‘Diablada pillareña’ consiguió el apoyo de los jóvenes e infantes
La ‘Diablada pillareña’ concluyó ayer, tras 6 días de algarabía y comidas típicas. Los turistas resaltaron 2 hechos: la participación activa de niños y jóvenes en las danzas tradicionales y la intervención de visitantes de Suiza, Italia y España como parte de los personajes del cortejo.
Lorenza Libertari, voluntaria italiana que trabaja con el padre Antonio Polo en la parroquia Salinas de Guaranda, aceptó disfrazarse de ‘guaricha’. “Mis amigos pillareños me pidieron y yo les dije que sí, pues es un honor representar a esta mujer e intervenir en esta manifestación cultural popular”, explicó la extranjera.
Según los historiadores, las mujeres que contribuyeron en las luchas revolucionarias en 1895 fueron llamadas ‘guarichas’. Ellas conseguían fondos para las revueltas y transportaban encomiendas y mensajes.
Junto a Libertari también se movía vigorosamente Sandra Mogollón: “Estoy orgullosa de bailar cada año como ‘guaricha’ y lo haré hasta que pueda”, aseguró la pillareña.
Los turistas arribaron de diversas provincias entre ellas Pichincha, Guayas, Tungurahua, Chimborazo, Cotopaxi y Manabí. En diciembre de 2008, el Ministerio de Cultura declaró a la ‘Diablada pillareña’ como Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador.
Los ‘diablos’ danzantes o partidas, vestidos con trajes y máscaras estrafalarias, representaron a las comunidades Tunguipamba, Marcos Espinel, Cochaló, Chacata, El Carmen, San Vicente de Quilimbulo, Robalinopamba, La Quinta, Nuevo Rumihuaico y La Elevación, entre otras.
Diana Espinosa, médico y fotógrafa aficionada de la Casa Humboldt de Quito, estuvo fascinada con la participación de los jóvenes. “Me agradó mucho porque no solo se movían muy bien, sabían las letras de las canciones populares ecuatorianas. Cuando les pedía que se despojaran de sus máscaras y observé sus rostros juveniles quedé impresionada”, aseguró.
Las calles céntricas de Píllaro se llenaron de turistas y de los ‘diablos’ que mantienen esta tradición patrimonial. Marco Ayllón concurrió con su hijo de 2 años para danzar en este evento. Este lugareño es ingeniero civil y trabaja en Quito. “Me siento en la obligación de enseñarle a la nueva generación sobre la tradición de mis padres y de mis abuelos. Los jóvenes deben sentirse orgullosos de ser diablos pillareños”, señaló.
Las comparsas se prepararon en los barrios y luego emprendieron largas caminatas de hasta 5 kilómetros en dirección al parque Central. En cada grupo o partida había por lo menos 400 participantes.