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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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La lucha libertaria aún conmueve

“¡Dios ayuda a los patriotas para que las tropas reales no los capturen!”, decía con la voz entrecortada Rosa Montúfar, mientras rezaba una plegaria en la Iglesia de San Marcos. Un vestido largo color beige y decorado con lentejuelas se movía entre las bancas de madera. Frente a ella se encontraba el párroco Juan Pablo Espejo, hermano de Eugenio y Manuela Espejo, quien incluyó en sus sermones ideas sobre los derechos ciudadanos y la libertad.  

Esta era una de las escenas que se reproducían  en el museo Alberto Mena Caamaño, ubicado en el centro de la ciudad, con motivo de los 203 años de la masacre a los próceres de la Independencia.  Jóvenes guías  dieron vida a los personajes patrióticos que en 1809 y 1810 fueron protagonistas del proceso libertario que se gestaba de América.

Los pasillos del museo estaban repletos de visitantes de todas las edades. Familias, centros vacacionales y amantes de historia ecuatoriana se dieron cita en el  lugar, portando en sus manos un ramo de rosas rojas  que, en la tarde de ayer, debía ser entregado como parte de una ofrenda floral en la sala capitular del convento de San Agustín, en honor a los próceres caídos.

Los visitantes del museo esperaban en el pasaje Espejo con una rosa roja en la mano.

“Soy la bolsicona, en esta época éramos las chismosas de lugar, nos encargábamos de alertar a los patriotas sobre los planes de  las tropas reales”, relató uno de los personajes mientras se paraba en la pileta donde reposaban cientos de rosas rojas, que los visitantes depositaban antes de pasar al recorrido por el museo.

La “bolsicona” traslada  a los visitantes hacia un escenario ambientado en el siglo XIX, donde era la primera Biblioteca Nacional. Los niños  miraban con curiosidad a la estatuas de cera que representaban a Manuela y Eugenio Espejo.

Cerca de un anaquel, se encontraba una figura de espaldas. Cuando todos estuvieron en silencio y con su mirad fija en la escena, Eugenio Espejo tomó vida. Un grito de susto se reprodujo en el lugar, mientras la voz de Espejo, firme y fuerte, comentaba que sus ideas libertarias fueron imprescindibles para el proceso de  Independencia.

Pablo Escorza interpreta a Espejo y comenta que para él es muy importante representar ese papel, puesto que encarna al precursor de los ideales de libertad. Los actores repasaron con una semana de anticipación la dramatización.

2.205 personas visitaron el museo el año anterior, hasta el mediodía de ayer más de 500 ya habían participado¿A quién quieren ser leales? ¿Al rey de España o a las tropas insurgentes?, preguntaba molesto el coronel Arredondo, quien defendía a la corona Española. La respuesta de los visitantes fue unánime: “¡Apoyamos a los patriotas!”, entonces Arredondo encarcela a los visitantes, mientras Carlos Montúfar -quien luchó junto con Simón Bolívar en la gesta libertaria y defendió a  su padre Juan Pío Montúfar cuando fue  presidente de la Primera Junta Suprema- apunta con su fusil a Arredondo y libera a los detenidos, quienes pasan a la escena del 2 de Agosto de 1809, donde los recibe Tomasa, la fiel sirvienta de Manuel Quiroga y sus hijas Luisa y María.

Tomasa, con su narración, transporta a los visitantes hacia las mazmorras del Antiguo Cuartel Real. En aquella época las tropas reales obedecían las ordenes del Conde Ruiz de Castilla y fue allí cuando se produjo la masacre de los patriotas Juan de Salinas, Javier Ascázubi, José Riofrío, Mariano Villalobos y Juan de Dios Morales.

Los niños -con rostro de sorpresa- no dejaban de mirar la escena y al salir del lugar murmuran entre ellos: “¡Qué miedo! Pensé que los soldados se iban a voltear y nos iban a atacar como a los próceres”, “A mí me gustó Eugenio Espejo y José Mejía Lequerica porque eran muy inteligentes y estudiaron mucho para ser personas importantes”.  

Mientras tanto decenas de personas aguardaban fuera del museo y al interior del pasaje Espejo se observaba  un camino de rosas rojas. Lucía Zapata, de 62 años, permanecía paciente en la entrada del lugar, pues junto con sus nietos visitaría por primera vez el museo. “Tengo nervios, pues me dijeron que las estatuas toman vida en los pasillos, pero creo que es un homenaje necesario. Los próceres fueron quienes dieron su vida para que nosotros vivamos con libertad”, comentó la mujer.

Daniela, Cintya y Eunice son amigas y tienen mucho interés por  la historia, por eso visitan frecuentemente el museo porque siempre “descubren datos interesantes”. “Mis personajes favoritos son las tres Manuelas. Fueron mujeres que se adelantaron a su época con su pensamiento sobre los derechos y la libertad”, comentó Cintya. “La rosa roja simboliza la masacre del 2 de Agosto de 1810, es decir, que en aquella época, por cada familia murió una persona para darnos la libertad”, dijo Mónica Ortíz, responsable del Área de Guías.

Esas rosas debían ser colocadas en  la Iglesia de San Agustín y el Convento de Santa Catalina, lugar donde se encuentran los cuerpos de los próceres. A ese acto estaba prevista la asistencia de las autoridades municipales y del museo, además del público.

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