Intercultural
El ordeño es tradición vigente en haciendas de Chimborazo
Desde las 05:00, Dolores Paca y su hijo Andy Chimbolema, oriundos de la comunidad Sigilan, cerca de Riobamba (Chimborazo), extraen de las vacas 200 litros de leche para enviarlas a la fábrica de lácteos en San Luis.
El trino de los pájaros y el canto de los gallos despiertan a Dolores a las 04:00, quien a esa hora se dirige a ordeñar 80 vacas de la hacienda Iván Mancero, un trabajo que aprendió de su padre y este del abuelo de ella.
Ella se protege del frío con un abrigo de lana y botas de caucho para evitar que sus pies se mojen. Con 10° centígrados, esta mujer y su pequeño hijo caminan por medio del pasto con una linterna sujeta a su sombrero para iluminar el sendero.
La trabajadora selecciona a las vacas lecheras para su ordeño. Cada una produce de 15 a 20 litros en 5 minutos. Mientras que el menor coloca en los tanques la leche extraída.
Dolores recalca que este trabajo lo realiza desde hace 6 años y que ha sido la fuente de ingreso de su hogar. “Madrugar a sacar leche todas las mañanas, con frío y lluvia, me ayuda a educar a mis hijos”, sostiene la madre de familia.
A pesar de tener 50 años, Dolores Paca asegura que cuenta con la fuerza necesaria para exprimir las ubres con sus manos. Una de sus preocupaciones es que los dedos le duelen con frecuencia. Pero más allá de eso, asegura que los hijos de los comuneros también aprenden el oficio.
“Es una tradición en las familias de la comunidad y hasta parte de la identidad del poblado. No solo porque lo hacemos manualmente, sino porque también criamos cuyes, conejos y damos de pastar a las vacas. Es un trabajo que nos llena de satisfacción”.
El trabajo de Dolores Paca es mecánico, pero para hacerlo se necesita de mucha práctica. Foto: Cortesía Junior Salao León
Una actividad de sacrificio
Más allá del gusto que sienten los comuneros por seguir sus tradiciones, ordeñar a mano tiene complicaciones. Según el Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas, la continua manipulación con los dedos provoca artritis.
Diana Méndez, coordinadora zonal del centro de Salud Guaslán, asegura que el problema es muy común en quienes se dedican a esta labor en el frío.
Ana María Gualli, de 72 años, mantiene no solo la tradición del ordeño. Ella también se dedica a la crianza de cuyes y conejos.
Dice que en su casa tiene un pequeño criadero en donde habitan más de 200 cobayos. Los alimenta y hace que se reproduzcan.
Luego los saca a la venta en las ferias de los pueblos cercanos a Riobamba. “Esta actividad es tradicional. La hicieron mis padres y mis abuelos. Mis hijos también tienen criaderos de cuyes y conejos”, indica.
Mientras, María Esther, de 63 años, dice que se dedica a cuidar a su vaca. “El litro de leche está a $ 0,35 y mi vacuno apenas produce 6 litros; a esto se suma que a veces es cansado cargar hierba y si dejo de alimentarla apenas llega hasta los 4 litros. Pero es mi trabajo y lo hago con mucho amor”.
Según la última encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y la Superficie y Producción Agropecuaria en la provincia de Chimborazo, el ganado vacuno es importante en esta provincia, que contiene al 5,31% del total nacional.
La crianza de cuyes también es parte de la costumbre
En la parroquia Punín, en Chimborazo, el cuy es el menú principal, tanto en festividades comunitarias como en festejos familiares. Este plato va acompañado de arroz, papas, hornado y cubierto con salsa maní.
El platillo es ícono en esta parroquia por su exquisita preparación. Además, es una costumbre propia del pueblo indígena para atender a sus invitados.
Juana Salambay, oriunda de Riobamba, posee un criadero de cuyes con más de 20 jaulas; ella los oferta en las ferias del campo a la ciudad desde $ 10 en adelante.
Para el historiador Ángel Guacho al cuy se lo utilizaba también para hacer limpias. “Nuestros antepasados guardaban muchos métodos de curación a través de este roedor”, explica. (I)