Vive cada día como si fuera su última jornada
Hugo Vera superó el cáncer y tiene al periodismo como su mejor terapia
Faltan poco más de 20 minutos para las 12:00. La comida está lista para servir en la casa de Hugo Vera Zambrano. En el menú que preparó este hombre de 49 años está una sopa de verduras, la que compartirá con su madre octogenaria y su joven hijo. De fondo suena la música programada en Radio Capital, 105.7 FM en Portoviejo.
Hugo ya tiene listo el material que difundirá en el noticiero del mediodía en aquella estación. Estuvo en la mañana (jueves de la semana pasada) en el mercado de la capital manabita preguntando el precio de los productos que llegan a la localidad desde la Sierra para conocer si ha aumentado o no, por la actividad del volcán Cotopaxi. En su reportería ve que no ha habido una mayor alza en los costos. De igual manera, se dio tiempo para confirmar los detalles con el Comisario de Servicios Públicos, esto con el fin de tener varias fuentes para la noticia e informar con argumentos.
Termina rápidamente de almorzar y de inmediato comienza a reportar las novedades de la ciudad en su labor de locutor a través de la cadena Cardinal (enlace de Radio Capital y RNC). Así es una de las tantas jornadas de Hugo, quien dice que aprovecha las 24 horas del día “porque hoy estoy y mañana no sé”.
Tiene ese lema muy marcado en su vida por la dura batalla que tuvo contra el cáncer. Afirma vivir al máximo pese a sus complicaciones de salud, porque si bien la letal enfermedad no ya está más en su cuerpo, debe lidiar con una diabetes que se apareció tras la extirpación de los tumores en el páncreas.
Este chonero de nacimiento habita en Portoviejo desde hace 36 años y es licenciado en Ciencias de la Educación. En 2006 ingresó a laborar en las radios Capital y RNC, medios en los que se mantiene hasta la actualidad. Este trabajo es su único sustento, pues la tarea de docente no la ejerce.
Desde el año pasado ha concursado para ser maestro, pero no ha tenido la oportunidad para volver a enseñar en las aulas. Estuvo laborando cerca de 6 años en una escuela en el sector La Piñonada, pero no como maestro de planta.
Hugo no se limita al periodismo comunitario. Le gusta cubrir todas las áreas de la información. En los partidos de Liga de Portoviejo siempre está presto a lanzar las alineaciones al aire y comentar las acciones de ‘La Capira’.
En 2008 la vida agitada de Hugo hizo una pausa. Esta vez el informado era él. La noticia que le tomaba por sorpresa tenía que ver con su salud. Médicos en Portoviejo le dijeron que tenía una enfermedad catastrófica: cáncer de páncreas, en estado terminal y que su caso no tenía solución.
Buscó ayuda médica en Guayaquil. Por aquel entonces, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social había firmado recientemente convenios con las clínicas privadas para que atendieran a los afiliados y, con diversos trámites, Hugo fue internado en el Omni Hospital.
Vivió para contarlo
La operación a la que se sometió tenía como fin extirpar 4 tumores (3 benignos y uno maligno). “En el pasado hice cosas negativas que tenían que ver con drogas y alcohol. Creo, además, que fui mal padre y mal hijo. De pronto sentí cómo todo en mi vida se consumía y moría. Esta historia que voy a contar muchos no lo van a creer, pero en la habitación de la clínica vi que se abrió un umbral infernal, cayeron ángeles del demonio, parecidos a murciélagos, con ojos diabólicos, luché tanto para no ser llevado y escuché una voz que me decía ¡lucha, lucha!. Esa voz provenía de un poder superior. Lo confirmo y lo confirmaré, Dios me dio esta nueva oportunidad”, dice Hugo con total convicción en uno de los asientos de la sala de la casa donde habita.
Sus compañeros de profesión le dicen que Satanás no lo quiso allá. “Es que Dios tenía un propósito para mí y aquí estoy, dándole de comer a mi mami, soy útil a mi familia. Vivo maravillosamente el día de hoy, el pasado ya se fue y el día de mañana aún no existe”.
En Guayaquil, asegura, tuvo medicina de primera, incluso le dieron la oportunidad de hacerse las quimioterapias. “Si hace 8 años hubiese muerto, qué sería de mamá y de mi hijo. Se me ofreció esta nueva oportunidad y estoy con ellos”, refiere Hugo quien recuerda que antes de la enfermedad era un hombre gordo, “pero ahora estoy en forma, yo mismo me automotivo”.
“El Positivo”, como lo conocen sus amigos del periodismo desde hace 8 años, relata que durante las 12 sesiones de quimioterapias no se le cayó el cabello, “solo el de las piernas. Me dieron de alta en 2009”. El cáncer desapareció gracias al tratamiento y “a la fe, nunca hay que dejarla de lado”, afirma.
Tres años antes del cáncer había dejado su adicción por las drogas y el alcohol, en la que estuvo sumido por 16 años. Fue por curiosidad que entró en ese mundo oscuro, siendo universitario. Comenzó con marihuana, base y el alcohol. Perdió su hogar, la familia y el trabajo.
Reaccionó y comenzó la recuperación un día en que luego de estar ebrio, amaneció en la cárcel, sin saber lo que hizo. Llamó a su tía Josefa, hoy fallecida, y le dijo que estaba cansado y hostigado de ese mal rumbo. “Llegó un momento en que me dije ‘¡basta!, esto no es para ti Hugo, tú tienes que ser un man bacán’. Luego ingresé a un centro de recuperación. Además se me dio una programación de narcóticos anónimos en RNC”, cuenta.
Para él, “eso fue en el pasado y no me da vergüenza decirlo, porque algún joven que está leyendo yo le recomendaría que siga el camino del bien; yo que ando en la calles y veo cómo las familias se separan. La persona adicta tiene que batallar y salir de eso. A pesar de que yo he sido bandido, mi hijo, Hugo Andrés, es tranquilo y ejemplo para sus amigos”.
Para este chonero, la radio se ha convertido en una terapia para olvidar las secuelas del cáncer. “En la cabina me olvido de todo, de mi enfermedad no me acuerdo. El periodismo es mi terapia y a través de eso he logrado muchas cosas, como ser una persona importante, así me considero. Tengo a mi mamá conmigo y está feliz”, afirma.
Su madre dice que Hugo es un buen hijo. “Me atiende bien”, asegura, mientras su rostro refleja una sonrisa de amor hacia el menor de sus cuatro vástagos. (I)