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Carlos Reza añora las costumbres de antaño

Recuerdos de hace medio siglo de un exestudiante del Mejía

Recuerdos de hace medio siglo de un exestudiante del Mejía
15 de febrero de 2015 - 00:00 - Fernando Cepeda, Instituto Nacional Mejía

Carlos Reza (72 años) nos cuenta sobre su vida y cómo recuerda a los jóvenes de su época. Reza estudió la primaria en la escuela Tarqui y la secundaria en el Instituto Nacional Mejía.

A la pregunta de ¿qué cambios ha notado en el colegio? respondió, con algo de tristeza, que la institución para él ha cambiado mucho: que las reglas de antes han quedado atrás y que el Mejía se ha vuelto uno más al que se le puede coger las costuras.

“Los maestros de antaño, que con una mirada te tenían firmes y con el uniforme planchando han sido remplazados poco a poco por maestros que se hacen de la vista gorda, que no les importa ver a los alumnos nadando en La Alameda con el uniforme de parada, o verlos con gorras, cadenas, perforaciones y pantalones que parece que les cortaran la circulación en las piernas”, comentó.

Aunque el hombre tiene la esperanza de que ese amor centenario por el colegio regrese para poder decir una vez más: “Soy del Mejía, guambrita, ay caramba. Aunque tus taitas no quieran, ay caramba. Soy del Mejía, guambrita”.

Entre los mejores recuerdos de su paso por el colegio, Carlos contó que los momentos que nunca olvidará son los que vivía con los amigos afuera de la institución por la Plaza Grande o La Alameda, cortejando a las jovencitas que pasaban por ahí.

Nos relató que  sacar una simple sonrisa a una chica era toda una aventura pues como eran colegios solo masculinos o femeninos, las relaciones entre chicos y chicas eran más difíciles de llevar; pero que siempre los del Mejía tenían suerte con las chicas pues llevaban la fama de don juanes en la piel.

Dijo que siente envidia de la juventud actual ya que relacionarse entre chicos y chicas ahora es mucho más fácil: “Una llamada por celular y tiene media docena de señoritas alrededor; un mensaje por Internet y organizan una fiesta con 100 personas, de las cuales conocen a 6 y al final terminan con más amigos que nunca”, apuntó.

Pero él no desecha las conversaciones cara a cara con una muchacha. También añora las épocas en la que tenía fuerza y tiempo para jugar interminables partidos de fútbol en el colegio o caminar sin rumbo hasta encontrar algo que hacer.

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