Miles de quiteños disfrutaron y aprendieron a nadar en sus frías aguas
Continúa el deterioro de las Piscinas de El Sena
En la mente de los más antiguos moradores del barrio La Recoleta (Centro Histórico), todavía permanece el recuerdo del intenso frío del agua de las Piscinas de El Sena. Este balneario es parte de la identidad de la ciudad y hoy se encuentra abandonado.
Al lugar se accede sin ninguna restricción y quien quiera pasar a conocer lo que queda de la desgastada estructura de estilo republicano puede hacerlo con facilidad.
Lucía Reyes estudia arquitectura. Un día su abuelo le narró que hace unos 77 años Quito tenía un balneario muy bonito en referencia a las piscinas de El Sena. “Mil aventuras y tardes familiares pasamos en la piscina, aunque el agua mordía los huesos; el juego era más importante y nos quitaba el frío. Hacíamos competencias de valentía entre los amigos del barrio que consistían en ver quién se lanzaba de lo más alto de la rampa”, dice Lucía que le contó su abuelo.
El anciano le habló tanto de aquel sitio que un día, hace unos años, decidió visitarlo. La joven estudiante, quien vive en el norte de la urbe, salió de su casa temprano, tomó una unidad del Trolebús y se bajó en la parada Jefferson Pérez; caminó algunos metros hasta la calle Ángel Polibio Cháves y tras una cruzar una cuesta llena de hierbas llegó al sitio que se le antojó legendario.
“Cuando llegue, sentí que me encontraba en el escenario de una película de terror, pues todo el complejo estaba desolado, en ruinas. Solo un cartel del Municipio, colocado en una esquina, daba muestra de que un día las autoridades se acordaron de él”, comentó la joven.
Según los vecinos, el complejo fue abandonado a finales de los setenta. Para Isabel Cuji (65) varios fueron los factores para que El Sena haya quedado en el abandono. El principal, según ella, es que “en Quito se abrieron nuevos balnearios y la gente los prefirió.
Cuji se refiere a la creación paulatina de sitios de esparcimiento como los balnearios La Merced, El Tingo, El Ilaló, en la zona suroriental del cantón; y de otros como Cununyacu, al oriente, además de la apertura de piscinas cubiertas y temperadas en varios puntos de la capital de la República. “Además, la migración de familias del Centro Histórico afectó el funcionamiento y financiamiento de las piscinas”, dijo Isabel.
El alejamiento de sus clientes habituales habría generado la escasez de fondos para el mantenimiento y el consiguiente abandono y deterioro del espacio.
Ella recuerda que antes de aquello, todos los días había gente en las piscinas y que en las tardes un número grande de jóvenes de los barrios 5 de Junio, El Panecillo, San Sebastián y otros más, bajaban en pantaloneta con sus toallas al hombro a darse un chapuzón.
Los asistentes a El Sena llegaban, incluso, de sitios entonces relativamente alejados de la ciudad.
Datos del Cabildo señalan que este complejo deportivo le perteneció a las Fuerzas Armadas (FF.AA.) desde el siglo XIX, aunque para aquel entonces no existían las piscinas, pero sí el sector.
A inicios del siglo XX, el Ejército vendió el predio a 2 familias acaudaladas de la capital. En 1938, los propietarios venden, nuevamente, el lugar al Estado y el Ejército se hace cargo de este. En esa época se construyen las piscinas, concebidas dentro como el nuevo centro deportivo de la capital.
“El Sena tenía 2 piscinas, un gimnasio y una cancha de fútbol; pero la atracción principal siempre fueron las piscinas. Amaba nadar en esa agua helada que, según decía mi papá, era buena para que a uno se le templaran los nervios con el frío. Pero mi sitio favorito era el monumento de querubines que se encuentra en el lado norte de la piscina”, narró Carlos Valles, morador de San Sebastián y un habitué del espacio público.
Hace 2 años, durante la administración de Augusto Barrera, el Cabildo suscribió un convenio con los ministerios de Defensa y de Desarrollo Urbano y Vivienda destinado a la rehabilitación de las piscinas de El Sena y de las zonas adyacentes al parque de La Recoleta. Se preveía que el proyecto concluya en 2014.
Este acuerdo era parte del proyecto de Revitalización del Centro Histórico, que impulsaba el Cabildo conjuntamente con el Estado. El Sena, en aquel entonces, requería $ 6 millones.
El convenio confería al Municipio la rehabilitación del espacio público comprendido a lo largo de la av. Maldonado hasta su intersección con la calle Antonio Tejada, en el lado occidental. En el oriental se fijaba como límite la calle Portilla, hasta la intersección con la avenida Carlos María de la Torre; el parque La Recoleta, las piscinas de El Sena y los dos márgenes del río Machángara que conforman el parque lineal desde la avenida Maldonado y Carlos de la Torre sobre el río Machángara, hasta la intersección de la Carlos María de la Torre con la Emilio Terán.
Además, está previsto que Quito Turismo implemente un proyecto de señalética y se conforme una ruta y eje turístico.
Arturo del Pozo, uno de los antiguos moradores del barrio, comenta que hace 2 años intervino en la ceremonia en la que se firmó el acuerdo. Recuerda que recibió la noticia con emoción y volvió a soñar con aquellas tardes soleadas en que la piscina se llenaba de vida y juegos. Pero desde entonces no ha pasado nada.
Mientras tanto, la infraestructura continúa deteriorándose: Las baldosas del sitio casi han desaparecido, las paredes muestran el desprendimiento de grandes pedazos de material y los elementos ornamentales han perdido la mayor parte de su belleza. Además, hay basura por doquier y las hierbas crecen desordenadamente. (I)