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El Telégrafo
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El centro gerontológico de guano atiende a otros 30 adultos mayores

Ni la soledad y ni las dolencias han vencido al amor de María y Felipe

En el sillón descansan ambos bajo el cuidado constante del personal profesional que los asiste las 24 horas. Foto: Elizabeth Maggi / para El Telégrafo
En el sillón descansan ambos bajo el cuidado constante del personal profesional que los asiste las 24 horas. Foto: Elizabeth Maggi / para El Telégrafo
25 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Riobamba y Ambato.-

Ambos son adultos mayores y desde que se conocieron protagonizaron una historia de amor en el Centro Gerontológico de Guano, en Chimborazo.

Felipe cumplió 92 años y María 94. Hicieron amistad en un asilo ambateño hace ya una década. Felipe se quedó solo, pues sus hermanos fallecieron con el tiempo.

María, en cambio, no pudo tener hijos y adoptó a una niña. Sin embargo, cuando empezó a tener problemas de salud, su hija la ingresó en el hospital regional de Ambato y en ese lugar la abandonó.

En esas circunstancias de soledad, técnicos de Servicio Social del MIES realizaron los trámites para ingresar a María en forma permanente al ex-Centro Gerontológico de Ambato, donde también estaba Felipe.

Así, todos los días se veían en sus actividades y llegaron a armonizar sus rutinas. Con el tiempo decidieron casarse y lo hicieron mediante una sencilla ceremonia en la iglesia de Huachi Chico, al sur de Ambato.

Pero, un día, el centro se cerró y los internos fueron redistribuidos. María fue llevada a otra institución en el cantón Patate y Felipe a Guano.

La separación los conmovió profundamente. Los cuidadores se dieran cuenta de la situación sensible y realizaron los procesos para que se volvieran a juntar. Desde hace un año son inseparables.

Felipe se dedicó a cuidar de su compañera con especial cariño, porque había decaído en su salud. Se aseguraba de que tomara sus alimentos, la motivaba para que haga sus ejercicios y la acompañaba en sus paseos. Los años doblegaron su voluntad y fuerzas; ahora es María quien se encarga de cuidar a Felipe, quien depende totalmente de ella.

A Felipe le diagnosticaron hipertensión arterial por lo que sus cuidados y controles son continuos.  También padece dolores en las  piernas, seudodemencia y en ocasiones se vuelve agresivo.

“Solía ayudar a su esposa a salir al jardín, pero ahora ya está en silla de ruedas. Su condición empeoró. María lo acaricia y tranquiliza cuando se encuentra inquieto”, explicó Diego Ortiz, psicólogo del lugar. La pareja, desde hace meses, dejó de pasear por los pasillos.  

A veces cuando él está triste, su esposa, con voz cansada, le canta melodías de otra época. Su favorita es ‘Chola cuencana’ que es aplaudida y coreada por los 30 adultos mayores cuando se reúnen en el comedor.

La alegría contagia a los 10 cuidadores que los observan con atención y ternura. María sufre cada día los dolores propios de la edad. Se mueve en silla de ruedas por causa de una insuficiencia renal. La fragilidad de su estado le impide realizarse diálisis y solo toma  calmantes y otros remedios.

Ambos tienen lagunas mentales, pero aun así se reconocen. “Tratamos de que estén juntos en los ejercicios pasivos, la rehabilitación, en la comida, incluso duermen en la misma habitación, pero no en la misma cama, porque pueden caerse. Los cuidamos con todo el cariño”, comenta Sandra Guananga, enfermera del centro, que además lamenta cómo la salud de ambos desmejora y nadie los visita.

A diario, Felipe y María descansan en un sillón color naranja que se ubica en un rincón de la sala de relajación y frente a una ventana por la que ingresan los rayos del sol. Allí reclinan y juntan sus cabezas. (F)

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