Celebra sus 92 de cantonización
San Pablo de Manta, una localidad cálida y bullanguera que se proyecta con rapidez
La cantonización de Manta es una buena fecha para recrear su historia, reseñar su presente y esbozar el futuro de este pueblo cosmopolita. Manta, cuyo Municipio desde 1972 la denomina San Pablo de Manta y siendo Jocay su nombre aborigen, es uno de los 24 cantones de Manabí y un puerto de aguas profundas ubicado en el centro de la Costa ecuatoriana.
Con 303,31 Km2 de superficie, tiene 5 parroquias urbanas: Manta, Tarqui, Los Esteros, Eloy Alfaro y San Mateo; y 2 rurales: San Lorenzo y Santa Marianita. Junto a sus cantones vecinos, Jaramijó y Montecristi, conforma una mancomunidad. Su relieve es irregular con pequeñas colinas urbanas. Las montañas más altas (350 m) son las de San Lorenzo y Pacoche. Influenciado por las corrientes de Humboldt y El Niño, su clima es tipo sabana, con una temperatura promedio de 25 grados centígrados.
Su macro historia se remonta a 1.500 años atrás, cuando surge como ‘Cultura Manteña’. El Señorío de Jocay, 500 años d.C., era habitado por 20 mil aborígenes, según reseña Marshall H. Saville. Su microhistoria tiene 94 años, desde el 4 de noviembre de 1922, día en que se convirtió en cantón de la República, con 4.161 habitantes, como testimonia Carlos Cevallos Lozano. Para el año 2010, según el censo poblacional, alcanzó los 226.477 habitantes en los que predominan las mujeres, con un 50,8%.
Manta es hoy una ciudad de rápido crecimiento, por sus condiciones naturales como puerto de aguas profundas, puerto de cruceros turísticos, paisajismo marítimo y de montaña, febrilidad creativa en su productividad; por tener un aeropuerto internacional, carreteras que la unen a las principales ciudades del Ecuador, 2 puertos pesqueros artesanales, la construcción de la Refinería del Pacífico... Es una ciudad cálida y bullanguera.
En la gloriosa Jocay de la ‘Cultura Manteña’, puerto aborigen desde donde surcaban las balsas manteñas, destacaban el orden de su organización social, su diosa Umiña o diosa de la salud, las sillas de piedra del valeroso Lligua Tohallí y su Liga de Mercaderes.
El invasor español Pedro de Alvarado la destruyó y tomó posesión de ella como San Pablo de Manta el 2 de marzo de 1534. Durante la Colonia, era un pequeño puerto de obligado recalamiento de las naves que surcaban entre Panamá y Lima. Soportó asaltos piratas en 1543, 1607, 1628 y 1818.
Siete años después de iniciarse la República (en 1837), el presidente Vicente Rocafuerte la declaró Primer Puerto Marítimo del Ecuador. Con la Ley de División Territorial del Ecuador de 1861 se convirtió en parroquia de Montecristi.
Para inicios del siglo XX ya era habitada por 2 mil personas. Su cabecera cantonal, Montecristi, era la capital económica de la provincia, el centro del comercio de importación, exportación, cabotaje e incluso de la aduana.
En esos años, la parroquia Manta contaba con importante casas comerciales y una población cosmopolita con gente venida de todas partes que huía de las luchas montoneras, de los incendios o del exterior en busca de nuevas oportunidades. El movimiento portuario y aduanero era tan importante que en 1911 se lo calificó como el segundo puerto de la República. A pesar de aquello, la parroquia Manta era desatendida, situación que llevó a sus habitantes, primero a pensar, solicitar, reclamar y finalmente gestionar su autonomía cantonal.
Para el 18 de julio de 1912, liderados por Ascario Paz Bonilla, se organizó el primer Comité Cantón Manta, que al año siguiente presentó su proyecto al Congreso, que fue rechazado. “La causa y acción separatista de las parroquias proviene de la costumbre del Concejo en arrebatarles gran parte de sus rentas”, denunciaron en aquella época los jóvenes parroquianos, que en septiembre de 1921 se reagruparon en un segundo Comité Pro cantonización de Manta y bajo el liderazgo de Ascario Paz designaron presidente a Carlos Cevallos Barreiro.
Los dirigentes de este Comité fueron apresados y mantenidos a pan y agua durante 15 días. El pueblo, indignado, reclamó y se movilizó. El gobernador, Arnaldo Gálvez, dispuso la inmediata libertad.
Después de una década de luchas, solos o con pocos amigos que soportaron los denuestos y críticas sociales, los gestores de la cantonización de Manta lograron la realización de su sueño. Manta, por esos días, contaba con 12 agencias navieras, dos bancos y 17 casas importadoras y exportadoras. En julio de 1922 se organizaron 3 nuevos comités de cantonización.
Sergio Dueñas, diputado, presentó el proyecto al Congreso Nacional el 30 de agosto de 1922. La Cámara de Diputados lo aprobó el 6 de septiembre. El 14 de septiembre hizo lo propio el Senado.
El 22 de septiembre, el Congreso Nacional, en Pleno, recibió y escuchó al líder mantense Ascario Paz Bonilla, quien justificó las pretensiones de la parroquia. Tres días más tarde, a pesar de la fuerte oposición de los senadores montecristenses, se aprobó el Decreto. El 29 de septiembre de 1922, el presidente de la República, José Luis Tamayo, puso el ejecútese.
El 30 se publicó en el Registro Oficial No. 602 y el 4 de noviembre de 1922, al cumplirse el término de la distancia dispuesta en el Art. 6 del Código Civil, entró en vigencia legal y constitucional el Decreto de Cantonización de Manta.
Manta arriba a sus 92 años de cantonización como un pueblo mágico, donde todos los sueños son posibles.
Su desarrollo humano está vinculado al puerto, la pesca, el comercio, industria y turismo, con una identidad cultural muy poderosa y es la única ciudad en el país que festeja al comercio y celebra un día dedicado al cholo.
Su municipio está dirigido por el alcalde Jorge Zambrano, quien debe poner los hitos del desarrollo mantense para arribar al centenario de su cantonización, el próximo 4 de noviembre de 2022.