Figuras de mazapán tienen 8 décadas de historia
¿Qué tienen que ver las figuras de mazapán que se fabrican en la parroquia Calderón (norte de Quito) con los ritos funerarios precolombinos, la presidencia de John F. Kennedy y el velasquismo?
Mucho, a juicio de Carlos Carvajal, uno de quienes continúan la tradición artesanal a la que su tía abuela Margarita Reza le dio las características que tiene actualmente.
Todo empezó cuando Margarita (nacida en 1919) se casó a los 15 años con Carlos Humberto Bedoya y aprendió el oficio de hacer pan gracias a su suegra, Mercedes Suárez.
La familia de la mujer sostiene que, al poco tiempo, la pareja estableció su propia panadería. Esto permitió a Reza experimentar en la confección de las entonces llamadas guaguas de rezar, hoy guaguas de pan.
Carvajal, a quien el oficio le ha permitido conocer varios países, dice haber comprobado que la elaboración de figuras comestibles tiene raíces antiguas y se repite en países como México, donde se las conoce como pan de muertos y en Bolivia, donde se las llama tanda guaguas.
Margarita tuvo éxito, pero no se conformó con la elaboración de los panes tradicionales para el 2 de Noviembre, sino que investigó con materiales y pigmentos para adornarlos y creó figuras de hasta un metro, cuenta su familia.
Mientras tanto experimentaba para cambiar la consistencia de la masa para crear figuras más complejas, aunque no necesariamente comestibles. Para ello mezclaba la harina con el concho (residuo) de la chicha, le añadía formol, le ponía más agua.
Entonces, las guaguas de pan empezaron a tener brazos, gorritos de bebé en las cabezas y adornos de hilo en sus torsos para hacerlas más llamativas.
Una parte de la producción de figuras de mazapán se exhibe y comercializa en el Centro Artesanal ubicado en la calle Carapungo de la parroquia rural quiteña de Calderón (norte de la capital). Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Las figuras que elaboraba dejaron de representar solo a niños muertos y se transformaron en representaciones del folclore de pueblos indígenas como el otavaleño, salasaka, los pobladores de Pujilí, Latacunga y las zonas cercanas a Calderón.
Nacieron, así, danzantes, yumbos con pilche (vasijas), capariches (barrenderos indígenas), diablos huma, lechuzas y más. Exhibía sus creaciones, entre ellas soldaditos y caballitos, junto al pan que seguía produciendo en su negocio.
Un día, el dueño judío de una fábrica de pegamento y barnices le sugirió recubrir con una brocha las figuras con pegamento plastificante blanco para proteger los colores y darles brillo.
Satisfecho, el hombre realizó el primer gran pedido. Entonces, consciente de que necesitaba ayuda, Margarita contrató a mujeres de la zona y les enseñó sus técnicas.
La familia cuenta que llegó a tener hasta 25 empleadas, algunas de las cuales alcanzaron a formar sus propios talleres, integrando a más vecinos de Calderón en la labor.
Carlos Calderón, presidente de los productores de artesanías de mazapán de Calderón, espera que la declaratoria de su trabajo como Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador abra el mercado nacional al producto. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Su sobrino nieto, quien aprendió el oficio de la propia creadora a los 13 años, considera que las artesanías de mazapán tuvieron una época dorada en las décadas de 1960 y 1970.
Le concede crédito de ello al proyecto Alianza para el Progreso instituido por el expresidente de los EE.UU. John F. Kennedy enfocado en ayudar a los países latinoamericanos y ahuyentar el riesgo del comunismo.
En esas circunstancias apareció la Organización Comercial Ecuatoriana para el Artesano (Ocepa), que abrió tiendas en distintas partes del hemisferio, incluido el país, en las que se exhibían y vendían el fruto de los creadores ecuatorianos.
En cierto momento, Margarita entregaba pedidos de entre 5.000 y 15.000 figuras mensuales.
El artesano también le atribuye crédito al cinco veces presidente ecuatoriano José María Velasco Ibarra en la difusión del mazapán. Dice que no dudó en enviar a Margarita y a otras personas a ferias internacionales.
En la actualidad, sin embargo, 15 personas trabajan y venden sus productos en el Centro Artesanal Mazapán, ubicado en la calle Carapungo, la principal vía y eje comercial de Calderón.
La agrupación, sostiene José Carvajal, empezó con alrededor de 70 miembros a mediados de la década de los 80. En 1992 recibieron las instalaciones en las que laboran actualmente del exalcalde de Quito, Rodrigo Paz.
Sin embargo, el creador espera que la declaración de las artesanías de mazapán como Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador el 17 de mayo anterior por parte de la Asamblea Nacional dé un nuevo impulso al sector.
Por ahora hay buenos indicios: los estudiantes de varios colegios han acudido al centro artesanal los últimos días para conocer los secretos de este arte, que cumple ya 80 años. (I)
Patrimonio
Varias expresiones culturales del país han sido integradas al patrimonio cultural intangible. Aquí algunas de ellas:
cultura nacional diversa
La tradición sápara
El patrimonio oral y más riqueza de ese pueblo fueron reconocidos en 2008.
Sombreros de paja toquilla
Las creaciones manabitas integran el listado desde el año 2012.
La música esmeraldeña
La marimba, los cantos y bailes de esa provincia constan en el registro desde 2015.
El trueque de pimampiro
La costumbre de intercambiar cosas sin uso de dinero es parte del patrimonio.
Las navidades manabitas
Los chiguales, coplas, cantos al Niño Dios y más integran, también, el registro.
La danza de los rucos
La tradición de la parroquia Amaguaña (Quito) fue reconocida por el Estado.
El rodeo montuvio
La expresión del pueblo rural de la Costa forma parte del listado patrimonial.
El animero de puéllaro
El Estado integró al patrimonio inmaterial del país a este personaje que recorre las calles de la parroquia rural quiteña, cumpliendo con un antiguo rito, en vísperas del Día de los Difuntos. (I)