Tras la súbita reactivación del volcán Tungurahua, ocurrida el pasado 14 de julio, los habitantes de las parroquias Bilbao, Choglontus y Puela intentan regresar poco a poco a sus actividades normales,  a la espera de que la ceniza no haya dañado  los sembríos en esos lugares.

Mientras tanto, las zonas aledañas al coloso permanecen en alerta naranja, pues los informes  del  Instituto Geofisico de la Escuela Politécnica Nacional indican que la actividad eruptiva se mantiene entre moderada-alta y alta. Cada día se ha registrado algún evento de largo período, explosiones de pequeña magnitud y  episodios continuos de tremor.

En los informes que emite diariamente la entidad, incluso, se sugiere de modo permanente que la población evite subir al volcán y se aleje de las quebradas, pues no se descartan rápidos incrementos de actividad que podrían generar flujos piroclásticos.

Además, la  presencia de lluvias de intensidad moderada en la zona ha provocado el descenso de lahares por las quebradas de Juive, La Pampa, Achupallal y Bilbao; agua lodosa en la quebrada de Mapayacu e incremento de caudal en el río Bascún.

Al mantenerse la alarma en los sectores cercanos al cráter, la población también está en alerta, al igual que las autoridades.

En la parroquia Bilbao, por ejemplo, se observa a elementos del Ejército, quienes tienen la orden de evacuar a los habitantes del sector todas la noches y regresarlos en las mañanas. “30 personas son trasladadas a las 17:30 hasta Penipe (Chimborazo) y otras 30 hasta La Paz (Tungurahua). Luego se utiliza otro transporte para  traerlas a su hogar a las 6:00, con el fin de que continúen con sus actividades diarias”, indicó Segundo Becker Aldaz, militar a cargo de la parroquia.

Esta evacuación se  realiza por precaución pues, según manifestó Becker, “si se presentase una emergencia, tenemos 15 minutos para salir hasta el segundo puente por el lado de la provincia de Tungurahua, pues las quebradas del lado de Chimborazo (Rea, Pingullo, Chontapamba) suelen taparse”.

Para Francisco Páez, habitante de Bilbao, el estar a poca distancia del volcán lo mantiene en expectativa constante. “Son 14 años que ya vivimos con este problema; a veces perdemos toda la siembra, pues la ceniza blanca  destruye nuestras parcelas. En esta ocasión ya preparamos la tierra y ahora estamos con miedo de que se haya dañado la semilla por dentro. Es muy difícil seguir con este proceso. Por las noches salimos a Penipe por seguridad, pues no sabemos cuándo terminará la erupción. Vivimos en zozobra”.

Mientras que en Choglontus vive Jorge N., quien con guantes en sus manos y mascarilla en su rostro para cubrirse de la ceniza limpiaba esta semana el material caído sobre las hojas de maíz. “No tenemos más opción que sacar la ceniza así. La negra no es tan perjudicial para nuestras cosechas; por eso hasta cierto punto estoy tranquilo, esperando que no se me dañe (el cultivo). Sí recibimos ayuda de las autoridades, pero la naturaleza es impredecible y nosotros debemos estar listos para lo que ocurra”.

En tanto, para María, una habitante de Puela, el volcán es un vecino más de la parroquia. “En el día no se le escucha, pasa tranquilo. Pero en la noche escuchamos los bramidos y sí nos asusta. Aunque ya son tantos años que vivimos con la erupción que hasta cierto punto nos hemos acostumbrado. Lo que sí molesta es la ceniza”, expresó con un dejo de resignación la mujer.

Y aunque la vía Penipe-Baños fue  parcialmente rehabilitada, por precaución, solo se permite su uso para el traslado de moradores de las comunidades aledañas hacia sus terrenos, pues aún se realizan trabajos para despejar las áreas afectadas. Por ello, las autoridades recomiendan tener cuidado al transitar por allí y recuerdan que el uso intensivo de la carretera está prohibido.