro más adelante, detrás de una roca, fueron hallados los cuerpos de Adriana De Jesús Robles Yaguachi y Fernanda Torres Robles, madre e hija. Según la progenitora del guardián, él entró a la casa de la familia para salvar a los niños.
Cuando dio la voz de alerta a la familia, cogió a los niños en brazos y los cincos descendieron aceleradamente, pero al ver que la montaña cedía rápidamente se refugiaron detrás de una retroexcavadora, pensando que la gran máquina los protegería.
Lo mismo ocurrió con Adriana y Fernanda que también se escondieron en la parte posterior de una roca, pero el deslave cubrió todo. Hoy, por cuenta propia, cada familia realizará una misa para recordar a sus seres queridos. Ellos reclamaron de por qué no se organizaba una misa campal.
Culparon de ello a las autoridades municipales y a la cooperativa Bella Rica, por no darle importancia a un hecho que ha marcado al pueblo.
Otro deslave
El pasado 7 de febrero ocurrió un nuevo deslave, -de menor magnitud al ocurrido en el sector Pueblo Nuevo-, que cobró la vida de Juan Patiño, de 38 años de edad.
El hecho se produjo la tarde del jueves en la mina La Esperanza, ubicada en la zona Bella Rica. Un planchón (placa de piedras) cedió y ese material cayó sobre el hombre.
Los obreros avisaron a los administradores y sacaron el cuerpo sin vida de Patiño entre los escombros. No se han reportado nuevos deslizamientos en los últimos días.
ROCAS AMENAZAN A ZONAS POBLADAS EN LA COMUNA BELLA RICA
Pese a que ya ha pasado un mes de la tragedia, el riego es alto en la zona. Varios campamentos mineros viven momentos de zozobra cuando se presentan lluvias, pues temen que se produzca un gran deslave.
Hace dos semanas se produjo uno en Muyuyaco, donde no hubo víctimas que lamentar, pero sí el peligro de que una gran roca se viniera abajo y destruyera tres campamentos.
Los socios de la cooperativa Bella Rica, con la ayuda de militares, decidieron destruir con explosivos las rocas que amenazaban a las casas. “Cuando llueve tenemos que dormir con un ojo abierto y el otro cerrado”, dijo Manuel Vela Flores, trabajador minero.