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La secretaría de ambiente trabaja en un censo para ejecutar una intervención

Ni la lluvia ni el viento causan que los árboles urbanos se caigan

Varios árboles han colapsado los últimos años en la capital. En la mayoría de los casos no hubo víctimas.
Varios árboles han colapsado los últimos años en la capital. En la mayoría de los casos no hubo víctimas.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
14 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

La imagen de árboles caídos se ha vuelto común en Quito luego de fuertes precipitaciones y vientos.

Al amanecer del martes, por ejemplo, un árbol obstaculizó la circulación por cerca de una hora en la intersección de la av. González Suárez y Bosmediano, al oriente de la capital. El hecho se produjo cuando el país vive una época de lluvias.

En agosto pasado, la empresa municipal de obras públicas se desplazó a 18 sectores de la ciudad para atender emergencias relacionadas con caída de árboles en un período de 3 días. Estos sucesos, en cambio, ocurrieron en un período seco y de fuertes vientos.

Estos casos parecerían ser una consecuencia de los factores climáticos, pero las razones para que un árbol colapse son otras.

Según Verónica Arias, secretaria de Ambiente del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), un árbol cae porque ha cumplido su ciclo de vida, porque no es una especie nativa y tiende a caerse o porque ha sido mal sembrado.

Esto ocurre, sobre todo, en zonas de riesgo. No obstante, un árbol sano está adaptado para enfrentar el embate del viento y la lluvia.

En lo que tiene que ver con la edad de los especímenes, hay zonas de la ciudad que cuentan con ejemplares viejos.

Ese es el caso de las especies de las avenidas Naciones Unidas y Gaspar de Villarroel (centro-norte), plantados en la década de 1970.   

La intervención humana contribuye para el colapso de un árbol. Por ejemplo, la poda antitécnica puede ocasionar el debilitamiento de las raíces. Además, podría causar que los troncos se pudran, lo que aumenta el riesgo de una caída. “No hay mejor poda que la que no se hace. Al árbol hay que saberlo podar”, comenta Arias.

Otras razones son los procesos sin criterio técnico de -por ejemplo- ampliación de vías, apertura de zanjas y canales, golpes de maquinaria, elevaciones y disminuciones del nivel del suelo y su compactación, entre otros.

En estas intervenciones, por lo general, se les cortan las raíces, lo que les impide mantenerse en pie.  

Grietas, oquedades, fisuras y señales de podredumbre son algunas de las señales de que un árbol es un peligro para los transeúntes.

Un árbol enfermo puede presentar ramas muertas o moribundas, desecamiento y atrincheramiento de la copa.

Para intervenirlos, se requiere un análisis técnico, pues está prohibido talar o destruir cualquier ejemplar sin autorización de las autoridades municipales.

Según Arias, a partir de la publicación de la Ordenanza 282, el año pasado, se inició un proceso de preservación del arbolado público urbano. Primero se ha dado prioridad a las especies de árboles nativos. Al momento se elabora un registro para conocer cuáles podrían estar en riesgo y que requieren ser intervenidos.

En la avenida Colón ya se ha identificado un árbol que se está inclinando mucho hacia un lado, por ello será retirado.  

Arias destaca que algunos de los beneficios de contar con una ciudad verde es que los árboles purifican el oxígeno y regulan la temperatura.

De ahí que una medida de prevención para que estos ejemplares no se caigan es sembrar especies endémicas porque se adaptan mejor al ambiente y al piso. (I)

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