Son las 12:00 y María Salán, adolescente de 13 años, viaja desde Latacunga hasta la parroquia rural Mulaló. La joven se dirige a esta localidad en un viejo y destartalado autobús interparroquial, con tres compañeros de clase, quienes cursan el noveno año de educación básica en un colegio de la capital cotopaxense.

Los cuatro chicos nacieron, viven y aman Mulaló, tierra en la que con sus familias subsisten gracias al cultivo de  papa, maíz, melloco y haba, entre otros productos, y a la producción lechera del lugar, desde hace décadas.

Hasta hace poco, este pueblito de aproximadamente 14 mil habitantes era muy tranquilo y silencioso. La situación cambió radicalmente desde abril del año en curso, fecha en la que el volcán Cotopaxi empezó a presentar un comportamiento anómalo, con tremores continuos, emisión de olor a azufre, vapor de agua y ceniza, por lo que los expertos destacan la importancia de la prevención de riesgos en poblaciones cercanas.

Precisamente, el propósito del traslado de los jóvenes fue participar en un simulacro de evacuación, en caso de erupción súbita, organizado por la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR) y otras entidades de socorro, a las 15:00.

Semanas atrás, esta institución y otras encargadas de la protección civil realizaron varias capacitaciones sobre rutas de escape, medidas de seguridad, gestión de accidentes y afectaciones de la ceniza volcánica.

"Nunca pensé ver humear el cráter del coloso. Esa imagen solo la concebía en los recuerdos de mi bisabuelo materno, quien les contó a mi madre y tíos cuando eran pequeños, que el Cotopaxi erupcionó abruptamente, a mediados del siglo XVIII. Hoy el pueblo entero se está preparando para evitar una desgracia", señaló María al bajarse del bus.

Avanzando por uno de estrechos y polvorientos caminos del lugar, la adolescente se apresura para llegar a la puerta de su casa, en la cual la esperaban sus padres y hermanos, listos para el ejercicio.

"Los primeros talleres se hicieron en junio. Debemos llegar al nivel de preparación en gestión de riesgos de nuestros vecinos de Tungurahua, quienes cuando despierta el volcán, sabe exactamente cómo actuar, dónde ir y la manera correcta de atender la emergencia", dijo Carlos Salán, padre de la joven.

Él al igual que la mayoría de sus vecinos, conocidos y familiares, es ganadero. Al menos el 70% de la población de Mulaló se dedica a la elaboración de queso y venta de leche. Allí además cultivan arveja, cebada, trigo y quinoa.

Mario Rocha, presidente del gobierno parroquial, señaló que en el simulacro participaron cerca de 1.500 personas de los seis barrios cercanos. "El objetivo es lograr que la gente se acerque en el menor tiempo posible a los sitios seguros, uno de ellos es el coliseo de la parroquia. Lo mismo con habitantes de barrios alejados del centro poblado, quienes en caso de erupción ya saben a donde acudir", dijo.

En el simulacro participaron además el Cuerpo de Bomberos de Latacunga, Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), Fuerzas Armadas y Cruz Roja.

Rocha, quien presidió el ejercicio, comentó además que este tuvo éxito gracias a que la mayoría de la vías de la parroquia son asfaltadas. "Es una ventaja pues así el tránsito vehicular es mas fluido y esto evitaría percance al momento de salir del poblado", agregó.

A las 15:00 todas las alarmas del pueblo sonaron, lo que motivó a la gente a paralizar sus actividades y correr a sitios seguros. Mientras esto se realizaba, el coloso expulsaba una gran columna de ceniza, material que caía justo en el pueblo durante el simulacro.

Un ejercicio similar se desarrolló a las 11:00 con los alumnos de la Unidad Educativa Mulaló. Más de 400 niños y jóvenes aprendieron las rutas más seguras para la evacuación y las medidas de seguridad del caso. Con mascarilla en sus narices, los pequeños participaron del simulacro. (I)