Rituales y ceremonias son parte de la festividad
El zapateo enérgico de los danzantes alegra el Inti Raymi
Antes de la llegada de los españoles e incluso de los Incas a lo que hoy es Ecuador, las culturas ancestrales celebraban la temporada de la cosecha del maíz.
Esta planta fue un alimento esencial no solo para la nutrición básica, sino también para la gastronomía tradicional de numerosos países. Se le atribuye, dentro de la cosmogonía andina, un vínculo con el dios Sol ya que su maduración coincide con el solsticio de verano.
Aunque las culturas ancestrales eran politeístas y tenían varias divinidades locales y dioses tutelares, con la llegada de los Incas las religiones locales se fueron sustrayendo a una religión oficial, la del estado incásico que era fundamentalmente monoteísta y heliolátrica, primaba el culto al Sol.
Todas las festividades que realizaban en las comunidades, ayllus, aldeas y pueblos se resumieron en una gran festividad que abarcaba el Tahuantinsuyo, la fiesta del Inti Raymi (Fiesta del Sol, en kichwa).
Posteriormente, con la llegada de los españoles, estas festividades fueron consideradas idólatras y paganas.
En Ecuador, al igual que en otros países (desde México hasta Chile), estas celebraciones fueron reemplazadas con cultos europeos de origen judeo-cristiano, y en la zona norte del país, concretamente, con una festividad en homenaje a San Juan, cambiando hace poco tiempo incluso el nombre de la celebración por el de fiestas de San Juan.
Actualmente, mediante los procesos de reivindicación intercultural, la celebración ancestral retomó no solo su nombre, sino el significado y los elementos semánticos de las festividades originarias.
Este proceso de recuperación de las culturas ancestrales, sus rituales, mitos, tabúes, ceremonias y hasta la lengua kichwa, genera que la festividad del Inti Raymi se convierta en un símbolo de reivindicación de los pueblos originarios.
Se retoma y resignifica los lugares sagrados como los pogyos, las vertientes y las cascadas, que antiguamente tenían un significado profundamente religioso; es por ello que a partir de junio, las comunidades comienzan el ritual del baño sagrado y purificador, con el fin de estar física y espiritualmente saludables para la festividad.
En la Cascada de Peguche, ubicada en la ciudad de Otavalo, la comunidad se reúne a medianoche para bañarse en sus aguas sagradas, luego de la purificación recorren las casas de las comunidades vecinas, bailando al son de flautas, bandolines y rondadores.
En Santa Ana de Cotacachi, se mantiene un ritual andino que recuerda los bailes guerreros de las comunidades indígenas, el zapateo, un movimiento fuerte y repetitivo que los danzantes realizan durante la denominada toma de la plaza (Parque Central de Cotacachi). Este baile enérgico que imprimen los bailarines alegra la celebración del Inti Raymi, que se festeja en la provincia de Imbabura, durante junio y julio.
Según el escritor otavaleño Juan Flores, las zapateadas de Cotacachi con su vestimenta, gritos y ‘armas’ (palos, fuetes, cadenas, piedras, etc.), tienen un carácter violento y en cierto modo aún se dan clandestinamente en algunas comunidades, a pesar de que hace aproximadamente 2 décadas existe una fuerte custodia policial. Además, el vestuario de la celebración fusiona elementos provenientes de la indumentaria prehispánica (colores, simbología, texturas), con elementos de la cultura occidental.
Esta vestimenta connota no solo la función de cada uno de los personajes, sino también es una teatralización hacia los colonizadores.“Las zapateadas se dan en Cotacachi y en todos los pueblos que aún bailan el Inti Raymi. Estas son danzas en las que se demuestra el coraje, la valentía y la fuerza frente al adversario, el cual está representado por las comunidades vecinas o del otro extremo de la ciudad”, mencionó Flores.
En las comunidades de Otavalo, las festividades terminaban, hasta hace pocos años, con la toma de la capilla de San Juan. Estas consistían en una ‘guerra’ entre comunidades en las que incluso había muertos y heridos. Esas batallas campales fueron azuzadas por los grandes encomenderos y terratenientes para que los esclavos y siervos tengan su desfogue de la violencia en contra de enemigos falsos y no contra sus verdaderos contradictores que eran quienes los explotaban. (I)