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Ecuador, 29 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Su primer trabajo fue como empleada doméstica, a los 13 años

Para Auxiliadora, la docencia sucumbió ante el periodismo

Entre los géneros periodísticos que más practica María Auxiliadora está la crónica, ya que a través de ella puede hacer que el lector se meta en su nota. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
Entre los géneros periodísticos que más practica María Auxiliadora está la crónica, ya que a través de ella puede hacer que el lector se meta en su nota. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
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El reloj marca las 15:00. Es el horario de cierre. Momento en que la tensión parece acelerar los segundos. Las teclas del computador no paran. María Auxiliadora Pinargote Palacios redacta un texto sobre la violencia de género.

Se detiene por unos segundos para descansar sus manos. Sin esquivar la mirada, indica que le llama la atención que actualmente haya mucha violencia, no solo de hombre contra mujeres sino viceversa. Eso sí —destaca— ella no sufre maltrato alguno; luego retoma la redacción.

A Mariuxi no le gusta hablar de sí misma, pero al terminar de redactar su texto, que saldrá impreso en un diario que circula en Manabí, se anima a hablar un poco de su día a día.

Para ella, su vida se resume en padres, hermanos, responsabilidad, estudios, trabajo, sobrinos, docencia y periodismo. En este último oficio lleva 30 años.

Sonríe cuando habla sobre lo que para ella significa escribir. Es que entre tantas, cosas recuerda anécdotas que la han fortalecido.

Como aquel día cuando en el Mercado Uno de Portoviejo hubo un robo. La Policía atrapó al presunto delincuente y él con actitud prepotente amenazó a Auxiliadora quien cubría la información.

En la presentación ante los medios, el sospechoso del robo reconoció a la ‘Licenciada’, como le dicen sus colegas y le dirigió el siguiente mensaje: “Yo conozco tu casa, te voy a arrastrar, ya verás”.

La comunicadora no le dio importancia al hecho, porque asegura que de amenazas nadie se muere.

En otra de sus coberturas acudió al sector de La Victoria, en la parroquia San Plácido de Portoviejo, donde habían encontrado un laboratorio de drogas. En el recorrido se cayó y se fracturó la mano. “Estuve casi un mes sin trabajar”, indica la mujer de 57 años.

Entre Portoviejo y el campo

María Auxiliadora es oriunda de Honorato Vásquez, localidad de Santa Ana. Vivió sus primeros años con sus padres. Luego estuvo a cargo de sus hermanos mayores, cuando se cambió a Portoviejo para estudiar en la escuela. Tras cumplir sus ocupaciones, los fines de semana todos se iban al campo. Su hermana Yolanda  era quien se encargaba de ellos.

Desde muy pequeña aprendió a cocinar, tal como sucedía años atrás, cuando las madres enseñaban a sus hijas las artes culinarias desde la infancia.

En Honorato Vásquez, debía lavar la ropa de los trabajadores de la localidad, ya que ese era un ingreso para la familia. “Teníamos que cumplir con las obligaciones”, destaca.

Su padre, José Eufemio Pinargote, tenía una finca en el sitio Zapallo y también los llevaba a trabajar a machete, a coger algodón y maíz. No descansaban.

Se educó en la escuela 18 de Octubre, en la capital manabita. Tras culminar su educación primaria, fue a trabajar en tareas del hogar en la casa de su madrina, Floricelda Tapia. Ahí arrancó su vida laboral, a los 13 años. “Desde esa edad no he parado de trabajar”, dice.

Cursó las aulas del colegio Portoviejo y luego en la Universidad Técnica de Manabí. Se graduó como licenciada en Ciencias de la Educación. Ejerció en establecimientos particulares como la Unidad Educativa María Inmaculada de la parroquia Andrés de Vera y en el colegio Franklin Delano Roosevelt. “Tengo  carisma para enseñar”, asegura.

Pinargote Ingresó al periodismo un 24 de junio de 1984, sin imaginarlo. La oportunidad se le dio siendo secretaria de diario El Mercurio. En ese entonces, el que era jefe de oficina, Alfredo Hernández, le pedía su colaboración y la enviaba a hacer crónica roja. Así fue aprendiendo, sobre la marcha.

Las primeras coberturas las hizo en el Hospital Verdi Cevallos Balda. Se instalaba en el área de Emergencia. “Como me gustaba trabajar en la ayuda humanitaria, no se me hizo difícil abordar los casos con quienes llegaban con familiares heridos”, cuenta la educadora.

Así, la práctica le enseñó. Ahora planifica ingresar a la carrera de comunicación social para tener su título y mayor beneficio.

Entre los géneros periodísticos que más le agradan está la crónica. Le encanta narrar cronológicamente los hechos, poner detalles, hacer que el lector se enganche con su producción.

Auxiliadora es una amante del deporte y su pasión es Liga de Portoviejo, incluso es parte de una de las barras. Ir a los estadios le emociona y gritar por su club también.

Decepciones que la fortalecieron

El amor. Esa palabra le saca un suspiro pero dice que es para su familia. Nunca se casó. Tuvo 2 propuestas de matrimonio, las aceptó, pero no se concretaron.

Hizo el curso prematrimonial y en esa etapa “me enteré que mi novio era casado y tenía hijos. Nunca dijo su verdad”. No revela su nombre, pero sí su oficio, era albañil.

Luego hubo otra persona. Planificaron cómo sería su vida juntos, dónde iban a vivir, pero la mentira ganó nuevamente la partida.

Les contaron a sus padres que su prometido era de otra religión, “entonces mi familia se opuso. Me comenzaron a hacer la vida de cuadritos y dije ‘ya no’... se acabó la relación”.

Lo dejó. No tiene resentimientos. Pero aclara que con el tiempo descubrió que todo era mentira, “no era de otra religión”.

Auxiliadora se dedicó a laborar y a estar pendiente de sus padres, José Pinargote y Santa Palacios. “Invertía  mi semana de trabajo en ir al mercado para apoyar a mis padres”. Ellos fallecieron hace 15 años, ambos un diciembre, con pocos días de diferencia. Al hablar de ellos, su sonrisa decae.

Lo que le gratifica de la vida es que tiene sobrinos a quienes los considera como hijos. “Son como 60 en total. También tengo un promedio de 40 sobrinos-nietos”, indica Auxiliadora, mientras trata de sacar cuentas.

Considera que el periodismo le ha dado muchos amigos como Ingrid Anchundia, secretaria de la institución para la cual labora, los comunicadores Edwin  Loor, Hilda Rojas, Miguel Erazo, Nancy Vélez, Maira Carranza y Raúl Vera. “En definitiva, tengo bastantes colegas de los cuales he aprendido mucho”.

Así termina su relato, para luego editar lo que al día siguiente debe publicar en el medio de comunicación para el que cual labora.

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