Enfermedades estomacales están relacionadas con el uso de químicos en los cultivos
Un reglamento contra el uso de pesticidas en Tungurahua
Con una fuerza que no corresponde a su edad, América Sagñay, anciana de 92 años y habitante de la parroquia Quisapincha, golpea con una vara un gran bulto de espigas de cebada. El cereal fue recogido por ella y 3 de sus 7 hijas, hace 2 días, cerca de su casa, al sureste de Ambato. No lejos de ahí se encuentran las comunidades de Ambatillo, Pilahuín y Santa Rosa, históricamente conocidas por ser los ‘graneros’ de Tungurahua.
Por décadas, en estos sectores se ha cultivado cebada, trigo, avena, amaranto y quinua. Cerca de 3.000 familias viven de la venta de estos productos y de labores complementarias como la ganadería. Mientras la claridad del día alumbra de a poco esta escena, la nieta de América, de 5 años, observa cómo su abuela, su madre y sus tías recogen las semillas del suelo y las guardan en grandes sacos.
Sin dudar, la pequeña toma en su mano 3 granos y se los lleva a la boca. “Hace 4 años, comer el trigo sin lavarlo y dejarlo secar era impensable. Hoy, gracias al compromiso ambiental de las autoridades y nuestro esfuerzo, el suelo y los frutos están libres de sustancias tóxicas”, señaló la madre de la niña.
Ordenanza de Agricultura Limpia
En esta última parte la mujer hace referencia a una política existente en Tungurahua desde 2013, la cual protege la salud de los consumidores y prolonga la vida útil del suelo por muchos años. Se trata de la Ordenanza Provincial de Agricultura Limpia, impulsada por la Prefectura y otras instituciones.
Manuel Ullauri, director del Departamento Provincial de Producción, destacó la importancia de esta normativa para la salud humana.
“Se ha detectado una estrecha relación entre el uso de ciertos productos químicos en cultivos con enfermedades estomacales. Esto motivó a crear una ley con la que se impulsen métodos ancestrales y naturales para evitar plagas y potenciar la productividad”.
Con esta política se busca evitar la aplicación de herbicidas, abonos y plaguicidas de sello rojo, por su alta toxicidad. Una de las alternativas es la siembra cooperativa, que consiste en cultivar 2 especies vegetales de diferentes clases, cuyos olores, sustancias volátiles y colores ahuyenten a plagas de insectos y aves que destruyen las siembras.
“Esta técnica ya la ponían en práctica nuestros abuelos. Así no solo evitamos plagas de forma natural, sino que además fomentamos la productividad, pues el uso de fertilizantes orgánicos incrementa la producción”, dijo Misael Caguana, del cantón Píllaro. (I)