En “Casa de los siete patios” aún rondan las almas de estudiantes
En pleno Centro Histórico está la “Casa de los siete patios” (ubicada en la calle Rocafuerte e Imbabura, en San Roque), que al igual que las demás edificaciones del sector guarda historias y es parte de las leyendas de la capital.
Pero tiene una historia en particular, no es como la de Bella Aura y la Casa 1028, o la del padre Almeida; en los relatos de esta casa los protagonistas son los fantasmas que merodean el lugar, que bailan en sus patios.
Por la arquitectura y los materiales con los que fue construida se presume que el período de edificación es de la segunda mitad del siglo XIX. En los tiempos de la Colonia la casa fue hogar de estudiantes de provincias que llegaban a la capital y de los mercaderes.
En la actualidad en la casa viven 38 familias. Entre los más antiguos habitantes está Gonzalo Rivera (62 años), él vive allí hace 40 años. Cuenta que cuando llegó, la casa estaba desgastada y vieja, razón por la cual las historias de los fantasmas eran creíbles. “Nunca los vi”, pero asegura que siente su presencia.
“Cuando están presentes en un lugar, se siente frío; el lugar se vuelve pesado”, contó. Agregó que su hija vio en la noche un bulto que flotaba en la parte superior de la pared de su habitación. La explicación que don Gonzalo tiene de eso, es que debe ser el alma de una joven estudiante que se la encontró ahorcada, colgada de una cuerda agarrada en una de las vigas del cuarto; eso sucedió antes de que la familia Rivera comprara el departamento.
Otra moradora de la casa es María Jurado (60 años), que vive en el lugar más de 40 años. Cuando llegó a la vivienda era joven y con siete hijos a cargo. Cuenta que al igual que don Gonzalo no ha visto nada, pero sí logró sentir y escuchar.
“Cuando mis niños estaban pequeños hacían bulla, a pesar de eso escuchaba que me llamaban, y ahora cuando estoy sola se oyen los pasos”, dijo.
Pero aseguró que después de la renovación de la casa, se la bendijo y luego de eso los sonidos han disminuido notablemente.
Quien sí asegura haber visto a alguien que pasaba por su ventana es Nicolás Tapia, de 15 años. Cuando tenía 6 vio una sombra parada fuera de su ventana, él se levantó a ver quien era, pero se empezó a alejar; cuando miró, vio que era un hombre con capucha, pero no caminaba sobre el suelo sino que flotaba.
Estas historias son comunes entre los moradores de la “Casa de los siete patios”, que a pesar del miedo que a veces crean en ellos los sonidos extraños, se acostumbraron a vivir con eso.
Mucha gente solía ir a visitar la vivienda, pues llama la atención que tenga siete patios. Pero por razones de seguridad ya no está abierta al público. En las fiestas de Quito, 6 de diciembre, los inquilinos realizan actividades y permiten conocer y recorrer los siete patios.
La casa fue reestructurada en 1992. Para mantener su peculiaridad, se trató de utilizar materiales similares al de la construcción original, cuentan los vecinos.