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Ecuador, 20 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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Doña Petrona comparte casa y silencios con su hija Rosa de 78 años

La mujer más longeva de Cotopaxi vive en el barrio Huambaló

En su larga existencia no consumió carne, solo habas, chochos, machica, ocas, queso, leche y más. Foto: Silvia Osorio / El Telégrafo
En su larga existencia no consumió carne, solo habas, chochos, machica, ocas, queso, leche y más. Foto: Silvia Osorio / El Telégrafo
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Un rústico y empolvado camino conecta a Latacunga con el barrio rural Huambaló. En ese sitio los techados de teja que cubren casas pequeñas y aisladas caracterizan la empobrecida arquitectura del lugar.

Precisamente en una de ellas vive Petrona Chicaiza, considerada una de las mujeres más longevas de la Sierra centro, pues cumplió 110 años de existencia.

En su memoria se guardan, todavía lúcidos, los recuerdos de su larga vida y cuando los desbroza sus pupilas brillan y las arrugas de su piel se acentúan en contraste con la nieve de su cabellera recogida.

La Latacunga de sus memorias es pequeña, libre de grandes construcciones y desahogada de centenares de vehículos.

Doña Petrona todavía camina, despacio, es cierto, y con ayuda de un ‘bastón’ que no es otra cosa que un viejo y largo madero.

Comparte la casa y sus silencios con su hija Rosa Chasiluisa, de 78 años, para quien su progenitora es “un ejemplo de vida”, y prefiere no pensar en la muerte.

La sola idea de que Petrona le falte algún día la desconcierta, pues está acostumbrada a su compañía, su amor y sus consejos.

Una larga descendencia

Los 6 hijos que tuvo doña Petrona le dieron a su vez 30 nietos, 42 bisnietos y 7 tataranietos. “Siempre nos está aconsejando que seamos trabajadores, que no perdamos el tiempo y que cada minuto es valioso”, manifiesta Rosa, mientras derrama algunas lágrimas y oculta sollozos.

Doña Petrona pronuncia las palabras con dificultad. Recuerda que cuando era joven trabajaba en la elaboración de sogas con la fibra de la cabuya. En esa labor la acompañaba su esposo, quien falleció hace unos 20 años.

Estas amarras, aún en la actualidad, son utilizadas principalmente en las faenas agrícolas y ganaderas para atar a los animales de corral y transportar la hierba.

En ese tiempo (hace unos 80 años) comercializaba las sogas en los mercados de Latacunga y Saquisilí en los días de feria y eso constituía su principal ingreso.

Para mantener a sus hijos también criaban pollos, vendían leche y se las arreglaban para que no faltara el alimento en el hogar. A pesar de su pobreza, doña Petrona se consideraba muy feliz.

“No era peligroso como ahora que hay ladrones”, comenta y en su voz hay angustia. Ahora que las fuerzas se han ido de sus manos, esta mujer se mantiene con la ayuda de su familia que no la abandona, pues si algo aprendieron de ella es a tenderse la mano.

Así lo dice Sara Chasiluisa, una de sus nietas. “Me enseñó a ser solidaria y no descuidarme de las personas de edad. Algún día nosotros también necesitaremos de otros”, comenta mientras recalca que para su descendencia es una alegría y símbolo de fortaleza el contar aún con su amada abuelita.

El secreto de la longevidad

Sara dice que posiblemente uno de los secretos de la longevidad es la alimentación, puesto que doña Petrona desde niña consumía habas, ocas, chochos, papas, machica, choclos, sopas de verdura, pan de trigo, dulce de cabuya, quinua, leche y abundante queso.

En la lista de alimentos consumidos por Petrona casi no se incluye la carne. “Eso es malo”, alcanza a decir la mujer que, pese a su avanzada edad, no sufre de enfermedades, salvo las dolencias propias de su edad como el dolor de las extremidades por los continuos fríos.

No ve a la muerte como una amenaza, sino como una continuación de la vida. No le teme, solo la espera sin ansias, pero con la ilusión de encontrar algo mejor después. (I)

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