A primera vista es una casa de campo con techados de teja natural y jardines que la circundan.

Las antenas parabólicas, los paneles solares y otros instrumentos revelan que es más de lo que aparenta. En la hacienda Guadalupe, y a tan solo 13 km del cráter se encuentra el Observatorio del Volcán Tungurahua (OVT). Es una propiedad cedida en préstamo por la familia Chávez a los técnicos del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN), para que monitoreen al macizo a raíz del nuevo proceso eruptivo de 1999.

El acceso es por una vía empedrada y estrecha que lleva a un parqueadero a cielo abierto siempre listo para las visitas. Una vez que se traspone esta senda se llega a un pasillo de gres y piedra que rodea a una pileta empedrada.

El OVT es un lugar estratégico para recibir todas las señales geofísicas de los instrumentos de monitoreo que fueron instalados en los flancos del volcán. Además, los científicos obtienen la información, vía radio, de los vigías que se encuentran en las comunidades aledañas al Tungurahua.

Se aproxima el mediodía del miércoles 2 de marzo de 2016. Adentro hay 4 personas que observan pantallas planas y otros instrumentos. Uno de ellos es Pedro Espín, jefe de turno del OVT. Él aporta con detalles sobre la situación.

“El volcán se mantiene en actividad moderada-alta. Hemos detectado bloques incandescentes, bramidos y cañonazos asociados a las explosiones y vibración de suelos y ventanas. Ha caído ceniza en Chontapamba, Pillate , Quero, Puela, Cevallos y otros sitios. Además, hubo pequeños flujos de lodo en las quebradas de Pondoa y Juive”. Tanto la zona del OVT, como la que rodea al volcán, se mantienen nubladas. Esta situación climática ha permanecido así desde su reactivación el 26 de febrero de 2016.

Sin embargo, aunque las nubes cubran la montaña, los instrumentos revelan su comportamiento. “La gente debe prepararse para más afectación. Habrá más explosiones”, dijo Espín. (I)