Los piqueos, el gancho en El Murciélago
Los 120 vendedores formales de la playa El Murciélago tienen listos sus productos para ofrecer a los turistas que arriban por el feriado y las fiestas de cantonización.
En la arena está su lugar de trabajo. “Aquí es como armar un negocio de legos (piezas de plástico); por las mañanas montamos nuestros materiales de trabajo y por las noches los volvemos aparejar”, afirma Andrés Loor, alias ‘el guayaco’. Este manabita, de 68 años, labora desde hace 30 en El Murciélago. Los negocios se ubican frente al malecón escénico, donde los restaurantes acogen a los comensales que llegan de visita.
Loor vende descanso y sombra. Su negocio se enfoca en el alquiler de carpas y sillas. Mientras sacude las telas para liberarlas de arena cuenta que los feriados son para los vendedores de las playas.
Un buen puente vacacional puede dejar ingresos por día de $ 300 (alquiler de carpas).
Mientras los turistas caminan por la playa o descansan bajo las carpas, Jorge Cedeño recorre con su vitrina móvil. Él ofrece piqueos criollos: corviches y empanadas de plátano. También son visibles detrás de las paredes de vidrio de su aparador los infaltables panes y budines de yuca. Cedeño viste igual que sus compañeros, un mandil azul que lo distingue como vendedor formal. La inversión de Cedeño para este feriado es de $ 120.
Aspira a ganar el doble los cuatro días de feriado, que trabajará acompañado de su nieto.
Francisco Intriago se moviliza empujando su triciclo de norte a sur y viceversa en la playa. Asegura que su estrategia es aplacar la sed de los visitantes. Vende helados desde hace 37 años. “Los niños son sus mejores clientes. Cuando un menor de edad alcanza a ver la carreta de los helados, sus padres les compran, así es como me gano la vida frente al mar”, afirma.
A 200 metros del malecón escénico se sitúa la carreta de Isabel Reyes y su esposo, Humberto Castillo. Está repleta de cocos.
En la parte interna acondicionaron un cajón donde con bloques de hielo mantienen fresco su producto.
Esta pareja de ambateños no circula por la arena debido al peso de la estructura de su carreta, ellos temen quedarse atrapados, por eso se estaciona en un solo lugar en la mitad de la playa.
Los pasabocas que no pueden faltar en las playas manabitas son los ovos o ciruelos y mangos.
Solinda Ponce (77) los exhibe en fundas plásticas transparentes.
Después de haber disfrutado de la playa, los visitantes se relajan en el módulo de las artesanías.
Hay 10 quioscos y en dos de ellos se realizan tatuajes permanentes y temporales.
Eduardo Sánchez vende bisutería en tagua y artesanías trabajadas en balsa. Son réplicas de las tablas de surf, deporte insigne de playa El Murciélago.
Para este feriado Eduardo y sus compañeros ofertan en combo la venta de reproducciones en tagua y el grabado de nombres o de frases en cada producto. Hay artículos desde $ 1 hasta $ 10.
Además, al filo de la playa se puede encontrar a hombres y mujeres que dibujan retratos y caricaturas. También están los vendedores de libros, que ofrecen novelas, textos de literatura (temas para jóvenes y niños). “Leer un libro en la playa es relajante, me gusta, encontré títulos interesantes de escritores manabitas, eso nos ayuda a conocer la producción literaria de esta provincia”, comentó Manuel Freire, un turista quiteño. (I)
Datos
También se ofrecen servicios de paseos en lancha para conocer la zona donde acoderan los buques mercantes; la flota artesanal y atunera donde se trabaja todos los días.
Cuando termina la jornada de trabajo, los vendedores se encargan de la recolección de basura y desechos, que dejan los turistas. La playa debe quedar limpia para recibir al día siguiente a los nuevos visitantes.
Playa El Murciélago tiene un aproximado de dos kilómetros de extensión para bañistas.