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Un oasis entre el bullicio del Centro Histórico de Quito

Un oasis entre el bullicio del Centro Histórico de Quito
16 de junio de 2013 - 00:00

La calle Junín es la arteria principal del tradicional barrio quiteño, cuya fundación se remonta allá por el siglo XVI. Foto: Santiago Aguirre | El Telégrafo

La Marín se despierta temprano. Los primeros buses salen de la estación El Playón cuando el Sol aún no pinta el cielo de Quito. Poco a poco, el esmog, los pitos y las voces de  los comerciantes son la alarma de la mañana. Su eco causa que el centro de la ciudad se levante.

A las 06:00, la gente, como una marea que se despereza, empieza a llenar las calles Luis Sodiro, Gran Colombia y Chile. El mercado Central abre sus puertas y las camionetas llegan con verduras, frutas y carne, productos que son colocados sobre las espaldas de los ayudantes de las “caseras”. Ellas, con voz aguda, convencen a sus clientes ofreciéndoles los mejores productos. Un caos matutino arrastra a la capital desde La Marín.

Pero en medio del bullicio, del ajetreado movimiento de los comerciantes, de los gritos y del paso veloz de los autobuses y automóviles, se encuentra, como una isla solitaria en mitad de la urbe, el barrio San Marcos, que mira desde lo alto de la antigua Loma Chica, el despertar agitado de la ciudad.

El reloj marca las 07:30, abajo el mundo está en movimiento, y en San Marcos  se escucha el “buenos días” de algún vecino dirigido a otro. Estrepitosamente, Margot Díaz (63 años) levanta una puerta enrollable pues ya es hora  de abrir su tienda. Enciende la luz. A un costado de la caja registradora reposa un radio despertador, que marca diez minutos antes de las 08:00. Lo prende y sintoniza un noticiero.

Luego, Margot toma un banquito de madera, lo acomoda al filo de la puerta y se sienta mientras su blanca cabellera resplandece bajo los rayos solares, que atrevidos intentan iluminar su tienda. Su amplia falda azul le cubre las rodillas. La mujer espera que transcurra el tiempo y que los vecinos lleguen por la leche y el pan. En sus manos, un tejido despista a las horas y su mirada está atenta cuando algún extraño llega a su querido San Marcos. “Aunque el barrio haya cambiado, es muy amigable. Aquí sabemos quién es quién. Cuando llega algún extraño lo notamos enseguida, pero lo recibimos bien”, comenta alegre.

El encanto de este barrio tradicional de Quito reside precisamente en su modo de ser, pues es considerado el único del Centro Histórico que guarda su esencia tradicional. Es decir, es uno de los sitios del casco urbano  que no es comercial y viven alrededor de 5.000 familias; entre ellas las más tradicionales del lugar.

La creación del barrio data del año 1580. Fue construido por el párroco fray Luis López Solís. En San Marcos se asentaron españoles y mestizos, clérigos, pulperos y artesanos. En el inicio las actividades del sector se centraban en la religiosidad. En el siglo XVII la principal actividad económica de la zona era la producción textil.

A lo largo de la calle Junín, San Marcos abre sus puertas. En los extremos hay pequeñas tiendas que dan la bienvenida a propios y extraños. Viejas puertas de madera aún guardan los patios interiores rodeados de cuartos de amplias ventanas, cuyos balcones se adornan con flores. La plaza central junto a su iglesia colonial, centro religioso que data del siglo XVII, se esconde a la luz de los árboles. Y desde ellos vuelan palomas, tórtolas y mirlos hacia la pileta central que refresca el barrio durante el verano.

San Marcos tiene museos, galerías, casas patrimoniales, pues hay gran actividad culturalEn el parque se sientan Gonzalo Cevallos y su nieto Joaquín, de un año. La brisa revuelve el cabello castaño del pequeño mientras sus ojos bailan al compás de la caída de las hojas y el vuelo de los pájaros. Su abuelo, que lo tiene entre sus brazos, se levanta y baja  las gradas que quedan detrás de la iglesia. El pequeño mira hacia atrás y mueve su mano como despedida.

La  casa de Gonzalo se encuentra en la calle Inclán. Tiene paredes amarillas y puerta de madera. Junto con su nieto ingresa por un zaguán. Al fondo hay una pequeña extensión de terreno donde el Sol hace resplandecer los claveles. El segundo piso es de madera y sus escaleras de piedra, sobre las cuales duerme la gata “Capulí”.

“Cinco generaciones de mi familia han vivido en San Marcos; desde mis bisabuelos, que llegaron al barrio en 1895. No me fui porque este barrio es  parte de mí, y a pesar de la época de modernidad en que vivimos, San Marcos es un lugar pacífico. Los vecinos, aunque no como antes, nos conocemos y todavía existe ese sentido de solidaridad”, comentó Gonzalo.

San Marcos tiene ahora un rostro diferente, pues varias casas tradicionales fueron intervenidas por el  Municipio quiteño, empezando por la calle  Flores. Allí  se encuentra el museo de Manuela Sáenz. En la calle Junín está el Museo de Acuarela  Oswaldo Muñoz Mariño, la Casa de la Danza, entre otras entidades. Restaurantes de lujo también son parte del barrio.

Las palomas se posan frente a la vivienda de Carmen Soto, de 88 años, que aparenta menos edad. Va a la cocina. De un mueble blanco labrado con flores toma una tarrina. Con pasos firmes regresa a la puerta de su hogar. En ese mismo lugar, 65 años atrás vio correr y jugar a sus hijos. Carmen esparce granos de arroz por encima de las palomas. Ella recuerda con nostalgia los juegos de los niños en la calle. “Vivo más de 40 años en este lugar. Si me quedé aquí es porque aún encuentro amor  y fraternidad entre los vecinos”, dice.

Lucía Salazar  vive en el barrio  hace seis meses. Ella es de la provincia de Manabí y tiene dos hijos, de 4 y 6 años. La mujer comenta que decidió vivir en San Marcos porque no teme a sus vecinos.

Las sabores típicos   del barrio se encuentran en el  restaurante El legítimo Mama Miche y la picantería LauritaBeatriz Moscoso ha vivido siempre en la zona junto con sus dos hermanas. Ella recuerda que  las tardes eran especiales pues entre las calles Inclán y Junín se encontraba la panadería de su tío y todos los niños del barrio hacían fila por comprar los cachitos y los deliciosos roscones de dulce. “Bachita”  dice que ella prefiere quedarse en su barrio por recordar a su padre.

El barrio se beneficiará del Plan Hábitat y Vivienda que ejecutará el Municipio de Quito. El proyecto tiene como finalidad recuperar el carácter residencial del Centro Histórico, como parte de la rehabilitación de esta zona patrimonial. Esto porque en dos décadas, 20.000 habitantes de la zona han dejado de vivir en este lugar.

El problema se evidencia en San Marcos donde, por lo menos, cinco casas están en venta, todas  de estilo patrimonial. Los vecinos mencionan que las casas para las que se busca comprador pertenecen a personas que prefieren vivir en el norte o en los valles de la ciudad.

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