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Proyecto de cine mueve a la comuna de Pilahuín

Proyecto de cine mueve a la comuna de Pilahuín
02 de diciembre de 2013 - 00:00

En un pueblo rural formado por pequeñas chacras, calles adoquinadas y senderos de tierra, casas de adobe con techados de teja envejecida por el clima de páramo y con el olor a tierra húmeda, labora Curicama Llanganate en un proyecto poco común para la zona.

Este joven pertenece a la etnia indígena Pilahuín y vive en la parroquia del mismo nombre situada a 30 minutos de Ambato, en la zona más alta de Tungurahua, cerca a la cadena montañosa dominada por el nevado Carihuairazo.

Curicama, su familia y un grupo de 30 personas, entre amigos, compañeros y familiares, impulsa la realización de cortometrajes sobre la cultura Pilahuín, para luego mostrarlos al país en diversos escenarios y a través de la internet al mundo.

Para conseguirlo, este productor abandonó los estudios universitarios para dedicarse de lleno a la cinematografía con un argumento que es parte de su filosofía de vida: “Hollywood es artificial, nosotros somos reales y naturales”.

Cuando trabaja en una filmación hay ajetreo y el pueblo, donde es común encontrarse con una vaca rumiando un buen bocado de pasto que crece por doquier o escuchar el alboroto de un gallinero, vuelve a la vida. Uno de los últimos trabajos, de bajo presupuesto, fue el cortometraje de 4 minutos denominado Maymanta Shamunchy (De dónde venimos).

Aprendió a actuar en Quito a los 15 años y se instruyó con Nicolás Kingman y Gabriel Díaz

Provistos con cámaras de video, luces, micrófonos y mucho entusiasmo, este singular grupo de cinéfilos, que viste pantalones blancos, ponchos rojos, anacos negros, sombreros y wallcas brillantes, se entrega por completo a la grabación y actuación, pero no siempre el resto de la comunidad los entiende.

En una zona donde la agricultura es la columna vertebral de la economía de más de 1.500 familias de 14 comunidades, dedicarse al séptimo arte está considerado por la mayoría como una “pérdida de tiempo”.

Sin embargo, Curicama es sordo a las críticas. Aprendió a actuar en Quito y se instruyó con Nicolás Kingman y Gabriel Díaz, y ahora está decido a poner en práctica sus conocimientos. "Mi familia es pobre. Mi madre vende ajo en el mercado y mi padre labra la tierra, pero eso no me detiene porque tengo el apoyo incondicional de mi familia y me preparé desde los 15 años”, explica Curicama, que hace poco cumplió 23 y es el mentor de tres cortometrajes.

Para ayudar a financiar sus proyectos, mediante la autogestión en instituciones financieras, acudió a la Cooperativa Chibuleo o el Gobierno Provincial de Tungurahua, donde aplicó una estrategia: fundó la pequeña empresa Wayra Films.

Para ahorrar presupuesto, que casi nunca abunda, los actores son sus amigos, padres, tíos, sobrinos, hermanos y abuelos. "Todos esto es el sueño de mi hijo y es mi deseo ayudarlo con lo poco que poseen los míos", asegura José Llanganate, un agricultor orgulloso de su labor, autodidacta y que no deja de sonreír al mirar las correrías de Curicama y los demás. Los matrimonios, viviendas tradicionales, la gastronomía, fiestas y otras manifestaciones culturales, son parte de sus filmaciones.

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