Los peregrinos contaron con el apoyo de un gran contingente de la Policía Nacional y Metropolitana, Bomberos y Cruz Roja
Peregrinación a Virgen de El Cinto reunió a fieles, artistas y comerciantes
Abel Urrea toca con alegría el acordeón, sentado en las escalinatas que descienden a la Iglesia de la Virgen de El Cinto. Mientras, la gente pasa caminando, casi todos lo observan cautivados por sus melodías. Y entonces, como un acto de fe, algunos se animan a depositarle una o varias monedas en una taza de aluminio. El sonido del metal que golpea, no detiene a Urrea en su canto: “La pobreza no es herencia/la pobreza no es herencia/ Dios del cielo me ha de dar, porque tengo Padre y Madre, y ellos me han de consolar”.
El músico admite que es una rutina que la realiza cada año, como un homenaje a la Virgen de El Cinto, de quien es devoto, y cuyo lugar de peregrinaje se encuentra en la vía a la localidad de Lloa, al suroccidente de Quito. No está solo, lo acompaña su madre, María Pazmiño, de 88 años, quien también es su lazarillo. Abel, es no vidente desde su nacimiento.
Tanto Abel como su progenitora, son parte de los cientos de devotos que asistieron hoy al último día de la jornada de peregrinaje al Santuario de la Vírgen de El Cinto, que inició en en el mes de septiembre. Las personas acuden a venerar a la Virgen pintada en piedra, cuyo origen milagroso es desconocido pero se le atribuye a fray Pedro Bedón que fue un fraile y pintor español de la Escuela Quiteña de arte y que vivió entre los años 1551 y 1621.
El evento de clausura también organizó la Feria Turística Gastronómica Artesanal en el lugar, y que se realizó en la Plaza Central de Eventos Culturales, con la presentación de varios artistas y grupos de danza para animar a los creyentes. “Este domingo se termina, son 30 artistas que hemos invitado, lo hacemos con broche de oro, y todo es por autogestión”, afirmó Fausto Vega, presidente de la feria. Y además señaló que el encuentro gastronómico, también es una gran oportunidad para dar empleo a 200 familias del sector.
De ese modo, comidas tradicionales de la serranía ecuatoriana, como el hornado, cuy asado, tortillas de papa con caucara, caldo de 31, pan de trigo, champú con mote (plato de Lloa), la chicha de Jora, y colada morada formaron solo una parte del menú tan extenso como variado que ofrecieron a los peregrinos.
“Hornado...hornado!!...pruebe sin compromiso...lleve sus tortillas”, voceaban los comerciantes en todo momento. Y como era evidente, la fe, también fue la protagonista, como el motor principal para organizar todas las actividades. “Soy un creyente, esto lo hago con amor y devoción, porque es una festividad que busca posicionarse como un evento turístico local”, enfatizó Vega.
La gente acudió, principalmente en compañía de su familia, como un acto de tradición religiosa, pero también de paseo dominical, pues muchos asistieron con hijos pequeños, sin importarles los rayos del sol incandescente que caían sobre el lugar. Es el caso de Patricio Muñoz, quien hace el peregrinaje al Santuario de El Cinto desde hace 15 años. “Venimos para pedir por la salud, así como por los problemas de la vida”, comentó, en compañía de su esposa y sus tres hijas.
En cambio, para otros, fue su primera vez, como Fabián Ushiña, y que fue motivado más bien por la curiosidad. “Nos dijeron que había esta actividad, y vinimos”. El hombre acudió al lugar, con su familia, desde su casa en Quito en el sector de La Mena 2, al Santuario para escuchar la misa temprano desde la mañana.
El peregrinaje también llamó a los mismos residentes de Lloa, para quienes la jornada también es un símbolo de su cultura. Uno de ellos, José Calderón, de 77 años, testifica que la Vírgen de El Cinto le ha respondido sus oraciones. “Me operaron de la pierna, y me dolía mucho, entonces le pedí que por favor me sane, y ya no me duele, camino mejor”, relató entusiasmado. Calderón estaba acompañado por su amigo Humberto Haro, que se conocen desde siempre. “Somos amigos de niños, aquí en Lloa nacimos, crecimos, y ahora ya estamos envejecidos”, afirmaron, los también ex músicos, que integraron bandas de pueblo en su juventud.
A las 12:00 se realizó la misa campal en honor a los vendedores, en la iglesia de El Cinto. Y de acuerdo al cronograma, también se realizó una procesión en el Santuario entre las diversas plazoletas. A esa hora, una imagen de la Virgen bajaba, en compañía de los peregrinos que abarrataron las escalinatas. A un costado, Abel continúa cantando con fe, y si bien no los ve, siente la presencia de la multitud, mientras toca su viejo acordeón: "Dios del cielo me ha de dar, porque tengo Padre y Madre y ellos me han de consolar". (I)
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Entre la fe religiosa y la leyenda
La iglesia del Cinto, en la parroquia de Lloa, se edificó sobre un relleno en la pendiente, donde se asegura apareció la Virgen.
Entre las piedras se observa a la virgen María con el niño Jesús en brazos, dos mujeres que le acompañan una en cada extremo, dos frailes y un niño en brazos de una de las féminas.
También se dice que la Virgen fue pintada sobre una roca a mediados del siglo XVI por el padre Pedro Bedón, quien solía ir a Huairpaungu a rezar. Con el pasar de los años la naturaleza tapó el lugar y a fines del siglo XVII apareció lo que hoy es el Cinto.
Se celebra las fiestas el 8 de septiembre por ser el día en que se honra a María, pero las misas empiezan la última semana de agosto. (I)