Las artesanías ganan espacio en La Merced
Creatividad y buen gusto es lo que ofrecen los artesanos del centro comercial La Merced, ubicado en el Centro Histórico, y que el pasado 11 de mayo fue reinaugurado.
El arte urbano y tradicional se ubica en la planta alta del lugar. Allí 95 artesanos, de dos asociaciones: Sol Naciente y Tinkunakuy, ofrecen sus trabajos a módicos precios.
Sol Naciente agrupa a más de 200 artífices de diferentes nacionalidades, de los cuales 48 están en el centro comercial. Tinkunakuy es un grupo de 47 artesanos indígenas.
“Ninguno de los collares que vendo son iguales”, cuenta Juan de Dios Merchán, artesano colombiano. Él trabaja aretes, collares, pulseras, anillos, todo con materiales reciclables y naturales. Por ejemplo usa pepas de zambo para la elaboración de dijes y artes; además conchas, caballos de mar, semillas y otros. Cuenta que vendía en la calle, pero al tener un local puede mostrar todas sus obras. “Los diseños son exclusivos, damos esa opción extra”, aseveró. En su establecimiento también realiza tatuajes y piercings.
Otro de los locales que ofrece novedades es el de Jenny Brito. Ella elabora dijes, adornos y utensilios de cocina con la corteza del coco. La materia prima para su trabajo es previamente secada y seleccionada para darle forma a un sinnúmero de utensilios de cocina.
Después de que la madera de coco tiene la forma, es lijada y luego sellada, un acabado que evita que los líquidos se impregnen en la madera y debiliten el material con el tiempo. Un cucharón para sopa cuesta 8 dólares, “es un utensilio bonito, duradero y muy curioso”, dijo una compradora.
En el centro comercial también se ofrece una variedad de dulces, pero el que más atrae a los consumidores es el chocolate. Un local se especializa en una amplia gama de diseños. El más curioso, quizá, es una tabla de ajedrez con todas sus piezas, hechas de chocolate.
En otro de los locales, una curiosa decoración: la figura de un dentista hecha a base de alambre abre paso al público a una serie de figuras realizadas con ese material. Allí también se adorna un grano de arroz con el nombre del cliente y se le puede agregar un pequeño dibujo, algunos eligen el rostro de Jesús. El adorno cuesta dos dólares.
Los artesanos indígenas también ofrecen nuevos productos. Manuela Pilco tiene dos locales de ropa de la cultura Salasaca, originaria de la Sierra Centro. Allí se exhiben blusas bordadas a mano o a máquina, anacos (faldas), collares, aretes y el calzado. Lo que Manuela quiere imponer son las zandalias, que a diferencia de las alpargatas son elaboradas con cuero y tienen bordados en las tiras.
En otro de los espacios también se ofrece el servicio de cafetería y varios cafenet. La parte inferior del centro comercial ha existido desde hace 30 años. Una de las primeras comerciantes del lugar, Clara Almachi (65 años), recuerda que fue el presidente de aquella época, Jaime Roldós Aguilera, quien los reubicó.
Ella tiene un local de arreglo de prendas de vestir. Su máquina de coser es antigua, pero “es la mejor” y ofrece un buen trabajo, aclaró. Asimismo se puede encontrar locales de fotografía, ropa, zapatos y otros.
El problema de los comerciantes de la planta baja es que los dueños de los locales no los abren todos los días. Esto hace que se pierda clientela, cuenta doña Clara. “Los más viejitos seguimos trabajando, pero quienes han heredado las escrituras de varios locales ahora no quieren abrir”, dijo. Sugirió que se los alquile para que el centro comercial vuelva a vivir.
Para rescatar al primer centro comercial de la ciudad, el Municipio realizó arreglos y creó un espacio exclusivo para la venta de alimentos, que cuenta con 30 mesas y ofrece platos tradicionales.