Publicidad
Algunos moradores compran guangos de hierba fresca para sus vacas en $4,50 en saquisilí, pero no lo harán siempre
La ceniza ya afecta a los animales y a los habitantes en las faldas del Cotopaxi
La vacona de propiedad de Segundo Chango amaneció bien el lunes, pero al mediodía, luego de que presuntamente comió pasto en el terreno donde duerme, se desplomó y, sin darle tiempo a nada a su dueño, murió. “No pataleó ni pidió auxilio, se extendió y dejó de existir”, cuenta María, mientras ayuda a su padre a subir el cadáver del animal en una camioneta que alquiló a $ 5.
Chango dice que llevará a faenar a la vaca en su casa, pero sus hijas le piden que no coma de esa res, pues temen que haya muerto intoxicada por ceniza volcánica.
Según los vecinos de este ganadero, el fin de semana cayó bastante ceniza en su comuna, Mulaló, ubicada en las faldas del volcán Cotopaxi, el cual, desde junio, ha incrementado su actividad.
“El ganado se nos enferma y muere”, dice María Chisalema, otra moradora del sector, quien, con hierba seca, trata de limpiar el pasto antes de que sus 6 vacas lo ingieran. Ella, al igual que Chango, vive en San Agustín, una de las 5 comunidades de Mulaló, zona afectada por el proceso eruptivo del coloso.
De hecho, Mulaló está cubierta por una espesa capa de ceniza, y las camionetas que transitan por la zona levantan aún más el polvo. La mayoría de habitantes tienen mascarilla, pero no la usan en todo momento. También hay quienes tapan sus cabezas con bufandas y paños y protegen sus ojos con gafas. A los habitantes les preocupa el ganado.
Una vaca que tiene José Villalba, desde hace 2 años y medio, ha empezado a toser en estos días. Este productor de San Ramón, otra comuna de Mulaló, comenta que el fin de semana pasado fue cuando más ceniza cayó en el lugar.
Su pequeña casa está en la vía principal, por eso los carros que pasan levantan polvo. A eso se debe que todas las mañanas limpie el pasto con ramas secas y luego arroje agua para que el material se asiente. Le molesta que algunas personas quieran aprovecharse de la situación que atraviesa, y que le ofrezcan $ 300 por una vaca que cuesta $ 1.500. Antes de la emergencia en el Cotopaxi, el ganado producía 25 litros de leche al día, en estos días solo 15. Cada litro cuesta $ 0,39, por lo que regresaba a su casa con $ 9,75 y ahora solo recibe $ 5,85.
Lea también: La ceniza del Tungurahua quemó pastizales
Suena la alarma comunitaria en San Agustín, y Ofelia Tomalá, de 60 años, se asusta. Con prisa toma un chal y cubre su rostro. “¿Qué pasa?”, pregunta desesperada a una vecina, quien le dice que hay una sesión en la casa comunal porque los habitantes sienten que la ceniza empieza a enfermar a los animales. Corre hacia el lugar y, en medio del camino, grita: “Ayúdennos, nuestros animalitos son lo único que tenemos, de eso subsistimos”. Llora.
En la calle principal no saben bien qué pasa. El sonido de la alarma comunitaria mortifica a los moradores de Mulaló, pues, según cuenta Julio Chasig, en una sesión acordaron que esa sería la señal para una evacuación inmediata.
En medio de la ceniza que el viento continúa alzando caminan desde la montaña más grupos familiares. ¿Hacia dónde se dirigen? “Hacia la Panamericana sur”, dice Chasig, pues allí será el punto de encuentro donde serán evacuados.
Cuando se enteran de que la alarma sonó para avisar la sesión, en donde el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap) realiza un censo del ganado del sector, la calma regresa.
Lea también: En Manabí y Santo Domingo cayó el polvo volcánico
Chango detalla que hace una semana vendió 2 vacas a $ 500, cuando cada una vale entre $ 800 y $1.000. “Lo hice para no perder y con ese dinerito buscar un sitio seguro para ir”, manifiesta el campesino, mientras lava dos tanques para dar de beber agua al ganado. El lomo del resto de sus reses, entre ellas un ternero, está cubierto con costales. Una de ellas está en proceso de parto. Espera que sobreviva, aunque desde hace 2 días no come.
Miguel Llano es presidente del barrio El Litio, también de Mulaló, en donde cuenta que tienen 250 cabezas de ganado, de las cuales estima, por conversaciones con los vecinos, el 20% está enferma.
En El Litio viven 55 familias y todas se dedican a la ganadería. “Si se muere el ganado no vamos a tener de qué vivir”, sostiene el hombre. Llano cree que en la zona de Mulaló hay unas 8 mil cabezas de ganado.
En medio del censo, a María Gusilema le alertan que en la casa de Miguel Chango hay otra vaca enferma.
Técnicos del Magap acuden al lugar para inyectar antiinflamatorios al animal. El técnico indica que la ceniza afecta las vías respiratorias de los animales. Pero no solo a ellos, Juan Pablo Arboleda, médico del centro de salud, indicó que la semana pasada hubo 50 personas con faringitis, 10 con conjuntivitis y 20 con cefalea emocional. Esta última enfermedad, dijo, se da por estrés, pues relató que la gente llega a su consulta con bastante ansiedad.
Son cerca de las 16:00 del lunes y María Pijal (80 años) sale al patio de su casa de adobe. En sus manos, manchadas por el barro, lleva la estampita de la virgen María que soba en el lomo de sus vacas. “No se me vayan a morir, son todo lo que tengo”, pide. Y se santigua. (I)