Alrededor de 170 mil dólares anuales requeriría el convento de San Francisco para una adecuada autosubsistencia, conservación y sostenimiento.

Así lo dio a conocer Alcira Sandoval, especialista responsable del sector cultura del Organismo de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en Ecuador.

Esto a propósito del reciente anuncio de un plan de gestión del inmueble patrimonial quiteño y su contenido, desarrollado entre el organismo internacional y la congregación religiosa.

El fin del proyecto es potenciar la capacidad turística de la edificación religiosa y aumentar el número de visitantes que en la actualidad, según Pablo Rodríguez, funcionario del museo franciscano, bordea los 48 mil anuales.

El objetivo es obtener los recursos necesarios para el autosostenimiento de la estructura y la conservación de las obras de arte que atesora, la mayoría de ellas perteneciente a la “Escuela Quiteña”; un ejemplo es la talla de la virgen alada, obra del escultor colonial Bernardo de Legarda, y cuya réplica monumental “custodia” a la ciudad desde la cima de El Panecillo.

En palabras de la funcionaria de la Unesco, se trata de “aumentar las visitas, sin poner en riesgo el edificio ni su contenido; así como sin perturbar la vida religiosa de los miembros de la comunidad franciscana que habitan el lugar”.

La diversificación de la oferta turística del convento apuesta a que los ingresos que se obtengan y que serán reinvertidos en la conservación del monasterio, no provengan únicamente de las visitas al museo Fray Pedro Gocial, como sucede en la actualidad.

Para ello, según el plan Unesco - franciscanos, se prevé “la realización de estudios de público y de capacidad de carga turística de los espacios visitables, los que servirán de insumo para la gestión del conjunto conventual y la implementación de estrategias de turismo sostenible”.

Entre las ideas que se manejan está la de rehabilitar la cervecería artesanal que, según los religiosos, funcionaba hasta mediados del siglo anterior y que fue la primera productora de este tipo de bebida en la ciudad tras la llegada de los miembros de la congregación y del trigo, en el siglo XVI.

El concepto que se maneja sería la creación de una marca de cerveza, su producción y expendio en cantidades moderadas a los turistas que visiten el sitio.

También se prevé el establecimiento de una hospedería monástica. Al respecto, Sandoval aclaró que no se trata de convertir al convento en un hotel abierto, sino en desarrollar la capacidad limitada (probablemente de grupos de 10 personas) para albergar a gente con intereses de meditación, conocimiento y religiosos.