Pandemia informativa
En nuestros países es loable el interés mediático por contribuir a la mitigación del coronavirus, al mismo tiempo que es preocupante la apelación a un estilo sensacionalista que, con sus dispositivos de exclusividad, primicia y espectacularización, aligeran el discurso, y la vida.
Y si bien este estilo proporciona audiencia, el problemita de su arrastre en tiempos del coronavirus es que, al estar hecho para la evasión y la distracción, se hace aliado de la pandemia, convirtiéndose en otro virus, comunicacional, que tiene también que ser erradicado en su carácter difusionista, en la función nociva de las fake news y en la sobreinformación.
Una cosa es la orientación que busca aprendizajes, y otra es derramar mensajes a través de spots, cuñas, hashtags, notas en redes, o entrevistas redundantes, conferencias de prensa o comunicados.
En estos tiempos es vital la participación para que los ciudadanos se incluyan en las soluciones con sentipensamientos en los que la soledad da paso a las solidaridades y el pesimismo a la esperanza.
Las fake news, jugando cruelmente con las ilusiones de personas que necesitan creer en que existen salidas, están desorientando con narrativas fraudulentas como que el virus se combate con ajo, o que agoniza en los lugares calientes, o con la promoción de rebajas comerciales.
Y, por si fuera poco, la sobreinformación, con la circulación de una vorágine de notas que se repiten o saltan de un lugar a otro, está generando ansiedad, cansancio y, con ello, descreimiento en las noticias.
Por eso es necesario dosificar las ofertas comunicacionales con programaciones definidas siguiendo la cotidianidad de la cuarentena, con información, formación, entretenimiento, reflexión y orientación, para fortalecer hogares de resistencia a la pandemia.
Experiencias extremas como las que estamos viviendo confirman que el quehacer de la comunicación no se limita a la emisión de mensajes, sino que es un proceso dialogal de construcción de sentidos con responsabilidades individuales y sociales, solidaridades y pactos por la vida, cumpliendo principios como cero publicidad, decir siempre la verdad, orientar, y que los espacios de los medios no se conviertan en sitios de lamentos, sino de las buenas iniciativas que garantizan condiciones para la vida con esperanza. (O)