En las comunidades de Mira, Pimampiro y Urcuquí, se revitalizaN los mitos
Las Brujas voladoras, una leyenda que perdura en la Sierra norte
En las poblaciones del norte del Ecuador existen innumerables leyendas que están presentes a través de relatos transmitidos mediante la oralidad. Una de las leyendas símbolo en esta región es, sin duda, la de ‘Las Voladoras’ mujeres de la comunidad que por la noche obtenían poderes extraordinarios. Estos relatos fantásticos describen a las brujas o voladoras que habitaban en el cantón Mira (Carchi), así como también en Urcuquí y Pimampiro (Imbabura).
Según Juan Carlos Morales, autor del libro Historia oral y mitología: Brujas voladoras de la Sierra Norte, estas hechiceras se caracterizaban por transmitir noticias con rapidez a los habitantes y predecir acontecimientos futuros.
Según este investigador, los relatos de los mayores revelan que en Urcuquí las brujas —conocidas también como ‘buitras’— levantaban el vuelo desde el sector de las Cuatro Esquinas. En Pimampiro, la tradición oral señala que una voladora, llamada Obdulia, fue atrapada en la hacienda San Rafael; mientras que en Mira, hay referencias del sector de Pueblo Viejo, con leyendas que describen a hechiceras de vestido blanco. Estas mujeres subían a los techos de las chozas, abrían los brazos y pronunciaban las palabras mágicas: “De villa en villa y de viga en viga, sin Dios ni Santa María”.
El relato de las voladoras siempre tiene como protagonista a una mujer joven y alta, que viste una túnica blanca para volar y se suspende en el aire con sus brazos abiertos, sin usar escoba ni bastón. A diferencia de las brujas nórdicas, quienes vuelan con escoba, las norandinas lo hacen con los brazos siempre extendidos.
La investigadora y escritora, Amaranta Pico Salguero, señala en su texto Voladoras: la red invisible, de la Universidad Andina Simón Bolívar, que las magas emprendían el vuelo vestidas con túnicas blancas y enaguas ondulantes. Sus largas cabelleras se derramaban sobre sus hombros y flotaban cuando se suspendían en el aire.
Por otro lado, existe un relato que dota a las voladoras de un poder particular al convertir a los hombres en gallos o en manos de plátano. La investigadora mireña Rosa Cecilia Ramírez narra en su obra Memorias de Mira, la forma en que las voladoras realizaban grandes fiestas acompañadas de hombres jóvenes. Cuando una persona irrumpía en su reunión, sin ser invitado, no encontraban parejas, lo único que descubrían eran mujeres hermosas acompañadas de muchos gallos amarrados a las patas de las camas y sobre una mesa enorme, un racimo de plátanos.
Algunos cuentan que las actividades claves de las magas era lo que se conoce como el correo de brujas, entendido como información valiosa (militar, económica o política) para la localidad.
Según Ramírez, en aquella época, las noticias llegaban con una o 2 semanas de retraso, ya que el camino de Mira a Quito se realizaba en 4 días. Por esta razón se les atribuía a las voladoras este hecho. “Las hechiceras se caracterizaban por transmitir las noticias desde cualquier lugar de manera inmediata, recorriendo varios países y ciudades”, indicó Ramírez.
María Joaquina Angulo, oriunda del cantón Carchi, también explica que desde muy joven escuchó hablar sobre las voladoras. “Mi abuela nos contaba en las noches sobre estas brujas, a veces para que no hagamos travesuras y otras solo para recalcar que la mujer carchense tiene algo de adivina”.
Esta habitante recuerda que hubo un doctor de la ciudad que justificó su ausencia por 3 días, tras acudir a una fiesta, con la siguiente explicación: “Estuve en Mira, amarrado a la pata de una cama, convertido en gallo y recién me escapo de las brujas”.
Según los abuelos de la provincia, las voladoras también podían ser combatidas por los habitantes, ya sea acostándose en forma de cruz, clavando una aguja grande en el suelo o simplemente con un sombrero al revés. “Si la bruja era descubierta regresaba al siguiente día a pedir sal, momento en el que se le podía matar”, indicó Angulo.
En el texto Historia y Geografía del Cantón Mira, el investigador Francisco Ulloa, señala que estas leyendas eran transmitidas por medio de la palabra, dado lugar a un intercambio cultural y generacional entre los mireños.
Estas historias, además, se actualizan en cada narración, a través, de apropiaciones y nuevos significados que cada habitante de la localidad realiza.
De acuerdo con Ulloa, hay 2 vías para recuperar las leyendas y los cuentos que forman parte de cada provincia. “En primer lugar, en el ámbito familiar y en los espacios comunitarios; y en segundo lugar, desde la pedagogía en escuelas y colegios, recuperando todo los símbolos de identidad.
En este aspecto juegan un papel fundamental, las instituciones públicas, privadas y los medios de comunicación, al propiciar espacios destinados para divulgar este conocimiento”, señaló Ulloa. (I)