Los ritos ancestrales reviven cada año en Salasaca
Noviembre es sin duda una de las fechas más importantes del año para el pueblo Salasaca, ubicado en el cantón Pelileo de Tungurahua.
A más de diciembre, cuando se realiza la fiesta de los Capitanes, en ese mes se practican una serie de excepcionales costumbres funerarias que llaman la atención de turistas locales, nacionales, y extranjeros.
Se trata de la celebración de Finados, fiesta sincrética que conjuga el recordatorio católico de Todos los Santos y la ancestral remembranza andina de los difuntos.
Peregrinaciones hacia el cementerio, ornamentación de los nichos con flores y frutas, ritos gastronómicos en las tumbas, y rezos en quichua son algunos de los elementos que componen esta celebración.
Mercedes Maliza, anciana de Salasaca, llega cada 2 de noviembre a las 08:00 al panteón. A esa hora decenas de vendedores de rosas, claveles, margaritas, azucenas y más especies florales de la zona, han instalado ya sus coloridos puestos con el propósito de proveer de estos productos a los visitantes.
“La tradición indica que se debe estar allí antes de la salida del sol. Vistiendo las mejores galas, los familiares de personas fallecidas llevan a las tumbas y nichos hermosos arreglos florales; y a la vez pintan y arreglan las cruces de cada sepulcro”, dijo.
La ingesta de licor también forma parte de la jornada. “Es costumbre que los jefes de hogar beban 5 tragos de alcohol, preferentemente pájaro azul, antes de ingresar al campo santo. Esto a fin de no molestar a algún espíritu”, explicó Francisco Poaquiza, vecino de Chilcapamba.
Ritual gastronómico
Desde este barrio de Salasaca el 2 de noviembre llegan cientos de personas con grandes ollas de colada morada, guaguas de pan, papas hervidas, melloco, habas y carne de pollo, así como de cuy.
“Uno de nuestros ritos menos entendidos por los mestizos es la ingesta de comida cerca a la tumba. Esto se hace para que el alma del difunto participe en la fiesta. Aunque estén muertos la esencia de nuestros seres queridos está presente en los árboles, plantas y el mismo aire”, aseguró Fernando Chilca, anciano agricultor de Salasaca. Este acto tiene lugar tras la limpieza de cada tumba, y en presencia de todos los integrantes de la familia, es decir esposa, marido, hijos, padres y hermanos del fallecido.
En caso de que el difunto no haya dejado descendencia, la ceremonia la hacen solo sus padres o uno de ellos.
Turistas españoles, italianos, entre otros, llegan cada año para presenciar estas costumbres que además incluyen procesiones
Las familias salasacas que profesan la religión católica suelen, además de dejar ofrendas florales en cada tumba, recorrer el cementerio en medio de rezos en quichua, con un objeto especial que en vida tuvo el difunto.
“Algunos llevan las prendas de vestir preferidas del finado, otros alpargatas, sombreros, pañuelos y hasta discos de su música preferida. Tras dar varias vueltas por el panteón, el rito termina con una misa colectiva que se realiza en medio del cementerio, a mediodía”, señala Marcela Loaiza, antropóloga.
Finalmente los ancianos del pueblo Salasaca dan por terminada la jornada con una especie de danza ancestral. Lo hacen al ritmo de un tambor, una quena, un charango y cantos en quichua. (I)